Los eones y el Pleroma

En el Diccionario de la Real Academia Española, el DRAE, se encuentran varias acepciones para el concepto de los eones. Transcribiremos la que nos ocupa en este tema: En los estudios gnósticos, cada una de las inteligencias eternas o entidades divinas de uno u otro sexo, emanadas de la divinidad suprema. El término aeón, no está registrado en el diccionario de la Real Academia Española, por lo que nos abstenemos de utilizarlo en nuestra exposición, más que para remitirlo al término usual en habla hispana. Así leemos que: Aeon es una palabra griega αἰών ( aión ) y eso significa lo que es para siempre , o incluso un largo período de tiempo e incluso para designar eternidad . De la lengua griega se puede traducir al portugués como “fuerza vital”, “tiempo de vida”, “eterno” o incluso “generación”. Aeon también se conoce como “éon”, “eão” y “eon”.

En varios diccionarios y otras fuentes, se hallarán referencias a los eones, como la siguiente: Cada uno de los seres eternos, emanados de la unidad divina, que colman el intervalo entre la materia y el espíritu, poniéndolos en relación. En Wikipedia, la definición amplía la del DRAE. Allí se lee que un eón es cada una de las inteligencias eternas o entes divinos, de un sexo u otro, que en conjunto integran la plenitud de la divinidad suprema, de la cual emanan.

La Gnosis eterna y universal enseña que los eones, están dispuestos en una jerarquía descendente que llega hasta la materia. Los eones son emanaciones de lo Divinal incognoscible e inmanifestado. Así, en el tomo V de la Enciclopedia práctica Jackson, se lee: “Dios produce por emanación una serie de seres intermedios, llamados eones. Entre Dios y la materia sitúan los gnósticos el mundo. La emanación de los eones en serie descendente se recorre nuevamente en línea ascendente hasta llevar a la salvación.

Los eones son entidades notables dentro de la Cosmovisión gnóstica. Los eones son entidades divinas, que normalmente están en pares, o tamaños, y que existen en el Pleroma, considerado “un espacio y una luz”. Los nombres de los dioses, deidades o seres divinales están relacionados con características espirituales, como Pistis (fe), Sophia o Protenoia (predicción), con conceptos importantes para el Gnosticismo universal, como anthopos (hombre) o espíritu. Desarrollado por el teólogo Valentín, el concepto eón, señala varios poderes espirituales que evolucionaron de la emanación progresiva del Ser Eterno. El término: eones, se refiere por un lado a los seres celestiales, los cosmocratores o elohim creadores; pero también a regiones celestiales, así como a las partes superiores del Ser. De esta manera, los eones, bien pueden ser siete, los siete cosmocratores, elohim de la Torá y el Tanaj hebreos o cabires, según la tradición semítica. Es decir, los siete genios o logos planetarios estudiados en la Gnosis contemporánea. Los Siete ángeles del Apocalipsis, que en nuestro caso, preferimos denominarlos como elohim, ya que están por encima de la jerarquía celestial de nueve gradaciones, subdivididas en tres triadas, según el Eneagrama: ángeles arcángeles y principados; potestades virtudes y dominaciones; tronos, querubines y serafines. Por aparte, los eones, también pueden ser trece, las doce regiones celestiales y Aelohim, la Divinidad inmanifestada; pero también pueden ser 30, 72 o 360.

José Montserrat Torrents, en su versión de “El Evangelio de Judas”, explica que: “Para designar de modo genérico a las entidades o personificaciones del Mundo Superior Espiritual, los gnósticos de todas las ramas adoptaron el término griego «eón» (aion). En este significado, y en los más usuales de «periodo de tiempo» y de «eternidad», los gnósticos no difieren de los escritos filosófico-religiosos de su tiempo. Entre los gnósticos, «eón» se contrapone al mundo inferior”. Explica además que este uso conceptual tiene su origen en un texto de Platón (Montserrat, 107)

Rafael Vargas, en su obra: El maestro gnóstico Valentín y los valentinianos”, cita al maestro gnóstico Basílides, quien afirmó que: «Y, una vez que el Padre hubo dado toda la potestad, con el consentimiento del Pleroma, es enviado el ángel del Consejo (Jesús) y pasa a ser cabeza (Cristo) de todos los eones después del Padre.

En forma similar, en la versión de Fernando Kein, para “Los Evangelios Gnósticos” y publicada por Almuzara (España, 2008); encontramos en el apartado 17 del Evangelio de la Verdad, lo siguiente: “De esta manera el Logos del Padre surge en la Totalidad como el fruto de su corazón y la forma del rostro de su voluntad. Él (Yeshua) sostiene a la Totalidad, les expía y además asume la forma del rostro de cada uno, purificándolos, trayéndolos de vuelta hacia el Padre y la Madre. Yeshua de bondad infinita. El Padre descubre su seno, que es la Espíritu Santo, revelando su secreto. Su secreto es su Hijo, para que por la misericordia del Padre, los eones dejen de inquietarse buscándolo al Padre y se ubiquen dentro de Él, sabiendo que esto es el reposo”.

También en el numeral 22, se lee: “Entonces cuando la Gnosis se acercó aniquiló al Engaño con todas sus emanaciones El Engaño es vano, porque no tiene nada dentro. La Verdad apareció y todas sus emanaciones la conocieron. Abrazaron al Padre y se unieron con Él en un poder perfecto. Porque cada uno que ama a la Verdad, se pega a la boca del Padre por su lengua, recibiendo la Espíritu Santa. La Verdad es la boca del Padre, su lengua es la Espíritu Santa. Esta es la revelación del Padre y su automanifestación a sus eones. Él ha revelado su secreto, explicándolo todo”.

