En los estudios gnósticos, el estudiante aprende que la mayoría de seres humanos que poblamos el planeta Tierra, somos seres incompletos, no somos seres humanos auténticos. Somos animales pensantes o animales intelectuales. Nadie puede negar que en la clasificación taxonómica de seres vivos, hombres y mujeres pertenecemos a la clase de los mamíferos.
Cualquier persona, al estudiarse a sí misma y con la conciencia despierta, podrá observar que lo único que diferencia a la humanidad, del resto de mamíferos es el intelecto. A muchas personas, si se les quitara lo poco que tienen de intelecto, se comportarían peor que los animales.
Somos seres incompletos, es decir, no estamos plenamente realizados, porque no poseemos Alma, somos desalmados. Afortunadamente poseemos algo valioso y digno en nuestro interior: la Esencia maravillosa, también conocida como chispa divina, Budhata, o fracción de alma.
En la Esencia se encuentran los valores, las virtudes, las cualidades más sublimes y mejor cimentadas en cada quien. La Esencia es el germen, la semilla, la materia prima, el material psíquico primordial para fabricar eso que se llama: Alma. En la Esencia, se encuentra lo mejor de nosotros mismos. La Esencia se define en Psicología Gnóstica, como el conjunto de valores positivos que se poseen en forma innata.
El Alma auténtica debe ser formada por quien busca una transformación psicológica radical. Solo la poseen los seres humanos auténticos, los verdaderos santos, los grandes iniciados de la Logia Blanca, los grandes guías espirituales de todas las religiones. Ejemplo de mujeres y hombres auténticos: Jesús de Nazaret, María Magdalena los primeros apóstoles, Francisco de Asís, Elena Petronila Blavatsky (HPB), Budha, Krishna, Mahoma, Quetzalcoatl, Gucumatz.
El Alma se forma gradualmente a base de enormes esfuerzos conscientes y padecimientos intencionales. El proceso para el nacimiento del alma puede compararse al del nacimiento de un bebé a partir de la concepción. Constituye parte fundamental del trabajo esotérico gnóstico. El trabajo para desarrollar la Esencia hasta convertirla en Alma es de tipo psicológico y alquimista.
Así, la Esencia se convierte en Perla seminal, más tarde deviene el Embrión áureo y finalmente con la formación del Alma viene el verdadero nacimiento segundo del que se habla en el capítulo 3 del Evangelio de Juan y entonces, el iniciado se convierte en auténtico hijo de Dios “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn 3:9). “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”. (1 Jn 5:18).
En el capítulo titulado precisamente: La Esencia de la obra Psicología del Despertar, José Jesús Leal explica que: “en la Esencia tenemos los elementos conscientivos necesarios para nuestra propia auto realización íntima. En la Esencia están la sabiduría, el amor y el poder”.
De acuerdo con la Gnosis, las razones de que la humanidad en general, solo tiene Esencia y no una legítima Alma son muchas. Basta observar los actos humanos, las guerras, la pobreza, la violencia, los crímenes, las traiciones y muchas conductas indeseables por todas partes del mundo.
Esos elementos indeseables de conductas se originan en los defectos de carácter, personificados en el mi mismo, en el sí mismo, en el Ego o yo psicológico. El yo de la Psicología Gnóstica tiene encarcelada, atrapada, embotellada a la Esencia o chispa divina e impide su expresión y desarrollo. Quien quiera alcanzar la divinidad, la santidad, convertirse en auténtico hijo de Dios y alcanzar la salvación debe trabajar sobre sí mismo liberando a la Esencia de la prisión en la que el Ego la tiene esclavizada y fragmentada.
