Contenido:
Introducción
Los tres factores
La perfección en la Maestría
Resurrecciones tipo vida después de la vida
La resurrección de los muertos
La Resurrección del cuerpo físico
El conde de Saint Germain
Diálogo entre el conde de Saint Germain y Giovanni Papini
Introducción
En una entrada anterior, analizamos el tema de la Inmortalidad espiritual o inmortalidad del “alma”. Hicimos una breve referencia a Matusalén y otros patriarcas antediluvianos, quienes a la vez, fueron hombres longevos de la Biblia. Acudimos al profundo diálogo de Platón, titulado “El Fedón”, así como a explicaciones de los pitagóricos y la Metempsicosis, como también a la transmigración de las almas formulada por y el Budhata o Esencia maravillosa, así como dimos una breve explicación de lo que hay más allá de la muerte, la eternidad y las posibilidades para el verdadero desarrollo espiritual de los individuos.
De acuerdo con los estudios gnósticos, el ser humano actual que ha sobrepoblado el planeta Tierra, es un animal intelectual, con escaso desarrollo espiritual y pocas posibilidades de auto perfeccionarse. Se encuentra extraviado y no encuentra el camino al desarrollo interior. Afortunadamente, la Gnosis devela la cruda realidad de la vida moderna y explica la forma de encontrar el camino que nos permita retornar a nuestras raíces, al yoga, al religare, a la divinidad.
La educación actual, con su inmensa variedad de oferta de títulos académicos, la riqueza económica y el desarrollo social, la herencia o el árbol genealógico, no son el camino que nos puedan llevar a Dios, a la salvación, a la inmortalidad. Tampoco las leyes de Evolución e Involución nos llevarán en forma mecánica y natural. Ni siquiera las creencias y rituales de las religiones confesionales que solo constituyen un freno a la manifestación desbordada del Ego y su influencia maléfica y proveen limitados satis factores espirituales, que impulsan al animal intelectual, falsamente llamado hombre, a la creencia de que es bueno y que a su muerte se sentará “a la derecha del Padre” en forma automática.
La unión con Dios, la santidad, el crecimiento espiritual; es producto de un trabajo revolucionario. Implica de esfuerzos conscientes enormes y padecimientos intencionales. Requiere de una voluntad férrea, superior. Alcanzar la salvación solo se logra con un cambio radical de actitudes, conductas, hábitos, sentimientos, pensamientos. En la Gnosis, se explica que es el resultado de un trabajo simultáneo en tres aspectos. Los Tres Factores de la Revolución de la Conciencia: nacer, morir y Sacrificio por la Humanidad.
Los tres factores
El Gnosticismo Universal enseña que el sacrificio o “Sacro Oficio” es algo extraordinario y sumamente necesario. Una virtud y práctica diaria maravillosa que todos debemos desarrollar si queremos alcanzar grandes alturas espirituales. El Sacrificio por la Humanidad, es la práctica de la Caridad Universal, de la caridad consciente, del Cristo centrismo, aprender a dar más que a recibir, a dar de lo que se tiene y no de lo que nos sobra. Se puede practicar de muchas maneras: en la obra social, participando, sin fines de lucro, en organizaciones de desarrollo comunitario, en asociaciones que lleven cultura, educación, bienestar, en brigadas de rescate en tiempos de desastres naturales. El sacrifico por la humanidad se sintetiza en aprender a hacer el bien, sin mirar a quien, de estar dispuesto a dar la vida por los semejantes.
Morir. En la Psicología Gnóstica, cuando se habla del factor morir, nos referimos a la muerte espiritual, a la muerte mística. Esta es el resultado de la eliminación del Ego, de los elementos indeseables de la conducta. Consiste en la práctica de aniquilación del error en nuestras vida, la reducción a polvareda cósmica de la envidia, la lujuria, el odio, el rencor, la ira, el orgullo, el miedo, la soberbia y de los factores que dan origen a la corrupción, la impunidad, el hurto, la mentira, la traición, la hipocresía, el asesinato. La muerte mística es un trabajo interior para toda la vida. Tiene su didáctica específica que requiere aprender a mantener la conciencia despierta y en ausencia del sueño de la conciencia, ejercitarse y convertirse en atleta de la observación de sí. Descubrir los factores del error, comprenderlos y eliminarlos.