En la versión de National Geographic para el Evangelio de Judas, se encuentra el análisis de Bart D. Ehrman, titulado “La cristiandad alerta: la visión alternativa del Evangelio de Judas. En dicho texto, se encuentra el siguiente fragmento relativo a los eones: “Algunos pensadores gnósticos explicaron este perverso mundo material desarrollando complicados mitos de la creación. Según esos mitos, la deidad suprema queda enteramente fuera del mundo, pues es espíritu absoluto sin cualidades ni aspectos materiales. Ese ser divino engendró una numerosa prole: los eones, que, como él eran entidades espirituales. Originalmente, ese reino divino habitado por Dios y sus eones era todo cuanto había. Pero sucedió una catástrofe cósmica, en la cual uno de aquellos eones de alguna manera cayó fuera del reino divino, y eso dio lugar a la creación de otras entidades divinas que, por lo tanto cobraron existencia fuera de la esfera divina. Esas divinidades menores crearon nuestro mundo material, hicieron el mundo como lugar donde retener las chispas de divinidad que habían capturado, a las que colocaron en cuerpos humanos. Algunos humanos, en otras palabras, tienen un elemento de la divinidad en su interior, en su núcleo esencial. Esas personas no tienen almas mortales, sino inmortales, encerradas temporalmente en este miserable y caprichoso reino material. Y esas almas necesitan escapar, volver al reino divino de donde vinieron”.

Barbelo

Entre los eones, se encuentra la morada de Barbelo, es decir, la eterna Madre Espacio o Mulaprakriti; tal como se lee en la nota 22 de la versión de National Geographic, para el Evangelio de Judas: “Admitir que Jesús viene del reino (o eón) inmortal de Barbelo es admitir, en términos séticos, que Jesús pertenece al divino reino celestial y es hijo de Dios”.

En la versión de Montserrat Torrents para dicho Evangelio, se lee: “Al día siguiente de estos sucesos, Jesús se [manifestó] a sus discípulos. Y ellos le dijeron: «Maestro ¿adónde fuiste y qué hiciste cuando nos dejaste?». Jesús les respondió: «Me encaminé a una grande y santa generación». Sus discípulos le dijeron: «Señor, ¿Cuál es la gran generación que nos sobrepasa y que es santa y que no está ahora en estos eones?». En las nota 31 de la versión de National Geographic, “Estos reinos o eones son los que aquí abajo son meras copias de los reinos o eones de arriba”. A continuación, en la versión de National Geographic, se lee: “En verdad [yo] os digo que nadie nacido [de] este eón verá esa [estirpe]…”. Más adelante se lee: “’[Sea] creado un eón luminoso’, y fue creado. Creó la segunda luminaria [para] reinar sobre ella, junto con cantidades innumerables de ángeles para que prestaran sus servicios. Así es como él creó el resto de los eones iluminados”. En el análisis de Marvin Meyer, titulado: “Judas y la conexión gnóstica”, contenido en la versión de National Geographic, ya citada, se lee que «La frase “el reino [o eón] inmortal de Barbelo” es frecuente en los textos séticos. Se refiere al reino superior de la divinidad más allá de este mundo, y está asociada con la figura de Barbelo, un personaje destacado de los textos séticos, donde asume el papel de nuestra Madre en los cielos».

En la Introducción a The Gnostic Bible, Marvin Meyer y Willis Barnstone, explican que: “En la literatura clásica de la sabiduría gnóstica, este mundo exaltado es a menudo llamado el pleroma o plenitud de Dios, y los habitantes de este mundo son llamados eones o reinos eternos. El primero de los eones suele ser la divina madre. Para Simon el Mago, ella es Helena, o ennoia, el pensamiento de Dios. En el Libro secreto de Juan ella es Barbelo, o pronoia, el primer pensamiento o previsión de Dios”. Afirman también que: “A menudo, los eones se identifican como atributos espirituales de lo divino, reciben nombres y se unen como parejas, amantes espirituales en la plenitud de lo divino… En el El reino de luz maniqueo, el padre de la grandeza, está rodeado de 12 eones y 144 eones de eones”.   (Traducción libre).

Sophia

Otro de los eones, muy importante es la cosmovisión gnóstica, es Sofía , Sophia o Pistis Sophia, que aparece recurrentemente en los textos gnósticos. Así, en la Introducción a The Gnostic Bible, Marvin Meyer y Willis Barnstone, explican que: “Entre los eones y manifestaciones de lo divino a menudo hay una figura que representa lo divino en este mundo, caído de la luz de arriba pero presente como La luz de Dios con nosotros y en nosotros. En muchos textos gnósticos esta es la figura llamada Sophia o sabiduría, como se mencionó anteriormente”. (Traducción libre)

En el análisis de Marvin Meyer, titulado: “Judas y la conexión gnóstica”, contenido en la versión de National Geographic, ya citado, se lee: “Según los textos séticos, la caída del estado de gracia al comienzo del tiempo fue un suceso divino de dimensiones cósmicas. En la Biblia, el Génesis narra la historia de Adán y Eva, que ceden a la voluntad de la serpiente y comen del árbol de la ciencia del bien y del mal contra la voluntad de Dios. Los textos séticos hablan de Sabiduría divina, personificada en Sofía, que comparte rasgos con Eva y cae en un error que podría tener graves consecuencias,. La parte que se ha salvado del Evangelio de Judas no incluye la historia de Sofía y de su caída. Hay sólo una referencia a Sofía en una parte fragmentada del texto donde, con pocas explicaciones, la llaman “corruptible Sofía”. Después de una laguna hay una referencia a “la mano que ha creado a la gente mortal”, que puede relacionar a Sofía con el dios que creo este mundo. En el libro secreto de Juan el relato de la caída de la Sabiduría es expuesto con más detalle:

Entonces Sofía, que es la Sabiduría del Discernimiento y que constituye un eón, concibió de una idea de sí misma, y con la idea del Espíritu invisible y de la Providencia. Quiso engendrar algo semejante a ella misma, sin el consentimiento del Espíritu, que no había dado su aprobación, sin su compañero y sin la consideración de éste. El compañero no dio su aquiescencia,. Ella no encontró a su compañero, y considero esta cuestión sin la aprobación del Espíritu y sin que su compañero lo supiera. A pesar de todo dio a luz. Y a causa del poder invencible que hay en ella, su pensamiento no fue huero. De su seno nació algo imperfecto y diferente de ella en su apariencia, porque lo había concebido sin su compañero. No se parecía a su madre, y era deforme. (II:9-10).

