Historia de Rebeca (Rivkáh)

En el libro del Génesis, en el Pentateuco o bien, en Rivkáh, en la Torah, aparece la historia de Rebeca, hija de Betuel (Gn 22:23), arameo de Padan Aram, quien a su vez, fue el menor de los ocho hijos de Milca y de Nacor (Nahor); lo que nos recuerda a los Ocho cabires o kabirim, una palabra fenicia que designa a divinidades misteriosas de los pueblos antiguos, incluidos los israelitas. La tradición cuenta que Tharé, padre de Abraham, los adoró con el nombre de Teraphim, Gibborim o en su equivalente cristiano, los arcángeles o mejor dicho, los elohim, genios o logos planetarios. Son los más grandes dioses, es decir, constituyen los siete ángeles ante el trono del Cordero del Apocalipsis, los Cosmocratores o creadores del Universo. Son siete hermanos, quienes tienen por padre al Sol, es decir, nuestro señor el Cristo. En algunas tradiciones son ocho, ya que se incluye también al Señor de la Tierra, Melquisedek, sacerdote del Dios Altísimo.

 

En Génesis 12, se lee que Abraham (Abram o Ar bar man), tuvo dos hermanos: Harán y Nacor. En textos originales, Abraham se reconoce como Ar Braham, que nos recuerda a Brahma, el Espíritu universal de vida y uno de los integrantes divinos de la trimurti hindú: Brahma, Siva y Visnú.

 

Harán fue padre de Lot, Milca e Isca. Singularmente, Rebeca nació en Harán (del verbo hacer y una combinación de las runas nórdicas Hagal. Ar y Not), una región de Mesopotamia, donde según el relato bíblico, también nació Abraham.

 

Rebeca era una joven mujer virgen, hermosa y atractiva, a quien ningún hombre había conocido cuando aparece por primera vez en la escena bíblica, con un cántaro sobre el hombro junto a un pozo de agua. Pertenecía a una familia de pastores en alusión a que pertenece al linaje de la fraternidad de la luz. En el relato de Rebeca, lo mismo que en muchos relatos bíblicos, es concurrente la escena junto a un pozo, a un manantial en alusión a los pozos íntimos de las gónadas o glándulas genitales donde se halla depositada la preciosa energía creadora. Allí se encuentra un recién llegado. Un criado de Abraham quien ha llegado por encargo de su señor, con diez camellos esperando que una doncella le ofrezca de beber. Ha decretado un oráculo y ha pedido a Adonai, Dios que si se cumple el oráculo, encuentre, en la mujer que le dé de beber a él y a los camellos, a la futura esposa de Isaac, hijo de Abraham.  El número diez en Cábala simboliza la rueda de la vida, la rueda de la fortuna, la rueda del destino o del samsara; la retribución, la recurrencia. También se relaciona con los diez principios del ser humano o los diez sephirotes o sephirah de la Cábala: el cuerpo físico, la vitalidad, las emociones y deseos, la mente, la voluntad, la conciencia, el Espíritu y la Santa Trinidad en nosotros: Padre, hijo y Espíritu Santo.

 

Este relato tiene mucha semejanza con el encuentro de Jesús y la mujer Samaritana. Es innegable que, la relación que se hace de dar agua a hombres que vienen del desierto; lleva el simbolismo del agua de vida. El desierto, representa la tierra filosófica, nuestro mundo interior que aún no ha sido fertilizada por el agua de vida. En Génesis 24, se entrevé que características de Rebeca son la laboriosidad, generosidad, amabilidad y hospitalidad. “salía con su cántaro sobre su hombro. Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía. Entonces el criado corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber. Y se dio prisa, y vació su cántaro en la pila, y corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no. Y cuando los camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez, y dijo: ¿De quién eres hija? Te ruego que me digas: ¿hay en casa de tu padre lugar donde posemos? Y ella respondió: Soy hija de Betuel hijo de Milca, el cual ella dio a luz a Nacor. Y añadió: También hay en nuestra casa paja y mucho forraje, y lugar para posar. El hombre entonces se inclinó, y adoró a Jehová, y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo. Y la doncella corrió, e hizo saber en casa de su madre estas cosas”. (Gn 24:15-28)

 

Luego se narra que el criado de Abraham coloca un zarcillo de oro en la nariz de Rebeca y brazaletes en sus manos. Al pedir la mano de Rebeca se le pide que ella se quede con la familia unos días, diez días o meses; pero finalmente convinieron en que la partida fuera inmediata. En el perfil del arquetipo de Rebeca, hay, firmeza, autonomía y equidad. Es una mujer decidida No viene de un hogar patriarcal, sino de un hogar en el que se le consulta y su parecer es determinante. Así que Rebeca partió junto con sus mozas o nodrizas montada en un camello. Símbolo de la sobriedad, de la frugalidad, de la vida nómada y los viajes, de la paciencia, de su fortaleza física para soportar grandes cargas y la capacidad de avanzar lentamente por sendas áridas, de la capacidad de sobrevivir con poca agua. Es quien conduce al iniciado por su desierto interior.