Del Nacimiento Espiritual o Nacimiento Segundo se hace referencia en el capítulo III del Evangelio de Juan. “Y había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con Él. Respondió Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. Le dijo Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?»
«Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Te es necesario nacer otra vez. El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va: así es todo aquel que es nacido del Espíritu».
«Respondió Nicodemo, y le dijo: ¿Cómo puede esto hacerse? Respondió Jesús, y le dijo: ¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibes nuestro testimonio. Si te he dicho cosas terrenas, y no crees, ¿cómo creerás si te dijera las celestiales? (Jn 3:1-12).
El Nacimiento Segundo es el resultado de un largo, dedicado y paciente trabajo de Alquimia, con la práctica del Sexto Mandamiento del Decálogo, con la no fornicación, de la valoración y conservación del Ens Seminis y la realización del primer milagro de Jesús: la transmutación alquímica. «
“Y al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fue también llamado Jesús y sus discípulos á las bodas. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: Vino no tienen. Y Jesús le responde: ¿Qué tengo yo contigo, mujer? aun no ha venido mi hora. Su madre dice a los que servían: Hagan todo lo que les diga. Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenen las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. Sáquenlo ahora, les dice, y llévenlo al maestresala.» Ellos lo llevaron».
“Y como el maestresala gustó el agua hecha vino, que no sabía de dónde era (mas lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), el maestresala llama al esposo. Y le dice: Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces lo que es peor; mas tú has guardado el buen vino hasta ahora. Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en Él”.(Jn 2:1-11).
El Nacimiento Segundo es el producto de un trabajo iniciático y sexual, que se debe realizar en pareja (mujer-hombre) y de muchas realizaciones íntimas. Quien alcanza el Nacimiento Espiritual, ha transformado su Esencia, el Budhata, en un Embrión Aureo y posteriormente en la auténtica alma. La creación o fabricación de eso que se llama Alma, es el auténtico Nacimiento Segundo. Aquel que se convierte en dos veces nacido, es un auténtico hijo de Dios, un legítimo hombre y un verdadero maestro espiritual. Solo un dos veces nacido ha salvado su Alma y tiene un Alma inmortal.
La perfección en la Maestría
El crecimiento interior, es un recorrido a lo largo de una escalinata de muchísimos escalones y la Maestría espiritual es apenas una etapa intermedia hacia la perfección, hacia la Auto Realización Íntima del Ser. Por eso se lee en el Bhagavad Gita, lo siguiente: “Entre miles de hombres, tal vez uno intenta llegar a la perfección; entre los que intentan, posiblemente, uno logra la perfección, y entre los perfectos, quizás, uno me conoce perfectamente”.
En el camino hacia la perfección, el iniciado dos veces nacido, el maestro auténtico, tiene que continuar su trabajo de Alquimia y trabajar simultáneamente en los tres factores de la Revolución de la Conciencia. Debe morir en sí mismo y sacrificarse por la humanidad. Solo así puede llamarse a sí mismo: “Hijo de Dios”. “Todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él, y no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios. (1ª. Jn 3:9). “Todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”.(1ª. Jn 5:18).
Pero cuidado. En el camino hacia la perfección hay que cuidarse del “yo fariseo” que abunda entre tantas sectas, religiones y escuelas.
Al respecto, bien vale la pena leer lo que advierte el Kalki Avatar, Samael Aun Weor, en el capítulo XXVII de su obra: Psicología Revolucionaria:
“El «Yo» que siente en sí mismo la base sobre la que descansamos, debe ser disuelto si es que en realidad anhelamos la auténtica Bienaventuranza. Tal «Yo» subestima a las gentes, se siente mejor que todo el mundo, más perfecto en todo, más rico, más inteligente, más experto en la vida, etc. Resulta, muy oportuno citar ahora aquella parábola de Jesús el Gran KABIR, acerca de los dos hombres que oraban. Fue dicha a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros”.