En la Carta de Pedro a Felipe, el que hace la revelación en el texto da otro detalle crucial de la caída de la Madre Sofía. En la versión de la carta del Códice Tchacos el que hace la revelación dice:

Para comenzar con [relativo a] la imperfección de los eones, su imperfección es la desobediencia. La Madre, dando muestra de escaso juicio, se manifestó sin el mandato del Gran Uno. Fue él quien quiso, desde el comienzo, crear eones. Pero cuando ella [habló], apareció el Soberbio Uno. Una parte del cuerpo de ella fue abandonada, y el Soberbio Uno la tomó, y fue así la imperfección. Esa, pues, es la imperfección de los eones (3-4).

A este respecto, Samael Aun Weor, en su obra “Pistis Sophia develada”, explica lo siguiente: “Pistis Sophia es una palabra compuesta. Pistis Sophia significa: Poder-Sabiduría. Pistis significa Poder. Sophia quiere decir Sabiduría. Incuestionablemente, el Poder está en el Fohat, es decir, en el Fuego. La auténtica Sabiduría se convierte en Fuego. Existe el Fuego del Fuego, la Llama de la Llama, la Signatura Astral del Fuego. Obviamente, Cristo-Sabiduría, es la signatura astral del Fuego. En el Decimotercero Aeón están los terribles Misterios de la Pistis Sophia. Obviamente, la Pistis Sophia surge de entre el seno del Eterno Padre Cósmico Común. Ostensiblemente, la Pistis Sophia surge de entre el Absoluto Inmanifestado y queda depositada en el Aeón Trece. Necesitamos pasar por la Aniquilación budhista si es que queremos desposarnos con la Pistis Sophia. Los adoradores del querido Ego nunca hallarían a la Pistis Sophia”. (Sólo con la muerte adviene lo nuevo, si el germen no muere, la planta no nace. La Pistis Sophia se halla latente dentro de cada uno de nosotros, en nuestro Universo interior. Sólo la muerte del Ego nos permitirá desposarnos con Pistis Sophia para ascender al Aeón Trece. Incuestionablemente, uno de los tres triples poderes, Eros desviado, o Cupido desencaminado, ocasiona a la Pistis Sophia el peor daño.

En el capítulo XXX, de Pistis Sophia develada, se lee: “Cuando Jesús dijo esto a sus discípulos, sucedió que María se adelantó hacia él y le dijo: «Mi Señor, te he oído decir hace poco: «Pistis Sophia es en sí misma una de las cuatro y veinte emanaciones». ¿Cómo es entonces que no está en su región? Pues has dicho: «La encontré debajo del decimotercero Aeón»».

El Kalki Avatar, explica que Sophia o Pistis Sophia, es la la sabiduría divina, la misma diosa de la Sabiduría, Atenea o Minerva, así como la razón objetiva del Ser y la conciencia despierta. Explica que: “Pistis Sophia puede subir o bajar, ascender hasta el Aeón Trece o descender hasta el Tartarus. Pistis Sophia está dentro de nosotros mismos, aquí y ahora. Los Regidores de los doce Aeones, que están dentro de nosotros mismos y que son partes auto-independientes de nuestro propio Ser, sufren y anhelan cuando Sophia se eleva hacia el Aeón Trece, la parte más elevada del Ser. En modo alguno se lograría la perfección de todas las partes autónomas y auto-conscientes de nuestro propio Ser sin los esplendores de Pistis Sophia. Explica además, el Avatar de la Era de Acuario, que: “Los poderes tenebrosos, que moran en los bajos fondos animales del hombre, quieren despojar a la Pistis Sophia de sus poderes, no le perdonan jamás el que ilumine los misterios que están en los niveles superiores del Ser”.

Los eones como regiones cósmicas

El concepto de eones como regiones cósmicas o cielos se refiere a los doce eones y en especial, al eón trece, que corresponde a la región más profunda del Espacio Abstracto Absoluto, el Ain. En el Nuevo Testamento, en la Biblia, constantemente se hace referencia al “reino de los cielos” (en plural, indicando que son varios). Pablo en la segunda de Corintios habla del tercer cielo, cuando dice: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”. (2 Co 12:2). Dante Alighieri describe detalladamente nueve cielos y los mayas hablan de trece cielos. Los trece cielos de la cosmovisión maya, son los 13 eones o regiones celestiales.

Según Henri Charles Puech, en su obra: En torno a la Gnosis, el conjunto de emanaciones divinas forma el Pleroma. El Pleroma es el mundo divino, la morada de la luz.

El mundo divinal, el ámbito glorioso del Pleroma, surgió directamente de la Luz negativa, de la existencia negativa. Finalmente, el Nous, Espíritu o Neuma, contiene en sí mismo infinitas posibilidades susceptibles de desarrollo durante la manifestación. Entre los límites extraordinarios del Ser y del no Ser de la filosofía se ha producido la multiplicidad o caída. El mito gnóstico de la caída de Sophia (la divina sabiduría) alegoriza solemnemente a este terrible trastorno en el seno del Pleroma.