En este sentido, resulta oportuno transcribir lo que anota Henri Charles Puech, en el Prefacio (página 18) de su obra: En torno a la Gnosis: la gnosis no hace sino incitarle ante todo a liberarse de él, sino reforzar y justificar su anhelo de liberación, impulsándole a “apresurarse” a su abandono, a dejarlo atrás para ir más allá…
Más adelante en la página citada de la obra de Pueck, se lee: salvarse, es en efecto, ante todo huir, fugarse, evadirse, “salir del mundo” o, si se utiliza una expresión igualmente técnica, “renunciar a él”, emprender una travesía, efectuar un “éxodo” que conducirá fuera de él. Pero, mientras tanto, el gnóstico habrá de concentrar en sí mismo todas sus fuerzas, tendrá que “reunir sus miembros”, todas las “parcelas” de su alma disipadas, ahogadas en la masa confusa del cuerpo que le oprime, tendrá que desembarazarlas del estado de dispersión, de torpor, de olvido, de inconsciencia, en que se hallaban sumidas, a fin de devolverles su vigor y conducirlas a la unidad de una conciencia plenamente lúcida y afirmada en sí misma.
Al estudiar la Esencia, desde el punto de vista de la Gnosis, resulta indispensable diferenciarla también de la personalidad. La Esencia es lo natural, lo auténtico, mientras que la personalidad es lo adquirido. A este respecto, J Vaysse, en el capítulo titulado: Esencia y Personalidad de su obra: “Hacia el despertar a sí mismo” , publicado por Ganesha, explica: Desde este punto de vista, estamos divididos en dos partes: Una es aquella con lo que hemos nacido, contiene el germen de nuestras cualidades propias, nuestras capacidades, nuestras incapacidades, y, más generalmente, todo lo que nos ha sido dado como propio. La llamaremos nuestra “esencia”, término que no puede dejar de ser discutido en las circunstancias actuales, pero que reencuentra aquí su primer sentido.
Más adelante explica el autor que: la otra parte es lo que hemos adquirido: todo nuestro saber y la mayor parte de nuestras inclinaciones y comportamientos. Estos son inexistentes en el momento de nuestro nacimiento y se instalan poco a poco debido a todo lo que el medio ambiente nos añade.
En la página 219 de su obra: Fragmentos de una enseñanza desconocida”, obra publicada en español por Hachette de Argentina, Pedro Ouspensky explica: “La esencia en el hombre es lo que le pertenece. La personalidad en el hombre es lo que no le pertenece. Lo que no le pertenece significa: lo que le ha venido de afuera, lo que él ha aprendido, o lo que él refleja; todas las huellas de impresiones exteriores grabadas en la memoria y en las sensaciones, todas las palabras y todos los movimientos que le han sido enseñados, todos los sentimientos creados por imitación, todo esto es “lo que no le pertenece”, todo esto es la personalidad”.
Finalmente, en el capítulo titulado: La Esencia de la obra: Psicología Revolucionaria de Samael Aun Weor, leemos lo siguiente: “lo que hace bello y adorable a todo niño recién nacido es su esencia, esta constituye en sí misma su verdadera realidad. El normal crecimiento de la esencia en toda criatura, ciertamente es muy residual, incipiente. El cuerpo humano crece y se desarrolla de acuerdo con las leyes biológicas de la especie, sin embargo tales posibilidades resultan por sí mismas muy limitadas para la esencia.
Incuestionablemente la esencia solo puede crecer por sí misma sin ayuda en pequeñísimo grado. Hablando francamente y sin ambages, diremos que el crecimiento espontáneo y natural de la esencia sólo es posible durante los primeros tres, cuatro o cinco años de edad, es decir, en la primera etapa de la vida.
La gente piensa que el crecimiento y desarrollo de la esencia se realiza siempre en forma continua, de acuerdo con la mecánica de la evolución, mas, el Gnosticismo Universal enseña claramente que esto no ocurre así. Con el fin de que la esencia crezca más, algo muy especial debe suceder, algo nuevo hay que realizar. Quiero referirme en forma enfática al trabajo sobre sí mismo. El desarrollo de la esencia únicamente es posible a base de trabajos conscientes y padecimientos voluntarios. Explica además el Venerable Maestro que nunca podríamos liberar a la esencia sin desintegrar previamente al Ego o yo psicológico.