“Jesús el Cristo, dijo: «Dos hombres subieron al Templo a orar; uno era Fariseo y el otro Publicano. El Fariseo, puesto en pie oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este Publicano; Ayuno dos veces a la semana, doy diezmo de todo lo que gano. Más el Publicano estando lejos, no quería ni alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «Dios sé propicio a mí, pecador». Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido». (Lucas XVIII, 10-14)”.
“Empezar a darse cuenta de la propia nadidad y miseria en que nos encontramos, es absolutamente imposible en tanto exista en nosotros el concepto ese del «Más». Ejemplos: Yo soy más justo que aquél, más sabio que fulano, más virtuoso que zutano, más rico, más experto en las cosas de la vida, más casto, más cumplidor de sus deberes, etc., etc., etc. No es posible pasar a través del ojo de una aguja mientras seamos «ricos», mientras en nosotros exista ese complejo del «Más».
«Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios». Eso de que tu escuela es la mejor y que la de mi prójimo no sirve; eso de que tu religión es la única verdadera, la mujer de fulano es una pésima esposa y de que la mía es una santa; Eso de que mi amigo Roberto es un borracho y que yo soy un hombre muy juicioso y abstemio, etc., etc., etc., es lo que nos hace sentirnos ricos; motivo por el cual somos todos los «camellos» de la parábola bíblica con relación al trabajo esotérico”
El camino a la perfección se encuentra sintetizado en el Drama Cósmico, en la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo, está simbolizado en el recorrido de Dante Alighieri por los mundos infiernos, el purgatorio y el Paraíso. Está representado por los doce trabajos de Hércules y el surgimiento del súper hombre. Es un largo camino que en los estudios gnósticos, se encuentra contenido en el ascenso de “Las Tres Montañas”.
Un auténtico maestro espiritual en camino hacia la perfección, es capaz de realizar grandes prodigios, como los que realizó Moisés en el Éxodo y como los realizó Jesús en Tierra Santa. Pero quizá uno de los prodigios más extraordinarios, lo constituye la auténtica Resurrección de los muertos.
Resurrecciones tipo vida después de la vida
Frecuentemente, salen a luz pública, noticias de personas que literalmente “vuelven a la vida” después de haberse declarado muertas. Hace apenas unas semanas, en México se dio el caso de una niña declarada muerta al nacer y que horas después “resucitó” durante algún tiempo más.
Mucho se ha hablado de la catalepsia, generalmente asociada a la esquizofrenia catatónica. Ese estado biológico en el que una persona, aparentemente muerta, queda inmóvil y sin algún signo vital. En otros tiempos ocurrieron muchos casos de personas que fueron sepultadas vivas, al quedar en estado de catalepsia y ser consideradas muertas o desencarnadas.
Tamién se ha discutido acerca del fenómeno denominado: “Vida después de la vida”. Personas que en la sala de urgencias o en el quirófano de un hospital, han tenido la sensación de la muerte física o des encarnación y “han vuelto a la vida”. Pero estos fenómenos son en realidad, fenómenos de “desdoblamiento astral” y no verdaderas des encarnaciones.
La muerte del cuerpo físico o des encarnación es el cese de todas las funciones físicas, biológicas y fisiológicas, la ausencia de la homeostasis. Sin embargo, el esoterismo gnóstico enseña que el proceso de la des encarnación, no ocurre en tanto no se haya cortado el hilo de la vida, el cordón plateado o Antakarana. Antes de que el cordón plateado sea cortado, es posible que ocurran “resurrecciones milagrosas” o fenómenos de “vida después de la vida”. Sin embargo, este tipo de fenómenos no constituyen una auténtica resurrección.
La resurrección de los muertos
El esoterismo gnóstico enseña que la Doctrina de la Resurrección de los muertos es la doctrina del Cristo. A la luz de la Gnosis, muertos, son todos los seres humanos, con la conciencia dormida y que no han recibido las “aguas del bautismo” que les permita alcanzar el “Nacimiento Segundo”. Por ese motivo dijo el señor: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”. (Mt 8:22).