Los primeros nueve cielos se corresponden con cada uno de los planetas, según el orden del antiguo sistema de clasificación astronómica: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Cada uno de esos cielos es la morada de una categoría especial de seres divinos, según la clasificación angélica. El orden es el siguiente: ángeles, arcángeles y principados; constituyen la primera triada. Potestades, virtudes y dominaciones; corresponden a la segunda triada. Tronos, querubines y serafines a la última y más alta triada. El ascenso a cada uno de los doce cielos, se corresponde con los doce trabajos de Hércules. Los tres cielos que se encuentran en lo más alto, corresponden a las tres regiones del Ain Soph.

Los treinta eones pleromáticos

Samael Aun Weor, explica en el capítulo titulado: “Antropología Gnóstica de su obra: “La Doctrina secreta de Anáhuac, que: “El mito gnóstico de Valentín, que en forma específica nos muestra a los treinta eones pleromáticos surgiendo misteriosos de entre el Espacio abstracto absoluto por emanaciones sucesivas y ordenadas en parejas perfectas, puede y debe servir como arquetipo modelo de un mito monista que en forma más o menos manifiesta se encuentra presente en todo sistema gnóstico definido”. En Pistis Sophia develada, explica además el maestro que los eones emanan resplandecientes del Pro-Padre. El Avatar de Acuario, también explica que los treinta eones surgen en la aurora de la creación y son los cosmocratores o elohim creadores.

En The Gnostic Bible, Marvin Meyer y Willis Barnstone, hacen un análisis de la literatura Valentiniana y explican que: “De la profundidad emana el pleroma de la divinidad, organizado como (al menos) quince pares de seres, o parejas, para un total de (al menos) treinta reinos eternos (eones) Todos están suspendidos, todos se mantienen en la plenitud de lo divino”.

Zeferino González, en su Historia de la Filosofía, refiriéndose al Gnosticismo panteísta, afirma que “El representante principal del gnosticismo panteísta es, a no dudarlo, Valentín o Valentino, que vivía y dogmatizaba en Alejandría por los años 140 de nuestra era; que pasó después a Roma, y que falleció en la isla de Chipre en el año de 160. Reuniendo, desarrollando y sistematizando las corrientes panteístas parciales que hasta entonces se habían manifestado en el seno del gnosticismo durante la primera época de su fermentación, formuló este gnóstico alejandrino un sistema más acabado y completo … He aquí sus rasgos principales:

1º Desde la eternidad y antes que todas las demás cosas, y como principio de todas ellas, existía el Abismo, al cual acompañaba el Silencio. Al cabo de infinidad de siglos, el Abismo concibió la idea de manifestarse, y habiendo depositado esta idea en su compañero el Silencio, nacieron de ella simultáneamente la Inteligencia y la Verdad, las cuales, en unión con los dos primeros, constituyen los cuatro Eones primitivos, las cuatro manifestaciones primordiales de la Divinidad o del Ser. Esta tetrada primitiva pasó después a ser ogdoada, porque la inteligencia y la verdad producen la Palabra y la Vida, y éstas a su vez producen al Hombre y la Iglesia. Esta ogdoada primordial da origen a otros veintidós Eones, diez de los cuales emanan de la Palabra y la Vida, y los doce restantes del Hombre y la [458] Iglesia. La emanación de unos y otros se verifica por Syzigias o parejas, y todos reciben denominaciones más o menos extrañas y obscuras. Los doce pares de Eones que emanan del Hombre y la Iglesia son Parakletos (el paracleto o consolador), y Pistis (la fe); Patriklos (la paternidad, lo que pertenece al padre), y Elpis (la esperanza); Metriklos (lo que dice relación a la madre, la maternidad), y Agape (la caridad); Aeinous (lo que siempre entiende o es inteligente), y Synesis (la prudencia); Eclesiastikios (el eclesiástico), y Makariotes (la dicha); Thélétos (el volente o voluntad), y Sophia (la sabiduría).

Fácil es reconocer que esta colección de Eones, siendo como es politeísta, o, mejor dicho, mitológica en cuanto a su forma, es esencialmente panteísta en su fondo y en su contenido real, en atención a que todos esos Eones son fases y emanaciones descendentes del Ser, el cual, inactivo y silencioso antes, sale de su reposo y silencio para manifestarse y desarrollarse en Inteligencia y Verdad, en Palabra y Vida, en Humanidad e Iglesia o Cristianismo. Lo mismo puede aplicarse a los demás Eones inferiores, emanaciones mediatas del Ser, e inmediatas de la ogdoada. A través de la diversidad de nombres y del proceso por parejas, lo cual puede considerarse como una reminiscencia y reproducción de los dioses masculinos y femeninos del politeísmo, descúbrese con toda claridad el pensamiento panteísta, pensamiento que aparece más indudable y evidente cuando se tiene en cuenta que, según el gnóstico alejandrino, estos treinta Eones constituyen el Pleroma, como si dijéramos, la totalidad, la plenitud del Ser primitivo y absoluto. [459]

Estos 30 eones se ven como una escalera de 30 peldaños que se extiende desde la tierra hasta los cielos. El peldaño superior de esta escalera cósmica es el Primer Eón, la fuente de todo, Dios, mientras que el peldaño inferior es el Trigésimo Eón, el mundo material. En cada peldaño había un guardián angelical cuyo nombre y naturaleza tenían que ser conocidos para poder avanzar al siguiente peldaño de la escalera eónica. El segundo modelo eónico era una serie de 30 círculos concéntricos, donde cada círculo era un peldaño de la escalera cósmica. En última instancia, esta división gnóstica de 30 categorías se convirtió en la base del sistema mágico enoquiano del mago isabelino John Dee.