El encuentro de Rebeca con Isaac es maravilloso. Este ha salido a meditar al campo (Gn 24:63). La práctica de la meditación es antiquísima y no es exclusiva de la India; sino que se encuentra en todas las cosmovisiones. Venía del pozo del Viviente que me ve. Rebeca desciende del camello y se cubrió el rostro con su velo. El velo de Isis, el velo del misterio y que los mortales, no pueden retirar.

Rebeca era estéril, siguiendo la tradición bíblica asociada a la castidad, al pacto con Dios de mantener viva la energía creadora y sin fornicar. Isaac, de 40 años, ora a la divinidad para tener descendencia y Jehová se la concede. Isaac y Rebeca, representan a la divina pareja, a la pareja de esposos que trabajan en tierras fértiles, en su liberación interior.  Del matrimonio de Isaac con Rebeca, nacieron los gemelos Esaú y Jacob; quienes vienen combatiendo desde el vientre. Al consultar a Adonai, este le explica que dos naciones surgirán de entre su seno. El relato nos recuerda a los gemelos de muchas mitologías, como Castor y Pólux, en la tradición helénica y los gemelos de las tradiciones masónicas y también a las dos humanidades. Una fornicaria, representada en Esaú, quien trae amarguras para Isaac y Rebeca; y la otra casta simbolizada en Jacob (IAcOb). El que Esaú haya sido velloso como los cabritos hace alusión a los instintos animales de la humanidad lunar. La historia bíblica cuenta cómo Esaú vende su primogenitura por un plato de lentejas. El color rojo del guisado (Gn 25:30) hace alusión al fuego sexual de la lujuria y la fornicación; como lo corrobora Proverbios 13:13, en la Septuaginta, en la versión de Jünemann: “Quien desprecia una cosa, despreciado será por ella”. Es similar el texto en el Tanaj (hebreo): “Aquél que desprecia la cosa, sufrirá por ello”.

Isaac, Rebeca y su familia se fueron a vivir a Gerar a tierras de Abimelec, rey de los filisteos. Rebeca era una mujer atractiva, lo que provocó deseos sexuales entre los filisteos; por lo que Isaac la presentó como su hermana. La historia de los hermanos gemelos y de los hermanos esposos es recurrente en los diferentes relatos místicos de la antigüedad. En la misma Biblia, aparece el relato de Abraham, quien también presentó como hermana a su esposa Sara, en tierras de Egipto y que se narra en Génesis, En Cantar de los cantares, se lee también: “Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; Has apresado mi corazón con uno de tus ojos, Con una gargantilla de tu cuello. ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas! Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano. Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada”. (Cnt 4:9-12)

En el antiguo Egipto, Isis y Osiris, son también una pareja de hermanos esposos, hijos de Nut. En el Popol Wuj de los mayas, Ixbaloanqué y Hunahpú; son aquí la pareja divina de hermanos esposos; hijos también de una virgen; la doncella Ixquic.

Otras características en el perfil de la mujer Rebeca, son la de su inteligencia, perspicacia, presencia, capacidad para estar alerta, para tomar decisiones inmediatas, valentía, asertividad, desapego, empoderamiento femenino, rebeldía, audacia, astucia y ausencia de sumisión simbolizadas en la decisión de privilegiar a la humanidad solar representada en Jacob y así lograr que Isaac, en su lecho de anciano bendijera a este y no a Esaú, como se relata en Génesis 27, donde se cuenta cómo Rebeca prepara un guiso de cabritos y viste a Jacob con la piel de estos, para simbolizar nuevamente a los animales intelectuales vestidos con piel de chivo. El chivo, el cabrito es un animal asociado a las fuerzas sexuales irreflenables que debemos aprender a dominar y a dirigir. Ese es el trabajo de la humanidad que sigue el camino de IACOB, el del magisterio del fuego sagrado sin fornicación. Por eso al bendecirlo, le provee de trigo y de vino. La semilla de trigo que simboliza la simiente, la energía creadora y el vino de la transmutación alquimista. Rebeca, entonces previene a Jacob del peligro inminente y lo envía a la tierra de sus orígenes, la tierra de los mayores, en Harán a casa de su hermano Labán. Es confuso este relato por la humanidad lunar; pero muy claro y explícito para los buscadores de la verdad, La madre bendita del iniciado, siempre sabrá premiar y proteger a quien se mantiene firme en el pacto de la pureza sexual y la integridad, como Jacob.