El Avatara de la Era de Acuario, Samael Aun Weor, explica en su obra: Las Siete palabras, porqué la mayoría de seres humanos somos “muertos vivientes”:
“Y llamamos muertos vivientes, a todos los seres humanos, por los siguientes motivos:
1. No ven, ni oyen nada de lo que sucede en los mundos internos.
2. Están sujetos a las enfermedades y a la muerte.
3. No saben manejar las fuerzas universales.
4. Están sujetos al dolor y a la amargura.
5. No tienen poder sobre los Misterios de la Vida y de la Muerte, ni los conocen.
5. Mueren contra su voluntad, y nacen contra su voluntad; y ni saben cómo nacen ni cómo mueren.
6. Son habitantes del abismo.
Ahora bien, nosotros los gnósticos enseñamos que la resurrección de los muertos, sólo es posible por la Iniciación”.
En este sentido, la Resurrección de los muertos es un proceso íntimo que vive el iniciado al levantarse de entre los muertos, que inicia cuando el devoto descubre que se encuentra “dormido” y empieza su lucha por el despertar de la conciencia, cuando transforma su cuerpo de deseos, su astral inferior o astral lunar en el auténtico cuerpo astral, luminoso, solar. Cuando fabrica sus cuerpos existenciales superiores del Ser, revoluciona su Esencia y encarna su Alma.
Es así como explica el Venerable Maestro Samael que: “Sería completamente ridículo, y totalmente risible, pensar que los huesos se juntarán con los huesos, para resucitar al final de la gran trompeta”, tal como piensan los miembros de la mayoría de religiones y denominaciones cristianas contemporáneas. Los creyentes de las diferentes religiones confesionales creen sinceramente, pero de manera equivocada, que un día, todos aquellos cristianos, no importan si murieron ayer o hace mil años, se levantarán de los muertos al ser llamados por el Señor.
Esto a pesar que el mismo Rabí de Galilea lo explicó claramente en los siguientes versículos:
“Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos”. (Mr 12:26-27).
Porque “la resurrección de los muertos, solo se consigue por medio de la sabiduría oculta”. “Más hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1 Co 2:7)
La Resurrección del cuerpo físico
Es común encontrar en el pensamiento de la mayoría de personas, la percepción de que el divino redentor del mundo, Jesús de Nazaret o mejor dicho: Jeshua Ben Pandirá, resucitó de entre los muertos, pero de manera temporal, solo por cuarenta días y que de manera extraña, volvió espíritu su cuerpo y literalmente se sentó a la derecha del Padre allá en los cielos infinitos. También se cree que tal prodigio es único y exclusivo del gran Kabir Jesús.
Sin embargo, las tradiciones esotéricas afirman otra cosa. Los grandes iniciados saben que Jesús vive con su mismo cuerpo físico en el Tibet y que de cuando en cuando se aparece a algunas personas realizando extraordinarios prodigios. Sin embargo, la Gnosis enseña que antes que Jesús otros iniciados resucitaron y después de Jesucristo, otros también lo han logrado.
Pero la Resurrección del cuerpo físico es para hombres causales, hombres de verdad, para auténticos dos veces nacidos que renuncian a la dicha del Nirvana para alcanzar el Absoluto. El iniciado para alcanzar la Resurrección del cuerpo físico, tiene que trabajar en la perfección en la maestría, pulir incesantemente la piedra filosofal, vivir todo el Drama Cósmico narrado en los Evangelios, ascender a los nueve cielos y adquirir sucesivamente las nueve jerarquías angélicas, hasta fabricar el elixir de larga vida.
Hemos dicho que antes del gran Maestro Jesús, otros iniciados alcanzaron la Resurrección del cuerpo físico. Charles Leadbeater, en su obra: Los maestros y el sendero, dejó plasmados en esa monumental obra, numerosos testimonios de encuentros con hombres resurrectos, vividos por él y otros miembros de la Sociedad Teosófica, entre ellos la señora Blavatsky, el coronel Olcott y Annie Besant. Narra Leadbeater que él, estos iniciados y otros miembros de la Sociedad, tuvieron el privilegio de mantener varias conversaciones con los maestros Moria y Kout humi.