2º El Eon femenino Sophia, último de los treinta cuyo conjunto forma y representa el mundo inteligible o superior, habiendo concebido un deseo violento de comprender al Padre (al Ser primitivo o divino), produjo en el Pleroma una perturbación y desequilibrio, perturbación y desequilibrio que cesaron cuando el Hijo único del Padre (la inteligencia, el segundo Eón del Pleroma) produjo una nueva pareja de Eones, a saber, el Cristo y el Espíritu Santo, destinados a restablecer el equilibrio y la paz entre los Eones del mundo superior.

Sin embargo, a causa de su desordenado deseo de unirse con el Abismo y de comprender su ser, la Sophia fue desterrada del Pleroma y precipitada en el caos, transformándose en Sophia Achamoth, o sabiduría de orden inferior, y dando origen con sus pasiones, crisis y agitaciones, al mundo material y visible, el cual es, por consiguiente, una degeneración del inteligible o superior, y debe su origen inmediato a la pasión, al movimiento desordenado y malo de uno de los Eones que constituyen el Pleroma. La materia y el Demiurgo son las producciones primeras de la Sophia inferior, la cual, por medio del Demiurgo, que es como el alma universal y el principio activo del mundo, produce todos los seres mundanos, y entre ellos el hombre, el cual recibe su cuerpo de la materia, su alma del Demiurgo y la parte espiritual de la Sophia inferior, la cual recibió este poder del Espíritu Santo enviado por Cristo.

Respecto de los treinta eones pleromáticos, Rafael Vargas, en su obra: El maestro gnóstico Valentín y los valentinianos”, explica que: “Así como es importante la visión que tenían los gnóstico valentinianos al respecto del Misterio de la Santísima Trinidad, no es menos su interés el de los treinta Aeones pleromáticos y las causas de su caída en la materialidad”. Vargas se apoya en Samael Aun Weor y continúa aclarando que: “En el capítulo X: ANTROPOLOGÍA GNÓSTICA, de La Doctrina Secreta de Anawak del V.M. Samael Aun Weor, que nos servirá de marco y guía en el presente capítulo, leemos: «El racionalismo especulativo, en vez de enriquecer al lenguaje gnóstico, lo empobrece lamentablemente ya que los relatos gnósticos, escritos o alegorizados en cualquier forma artística, se orientan siempre hacia el Ser». No se podra evitar, por lo tanto, que cada uno, cada cual, de su propia interpretación a cuestiones que son misterios indecibles, inefables y supracelestes”. Luego cita a Valentín:

El Dios trascendente

«Al principio, el que es paternidad subsistente contenía en sí todas las cosas, que se hallaban en él en ignorancia. Algunos le llaman “Eón inmarcesible”, siempre joven, andrógino, que todo lo contiene y no es contenido. Al Pensamiento que estaba en él unos los llaman Pensamiento, otros Gracia, propiamente, porque suministra los tesoros de la Grandeza a los que provienen de Ella; pero los que hablan verdad la llaman Silencio, porque la Grandeza lo ha acabado todo a través de la reflexión sin palabra».

Al respecto, Vargas explica que: “Al Pensamiento que está en ese Eón inmarcesible le llaman Pensamiento, Gracia o Silencio, reflexión sin palabras, es decir «Gnosis», y el Gnosticismo universal nos lo ha enseñado con diversidad de nombres. «La palabra Gnosis, no es sino la castellanización de la palabra latina «Jina», su verdadera escritura deriva del Parsi y del Arabe, originalmente no era Jina, sino DJIN o DJINN, y así la vemos empleada por muchos autores: JAN, CHHAN, o KAN, DAN, DZAN, D’JAN, JAIN, JIAN, IOAN, CHOAN, todas equivalentes de JANA, YANA, GNANA, GNOSIS, conocimiento».

 Y vuelve a apoyarse en Samael Aun Weor, en la obra “La doctrina secreta de Anáhuac”: “«Ostensiblemente, tanto en esencia como en accidente, Gnosis y Gracia son identificables fenomenológicamente. Sin la Gracia divina, sin el auxilio extraordinario del Hálito sagrado, la Auto-Gnósis, la autorealización íntima del Ser, resultaría algo mas que imposible. Autosalvarse es lo indicado y esto exige plena identificación del que salva y de lo que es salvado. Lo Divino, que habita en el fondo del alma, la auténtica y legítima facultad cognoscente, aniquila al Ego y absorbe en su paropsia a la Esencia y, en total iluminación, la salva. Este es el tema del Salvator Salvandus.»

A continuación, Vargas cita nuevamente a Valentín, en el desglose de la emanación pleromática de los treinta eones:

La primera Tétrada

«Al principio, pues, el Pensamiento incorruptible, queriendo romper las eternas cadenas, ablandó la Grandeza introduciéndola al deseo de su reposo. Y se unió con él y produjo al padre de la verdad, al que los perfectos han llamado Hombre con toda propiedad, porque era el antitipo del ingénito preexistente».

 Y continúa con su explicación y apoyándose en el Avatara de Acuario: “El deseo de grandeza, anhelar ser algo, origino el descalabro, la primera manifestación, de aquello que no tiene manifestación, y produjo “al Hombre Ingénito” preexistente (Padre) o átomo Ain Soph, una primera diferenciación no manifestada fuera del Absoluto, Aelohim, Adibuda, Agnosthos Theos, Aquello de donde surge más tarde nuestro Ser particular, es decir Elohim, Buda o el Dios gnóstico. Entonces, del Eón Inmarcesible (Abismo) y su Deseo de su Grandeza, nace el Padre del Padre, y surge una Díada”.

«El mito gnóstico de la caída de Sophia (la divina Sabiduría) alegoriza solemnemente a este terrible trastorno en el seno del Pleroma. El deseo, la fornicación, el querer resaltar como Ego, origina el descalabro y el desorden, produce una obra adulterada que incuestionablemente queda fuera del ámbito divinal aunque en ella queda atrapada la Esencia, el Budhatta, el material psíquico de la humana criatura. El impulso hacia la unidad de la vida libre en su movimiento puede desviarse hacia el Yo, y en la separación, fraguar todo un mundo de amarguras. La caída del hombre degenerado es el fundamento de la Teología de todas las naciones antiguas. Según Filolao, el pitagórico (sigloV antes de J.C.), los filósofos antiguos decían que el material psíquico, la Esencia, estaba enterrada entre el Yo como en una tumba, como castigo por algún pecado. Platón testimonia también así, que tal era la doctrina de los órficos y que el mismo la profesaba. El deseo desmedido, el trastocamiento del régimen de la emanación, conduce al fracaso. El querer distinguirse como Ego origina siempre el desorden y la caída de cualquier rebelión angélica». (SAW. La doctrina secreta de Anáhuac).

«Se necesita perfección absoluta, para no desprenderse jamás del seno de la Infinitud que todo lo sustenta». «Cualquier anhelo -por insignificante que sea- de vida separada, de ser alguien, es suficiente como para desprenderse de Aelohim y caer en el Reino del Demiurgo Creador…».(SAW. Pistis Sophía develada).

«La desviación del Demiurgo Creador, la antítesis, lo fatal, es la inclinación hacia el egoísmo, el origen real de tantas amarguras. Indubitablemente, la Conciencia egoica se identifica con Yahvé, el cual, según Saturnino de Antioquía, es un Ángel caído, el genio del mal. La Esencia, la Conciencia embotellada entre el Ego, se procesa dolorosamente en el tiempo en virtud de su propio condicionamiento. La situación, por cierto no muy agradable, repetida incesanmente en los relatos gnósticos del Pneuma, sometido cruelmente a las potencias de la Ley, al mundo y al abismo, resulta demasiado manifiesta como para insistir aquí sobre ella». (La doctrina secreta de Anáhuac).

«Si esas “Mónadas Primordiales” no anhelaran ser algo, o alguien, el desequilibrio de las tres Gunas (Sattwa, Rayas y Tamas) no sería factible. Para que las tres Gunas se desequilibren, tiene que existir una causa ingénita, un principio motos ignoto, profundo. Yo encuentro, tal causa causorum, entre los átomos o “Chispas Virginales” que reposan entre el seno del Eterno Padre Cósmico Común. Tiene que haber alguna forma de imperfección (incomprensible para el análisis meramente intelectivo), que viene, naturalmente, a convertirse en esa ingénita causa, que a su vez hace que las “mónadas”, sumergidas entre el seno del Eterno Padre Cósmico Común, anhelan ser algo, o alguien. Si esas Mónadas gozaran de absoluta perfección, no desearían ser algo, o alguien, entonces el desequilibrio de las tres Gunas tampoco sería factible». (SAW. El Universo y los tres Gunas).

A continuación otra cita del texto de Valentín

Abismo, Silencio, Padre, Y Verdad.

«Despúes de ésto, Silencio indujo una unidad natural de luz, y junto con el Hombre (Padre) 

—su conyugio (pareja) consistía en el querer— produjo la Verdad. Los perfectos la llaman con toda razón Verdad, porque era verdaderamente semejante a su madre Silencio, la cual quería que las luces quedaran divididas por igual entre el varón y la hembra, para que, a través de ellos, también la*** que poseían se manisfetara a los que procedían de ellos y estaban divididos en luces sensibles».

 Los setenta y dos y trescientos sesenta eones

En la versión de National Geographic de “El Evangelio de Judas”, se lee: “Los doce eones de las doce luminarias constituyen su padre, con seis cielos por cada eón, de manera que hay setenta y dos cielos para las setenta y dos luminarias, y por cada [50] [de ellos cinco] firmamentos, [para un total de] trescientos sesenta [firmamentos …]. Se les dio autoridad y una [gran] hueste de [innumerables] ángeles, para gloria y adoración, [y tras eso también] espíritus vírgenes, para gloria y [adoración] de todos los eones y los cielos y sus firmamentos”. En la nota 106 de dicha versión del Evangelio de Judas, se lee: “Estos eones y luminarias, los poderes espirituales del universo, representan aspectos del mundo, especialmente el tiempo y las unidades de tiempo. Cabe comparar los doce eones con los meses del año y los signos del zodíaco”.

En el análisis citado: “Judas y la conexión gnóstica” Meyer, establece paralelismos con otro texto gnóstico: “Eugnostos el bienaventurado” y cita lo siguiente: “El autor de Eugnostos el Bienaventurado describe la creación de eones y otras potencias en dos importantes pasajes: Las doce potencias de las que he hablado se emparejaron entre sí y engendraron <seis> machos y <seis> hembras, y fueron en total 72 potencias. Cada una de las 72 dio existencia a cinco potencias espirituales, y el número de potencias llegó a 360. Y están unidas en el deseo. De esta manera la Humanidad inmortal llegó a simbolizar nuestro reino. El primero en concebir, el hijo de la Humanidad inmortal, hadce de símbolo del tiempo. El [salvador] simboliza [el año]. Las doce potencias son símbolos de los doce meses. Las 360 potencias nacidas del salvador representan los 360 días del año. Y los ángeles nacidos de ellas y que son innumerables representan las horas y minutos. (Códice III:83-84, Nag Hammadi)”.