Leadbeater narra su encuentro con otros maestros resurrectos, entre ellos “el conde de San Germain, llamado a veces el príncipe Rakoczi. Lo vi en muy ordinarias circunstancias, sin previa invitación, como si hubiese sido casual el encuentro, en el Corso de roma, por donde paseaba como cualquier caballero italiano. Se me llevó al parque Pinciano y allí estuvimos sentados más de una hora, hablando…”. (Ibid. Página 24, Edaf. Madrid. 2002). Leadbeater, en el segundo capítulo de la obra citada describe incluso el lugar donde viven los maestros Moria y Kuthumi en el valle del Tíbet. Otros maestros resurrectos, han sido el conde Cagliostro y Hermes Trismegisto,
El Buda Maitreya, Samael Aun Weor, en su obra: Las Siete Palabras se refiere a los maestros resurrectos: Sanat Kumará, Moria, Kout Humi, de la siguiente manera:
“SANAT KUMARÁ, el Anciano de los Días y Señor del Mundo, fue el fundador del «COLEGIO DE INICIADOS» de la GRAN FRATERNIDAD UNIVERSAL BLANCA. Este gran SER es uno de los 4 Tronos de que habla la SANTA BIBLIA, y vive en el Asia desde hace muchos millones de años, con el mismo cuerpo físico que él trajo a la tierra desde la época de la Lemuria; sobre él no ha podido la muerte ni podrá jamás, porque es hijo de la Resurrección y sobre ningún hijo de la Resurrección la muerte tiene poder.
“El Maestro MORIA, Maestro del Rayo de Marte, habita en el Himalaya, a la orilla de un camino; vive en una casa humilde, tiene innumerables discípulos, y su cuerpo actual tiene una edad de más de 900 (novecientos) años; sobre el Maestro Moria tampoco ha podido la muerte ni podrá, porque el Maestro MORIA es hijo de la Resurrección de los muertos, y sobre ningún Hijo de la Resurrección puede la muerte.
“La muerte puede únicamente sobre los débiles, sobre los cobardes, sobre los muertos vivientes, sobre los hijos de la Gran Ramera que no han sido capaces, que no han tenido el coraje de acabar con su inmunda fornicación.
“El Maestro KOUT-HUMI, es también muy conocido en occidente y pertenece al Rayo de la Sabiduría, es también de edades indescifrables, y tiene su santuario sobre las cumbres nevadas de los Himalayas. Este es otro hijo de la Resurrección, sobre él tampoco tiene poder la muerte, porque la muerte sólo tiene poder sobre los necios, sobre los fornicarios y sobre los adúlteros”.
El conde de Saint Germain
Mucho se ha hablado acerca del conde de Saint Germain. Algunas escuelas especulan que él sea el Avatara de Acuario por una gran misión que le confirió la bendita Logia Blanca a partir de 1999, pero, como ya lo explicamos en la entrada titulada el Kalki Avatar, los avataras se encarnan en la época que tienen que realizar una gran misión y el conde de Saint Germain, tiene el mismo cuerpo físico desde hace cientos de años.
Trasladamos a continuación algunos párrafos dedicados por el Venerable Maestro Samael, al famoso conde de Saint Germain:
“Veamos, por ejemplo, a un Conde Saint Germain, quien yo cito tantas veces como un ejemplo viviente de Superhombre, alguien que maneja la política mundial tan formidablemente, alguien que conoce la psicopolítica y que sabe de verdad manejarla, que sabe adaptarse a todas las condiciones diplomáticas del mundo. Esa característica se debe al Mercurio de los Sabios».
“Si por algo el Conde Saint Germain podía transmutar el plomo en oro, es porque él mismo era oro. El “Aura” del Conde Saint Germain es de oro puro; los átomos forman esa “Aura”, son de oro, y sus Cuerpos Existenciales Superiores, son de oro de la mejor calidad. En esas condiciones, él puede echar una moneda en el “crisol”, sí, y derretirla, y luego, con el mismo poder que lleva adentro, transmutarla en oro puro, porque él es oro (eso es lo que se llama “realizar la Gran Obra”). En esto hay grados y grados. Primero hay que alcanzar la Maestría, después tenemos que convertirnos en Maestros Perfectos y mucho más tarde alcanzar el grado de “Gran Elegido”. “Gran Elegido” y “Maestro Perfecto”, es todo aquél que ha realizado la Gran Obra».