Historia de Rebeca (Rivkáh)

En el libro del Génesis, en el Pentateuco o bien, en Rivkáh, en la Torah, aparece la historia de Rebeca, hija de Betuel (Gn 22:23), arameo de Padan Aram, quien a su vez, fue el menor de los ocho hijos de Milca y de Nacor (Nahor); lo que nos recuerda a los Ocho cabires o kabirim, una palabra fenicia que designa a divinidades misteriosas de los pueblos antiguos, incluidos los israelitas. La tradición cuenta que Tharé, padre de Abraham, los adoró con el nombre de Teraphim, Gibborim o en su equivalente cristiano, los arcángeles o mejor dicho, los elohim, genios o logos planetarios. Son los más grandes dioses, es decir, constituyen los siete ángeles ante el trono del Cordero del Apocalipsis, los Cosmocratores o creadores del Universo. Son siete hermanos, quienes tienen por padre al Sol, es decir, nuestro señor el Cristo. En algunas tradiciones son ocho, ya que se incluye también al Señor de la Tierra, Melquisedek, sacerdote del Dios Altísimo.

 

En Génesis 12, se lee que Abraham (Abram o Ar bar man), tuvo dos hermanos: Harán y Nacor. En textos originales, Abraham se reconoce como Ar Braham, que nos recuerda a Brahma, el Espíritu universal de vida y uno de los integrantes divinos de la trimurti hindú: Brahma, Siva y Visnú.

 

Harán fue padre de Lot, Milca e Isca. Singularmente, Rebeca nació en Harán (del verbo hacer y una combinación de las runas nórdicas Hagal. Ar y Not), una región de Mesopotamia, donde según el relato bíblico, también nació Abraham.

 

Rebeca era una joven mujer virgen, hermosa y atractiva, a quien ningún hombre había conocido cuando aparece por primera vez en la escena bíblica, con un cántaro sobre el hombro junto a un pozo de agua. Pertenecía a una familia de pastores en alusión a que pertenece al linaje de la fraternidad de la luz. En el relato de Rebeca, lo mismo que en muchos relatos bíblicos, es concurrente la escena junto a un pozo, a un manantial en alusión a los pozos íntimos de las gónadas o glándulas genitales donde se halla depositada la preciosa energía creadora. Allí se encuentra un recién llegado. Un criado de Abraham quien ha llegado por encargo de su señor, con diez camellos esperando que una doncella le ofrezca de beber. Ha decretado un oráculo y ha pedido a Adonai, Dios que si se cumple el oráculo, encuentre, en la mujer que le dé de beber a él y a los camellos, a la futura esposa de Isaac, hijo de Abraham.  El número diez en Cábala simboliza la rueda de la vida, la rueda de la fortuna, la rueda del destino o del samsara; la retribución, la recurrencia. También se relaciona con los diez principios del ser humano o los diez sephirotes o sephirah de la Cábala: el cuerpo físico, la vitalidad, las emociones y deseos, la mente, la voluntad, la conciencia, el Espíritu y la Santa Trinidad en nosotros: Padre, hijo y Espíritu Santo.

 

Este relato tiene mucha semejanza con el encuentro de Jesús y la mujer Samaritana. Es innegable que, la relación que se hace de dar agua a hombres que vienen del desierto; lleva el simbolismo del agua de vida. El desierto, representa la tierra filosófica, nuestro mundo interior que aún no ha sido fertilizada por el agua de vida. En Génesis 24, se entrevé que características de Rebeca son la laboriosidad, generosidad, amabilidad y hospitalidad. “salía con su cántaro sobre su hombro. Y la doncella era de aspecto muy hermoso, virgen, a la que varón no había conocido; la cual descendió a la fuente, y llenó su cántaro, y se volvía. Entonces el criado corrió hacia ella, y dijo: Te ruego que me des a beber un poco de agua de tu cántaro. Ella respondió: Bebe, señor mío; y se dio prisa a bajar su cántaro sobre su mano, y le dio a beber. Y cuando acabó de darle de beber, dijo: También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber. Y se dio prisa, y vació su cántaro en la pila, y corrió otra vez al pozo para sacar agua, y sacó para todos sus camellos. Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no. Y cuando los camellos acabaron de beber, le dio el hombre un pendiente de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez, y dijo: ¿De quién eres hija? Te ruego que me digas: ¿hay en casa de tu padre lugar donde posemos? Y ella respondió: Soy hija de Betuel hijo de Milca, el cual ella dio a luz a Nacor. Y añadió: También hay en nuestra casa paja y mucho forraje, y lugar para posar. El hombre entonces se inclinó, y adoró a Jehová, y dijo: Bendito sea Jehová, Dios de mi amo Abraham, que no apartó de mi amo su misericordia y su verdad, guiándome Jehová en el camino a casa de los hermanos de mi amo. Y la doncella corrió, e hizo saber en casa de su madre estas cosas”. (Gn 24:15-28)

 

Luego se narra que el criado de Abraham coloca un zarcillo de oro en la nariz de Rebeca y brazaletes en sus manos. Al pedir la mano de Rebeca se le pide que ella se quede con la familia unos días, diez días o meses; pero finalmente convinieron en que la partida fuera inmediata. En el perfil del arquetipo de Rebeca, hay, firmeza, autonomía y equidad. Es una mujer decidida No viene de un hogar patriarcal, sino de un hogar en el que se le consulta y su parecer es determinante. Así que Rebeca partió junto con sus mozas o nodrizas montada en un camello. Símbolo de la sobriedad, de la frugalidad, de la vida nómada y los viajes, de la paciencia, de su fortaleza física para soportar grandes cargas y la capacidad de avanzar lentamente por sendas áridas, de la capacidad de sobrevivir con poca agua. Es quien conduce al iniciado por su desierto interior.