“El Conde de Saint Germain, por ejemplo, fabricaba oro físico, pero invertía ese oro. ¿En qué lo invertía? En distintos bienes materiales. Cuando la policía francesa invadió la casa de Saint Germain para saber de dónde provenían sus riquezas, se quedaron asombrados al ver que todo estaba en perfecto orden: Tenía sus libros de cuentas; los bienes que tenía, todos debidamente “documentados, es decir, no se halló una sola falta. Nunca realizaba sus Transmutaciones Metálicas públicamente, siempre en secreto. De manera que, aparentemente, él vivía exclusivamente de sus haciendas, de sus propiedades: fincas, bienes raíces, etc., y todo estaba debidamente documentado.
“Este Conde Saint Germain existe aún hoy en día en pleno siglo XX; el Conde Saint Germain durante los siglos XV, XVI, XVII, XVIII y XIX, actuó en Europa; llevó distintos nombres de acuerdo con la época: Fue el Príncipe Racokzy en la casa de los Racokzy, en Austria; el Conde Saint Germain en Francia, etc. El Conde Saint Germain transmutaba el plomo en oro y hacía diamantes de la mejor calidad; gobernaba los elementos y todo el mundo le adoraba. Era un hombre que podía mandar a la Naturaleza».
“El Conde Saint Germain no ha muerto. En 1939 estuvo en Europa, se entrevistó con los diplomáticos de aquella época; aconsejó, quiso salvar a la humanidad de la Segunda Guerra Mundial, mas como quiera que los estadistas estaban empeñados en esa horrorosa guerra, hubo de retirarse».
“Giovanni Papini que fue un niño consentido del Vaticano (aquél que fuera excomulgado por su curioso libro titulado “El Diablo”), da testimonio sobre el Conde Saint Germain. Lo encontró precisamente en un barco, cuando navegaba por el Índico; y cuenta Papini que cuando abordó a este extraño personaje, no tuvo inconveniente alguno, él mismo, en mostrar sus documentos de identificación; ¡era Saint Germain!»
“Al desembarcar en la India, un grupo de Lamas que habían venido desde el Tíbet, le recibieron y se lo llevaron precisamente para los Himalayas. Así es cierto y de toda verdad, que el Conde Saint Germain vive. Giovanni Papini da testimonio sobre el Conde Saint Germain, Giovanni Papini es ante todo un escritor serio. No hay duda de que el Conde Saint Germain, volverá nuevamente al mundo Occidental en el año 1999, entonces cumplirá una brillantísima misión».
Diálogo entre el conde de Saint Germain y Giovanni Papini
Cerramos esta entrada transcribiendo el diálogo sostenido por el conde de Saint Germain y Giovanni Papini, que tomamos prestado de la obra de este último, titulada: Gog.
EL CONDE DE SAINT-GERMAIN
A bordo del Prince of Wales, 15 febrero
“He conocido estos días al famoso conde de Saint-Germain. Es un caballero muy serio, de mediana estatura, pero de apariencia robusta y vestido con refinada sencillez. No parece tener más de cincuenta años”.
“En los primeros días de la travesía no se acercaba y no hablaba con nadie. Una noche que me hallaba solo en la cubierta y miraba las luces de Massaua, apareció junto a mí de improviso y me saludó. Cuando me hubo dicho su nombre creí que se trataba de un descendiente de aquel conde de Saint-Germain que llenó con sus misterios y con la leyenda de su longevidad todo el Setecientos. Había leído hacía poco, por casualidad, en un magazine, un artículo sobre el conde «inmortal» y no fui cogido por fortuna desprevenido. El conde mostró satisfacción al darse cuenta de que yo conocía algo de aquella historia y se decidió a hacerme la gran confidencia”.
“—No he tenido nunca hijos y no tengo descendientes. Soy aquel mismo, si se digna creerme, que fue conocido con el nombre de conde de Saint-Germain, en el siglo XVII. Habrá leído que algunos biógrafos me hacen morir en 1784, en el castillo de Eckendoerde. en el ducado de Echleswig. Pero existen documentos que prueban que fui recibido en 1786 por el emperador de Rusia. La condesa de Adhemar me encontró en 1789 en París, en la iglesia de los Recoletos. En 1821 tuve una larga conversación con el conde de Chalons en la plaza de San Marcos de Venecia. Un inglés, Vandam, me conoció en 1847. En 1869 comenzó mi relación con Mrs. Annie Besant. Mrs. Oakley intentó en vano encontrarme en 1900, pero, conociendo el carácter de esa buena señora, conseguí evitarla. Encontré algunos años después a Mr. Leadbeater, que hizo de mí una descripción un poco fantástica, pero en el fondo bastante fiel. He querido volver a ver, después de unos sesenta años de ausencia, la vieja Europa: ahora regreso a la India, donde se hallan mis mejores amigos. En la Europa de hoy, desangrada por la guerra y alocada en pos de las máquinas, no hay nada que hacer”.
—Pero si las noticias que yo tengo son exactas, usted era ya más que un centenario en 1784, en la época de su presunta muerte. El conde sonrió dulcemente. —Los hombres —respondió— son demasiado desmemoriados o demasiado niños para orientarse en la cronología. Un centenario, para ellos, es un prodigio, un portento. En la antigüedad, e incluso en la Edad Media, se recordaba todavía algunas verdades elementales que la orgullosa ignorancia científica ha hecho olvidar. Una de estas verdades es «que no todos los hombres son mortales». La mayoría mueren realmente después de setenta o cien años; un pequeño número sigue viviendo indefinidamente. Los hombres se dividen, desde este punto de vista, en dos clases: la inmensa plebe de los extinguidos y la reducidísima aristocracia de los «desaparecidos». Yo pertenezco a esa pequeña élite y en 1784 había ya vivido no un siglo, sino varios”.
“—¿Es usted, pues, inmortal? —No he dicho esto. Es necesario distinguir entre inmortalidad e inmortalidad. Las religiones saben desde hace miles de años que los hombres son inmortales, es decir, que comienzan una segunda vida después de la muerte. A un pequeño número de ésos está reservada una vida terrestre tan sumamente larga que al vulgo de los efímeros le parece inmortal. Pero así como hemos nacido en un momento dado del tiempo, es bastante probable que deberemos también nosotros, más pronto o más tarde, morir. La única diferencia es ésta: que nuestra existencia media en vez de por lustros se mide por siglos. Morir a setenta años o morir a setecientos no es una diferencia tan milagrosa para quien reflexiona sobre la realidad del tiempo. —Ha hecho usted alusión a una aristocracia de inmortales. ¿No es usted, pues, el único que goza de este privilegio?”
“—Si vuestros semejantes conociesen mejor la Historia, no se extrañarían de ciertas afirmaciones. En todos los países del mundo, antiquísimos y modernos, vive la firme creencia de que algunos hombres no han muerto, sino que han sido «arrebatados», esto es, desaparecen sin que se pueda encontrar su cuerpo. Estos siguen viviendo escondidos y de incógnito o tal vez se han adormecido y pueden despertarse y volver de un momento a otro. Vaya a Alemania y le enseñarán el Unterberg cerca de Salisburgo, donde espera desde hace siglos, en apariencia adormecido, Carlomagno; el Kyffháuser, donde se ha refugiado, esperando, Federico Barbarroja; y el Sudermerberg que hospeda todavía a Enrique el Asesino. En la India le dirán que Nana Sahib, el jefe de la sublevación de 1857, desaparecido sin dejar rastro en el Nepal, vive todavía escondido en el Himalaya. Los antiguos hebreos sabían que al patriarca Enoch le fue evitada la muerte; y los babilonios creían la misma cosa de Hasisadra. Se ha esperado durante siglos que Alejandro Magno reapareciese en Asia, como Amílcar, desaparecido en la batalla de Panormo, fue esperado por los cartagineses. Nerón desapareció sin someterse a la muerte. Y todos saben que los británicos no creyeron nunca en la muerte del rey Artus, ni los godos en la de Teodorico, ni los daneses en la de Holger Danske; ni los portugueses en la del rey Sebastián, ni los suecos en la del rey Carlos XII, ni los servios en la de Kraljevic Marco”.
“»Todos estos monarcas se hallan adormecidos y escondidos, pero deben volver. Aún hoy los mongoles esperan el regreso de Gengis Kan. »Una interpretación plausible de ciertos versículos del Evangelio ha hecho creer a millones de cristianos que san Juan no murió nunca, sino que vive todavía entre nosotros. En 1793, el famoso Lavater estaba seguro de haberle encontrado en Copenhague. Pero bastaría el ejemplo clásico del Judío Errante, que bajo el nombre de Ahas Verus o de Butadeo, ha sido reconocido en diversos países y en diversos siglos y que cuenta actualmente más de mil novecientos años. Todas estas tradiciones, independientes las unas de las otras, prueban que el género humano tiene la seguridad o al menos el presentimiento de que hay verdaderamente hombres que sobrepasan en gran medida el curso ordinario de la vida. Y yo, que soy uno de éstos, puedo afirmar con autoridad que esta creencia responde a la verdad. Si todos los hombres disfrutasen de esta longevidad fabulosa, la vida se haría imposible. Pero es necesario que alguno, de cuando en cuando, permanezca: somos, en cierto modo, los notarios estables de lo transitorio”.
“—¿Soy indiscreto si le pregunto cuáles son sus impresiones de inmortal? —No se imagine que nuestra suerte sea digna de envidia. Nada de eso. En mi leyenda se dice que yo conocí a Pilatos y que asistí a la Crucifixión. Es una grosera mentira. No he alardeado nunca de cosas que no son verdad. Sin embargo, hace pocos meses cumplí los quinientos años de edad. Nací, por lo tanto, a principios del cuatrocientos y llegué a tiempo para conocer bastante a Cristóbal Colón. Pero no puedo, ahora, contarle mi vida. El único siglo en que frecuenté más a los hombres fue, como usted sabe, el setecientos, y puedo lamentarlo. Pero ordinariamente vivo en la soledad y no me gusta hablar de mí. He experimentado en estos cinco siglos muchas satisfacciones, y a mi curiosidad, en modo especial, no le ha faltado alimento. He visto al mundo cambiar de cara; he podido ver, en el curso de una sola vida, a Lutero y a Napoleón, Luis XIV y Bismarck, Leonardo y Beethoven, Miguel Ángel y Goethe. Y tal vez por eso me he librado de las supersticiones de los grandes hombres. Pero estas ventajas son pagadas a duro precio. Después de un par de siglos, un tedio incurable se apodera de los desventurados inmortales. El mundo es monótono, los hombres no enseñan nada, y se cae, en cada generación, en los mismos errores y horrores; los acontecimientos no se repiten. pero se parecen; lo que me quedaba por saber ya he tenido bastante tiempo para aprenderlo. Terminan las novedades, las sorpresas, las revelaciones. Se lo puedo confesar a usted, ahora que únicamente nos escucha el mar Rojo: mi inmortalidad me causa aburrimiento. La tierra ya no tiene secretos para mí, y no tengo ya confianza en mis semejantes. Y repito con gusto las palabras de Hamlet, que oí la primera vez en Londres en 1594: «El hombre no me causa ningún placer, no, y la mujer mucho menos.»
“El conde de Saint-Germain me pareció agotado, como si se fuese volviendo viejo por momentos. Permaneció en silencio más de un cuarto de hora contemplando el mar tenebroso, el cielo estrellado”. —Dispénseme —dijo finalmente— si mis discursos le han aburrido. Los viejos, cuando comienzan a hablar, son insoportables. Hasta Bombay, el conde de Saint-Germain no volvió a dirigirme la palabra, a pesar de que intenté varias veces entablar conversación. En el momento de desembarcar me saludó cortésmente y le vi alejarse con tres viejos hindúes que se hallaban en el muelle esperándole”.
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