El encuentro de Rebeca con Isaac es maravilloso. Este ha salido a meditar al campo (Gn 24:63). La práctica de la meditación es antiquísima y no es exclusiva de la India; sino que se encuentra en todas las cosmovisiones. Venía del pozo del Viviente que me ve. Rebeca desciende del camello y se cubrió el rostro con su velo. El velo de Isis, el velo del misterio y que los mortales, no pueden retirar.

Rebeca era estéril, siguiendo la tradición bíblica asociada a la castidad, al pacto con Dios de mantener viva la energía creadora y sin fornicar. Isaac, de 40 años, ora a la divinidad para tener descendencia y Jehová se la concede. Isaac y Rebeca, representan a la divina pareja, a la pareja de esposos que trabajan en tierras fértiles, en su liberación interior.  Del matrimonio de Isaac con Rebeca, nacieron los gemelos Esaú y Jacob; quienes vienen combatiendo desde el vientre. Al consultar a Adonai, este le explica que dos naciones surgirán de entre su seno. El relato nos recuerda a los gemelos de muchas mitologías, como Castor y Pólux, en la tradición helénica y los gemelos de las tradiciones masónicas y también a las dos humanidades. Una fornicaria, representada en Esaú, quien trae amarguras para Isaac y Rebeca; y la otra casta simbolizada en Jacob (IAcOb). El que Esaú haya sido velloso como los cabritos hace alusión a los instintos animales de la humanidad lunar. La historia bíblica cuenta cómo Esaú vende su primogenitura por un plato de lentejas. El color rojo del guisado (Gn 25:30) hace alusión al fuego sexual de la lujuria y la fornicación; como lo corrobora Proverbios 13:13, en la Septuaginta, en la versión de Jünemann: “Quien desprecia una cosa, despreciado será por ella”. Es similar el texto en el Tanaj (hebreo): “Aquél que desprecia la cosa, sufrirá por ello”.

Isaac, Rebeca y su familia se fueron a vivir a Gerar a tierras de Abimelec, rey de los filisteos. Rebeca era una mujer atractiva, lo que provocó deseos sexuales entre los filisteos; por lo que Isaac la presentó como su hermana. La historia de los hermanos gemelos y de los hermanos esposos es recurrente en los diferentes relatos místicos de la antigüedad. En la misma Biblia, aparece el relato de Abraham, quien también presentó como hermana a su esposa Sara, en tierras de Egipto y que se narra en Génesis, En Cantar de los cantares, se lee también: “Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía; Has apresado mi corazón con uno de tus ojos, Con una gargantilla de tu cuello. ¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! ¡Cuánto mejores que el vino tus amores, Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas! Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano. Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía; fuente cerrada, fuente sellada”. (Cnt 4:9-12)

En el antiguo Egipto, Isis y Osiris, son también una pareja de hermanos esposos, hijos de Nut. En el Popol Wuj de los mayas, Ixbaloanqué y Hunahpú; son aquí la pareja divina de hermanos esposos; hijos también de una virgen; la doncella Ixquic.

Otras características en el perfil de la mujer Rebeca, son la de su inteligencia, perspicacia, presencia, capacidad para estar alerta, para tomar decisiones inmediatas, valentía, asertividad, desapego, empoderamiento femenino, rebeldía, audacia, astucia y ausencia de sumisión simbolizadas en la decisión de privilegiar a la humanidad solar representada en Jacob y así lograr que Isaac, en su lecho de anciano bendijera a este y no a Esaú, como se relata en Génesis 27, donde se cuenta cómo Rebeca prepara un guiso de cabritos y viste a Jacob con la piel de estos, para simbolizar nuevamente a los animales intelectuales vestidos con piel de chivo. El chivo, el cabrito es un animal asociado a las fuerzas sexuales irreflenables que debemos aprender a dominar y a dirigir. Ese es el trabajo de la humanidad que sigue el camino de IACOB, el del magisterio del fuego sagrado sin fornicación. Por eso al bendecirlo, le provee de trigo y de vino. La semilla de trigo que simboliza la simiente, la energía creadora y el vino de la transmutación alquimista. Rebeca, entonces previene a Jacob del peligro inminente y lo envía a la tierra de sus orígenes, la tierra de los mayores, en Harán a casa de su hermano Labán. Es confuso este relato por la humanidad lunar; pero muy claro y explícito para los buscadores de la verdad, La madre bendita del iniciado, siempre sabrá premiar y proteger a quien se mantiene firme en el pacto de la pureza sexual y la integridad, como Jacob.

 

 

 

La Gnosis eterna y universal

Contenido

Introducción

Delimitación del término: Qué es y qué no es Gnosis

El Coloquio de Mesina

Universalidad de la Gnosis

La Gnosis Cristiana

Introducción

En el presente estudio, en primer lugar, se hace una recopilación de referencias y explicaciones dadas por diferentes guías espirituales y académicos, especialistas en religión y filosofía antigua con el propósito de delimitar de manera apropiada el concepto de Gnosis y diferenciarlo de lo que no es Gnosis. Se dedica un espacio suficiente al Coloquio de Mesina de 1966 sobre los orígenes del Gnosticismo, donde se formuló la definición de la raíz griega Gnosis, tal como la reconocen, los gnósticos contemporáneos, incluido Samael Aun Weor, el Presidente fundador de las instituciones gnósticas contemporáneas: Gnosis: Conocimiento iluminado de los misterios divinos reservados a una élite. En la sección: La Universalidad de la Gnosis, se hace una aclaración a lo concluido en el Coloquio en torno de la delimitación geográfica y cronológica del Gnosticismo. Finalmente, se incursiona en la Gnosis cristiana, con referencias a la importancia que se da en la Biblia judeocristiana al conocimiento y se hace un breve abordaje al libro cumbre de los gnósticos: Pistis Sophia para desembocar en la concepción de una Gnosis eterna y universal.

Delimitación del término: Qué es y qué no es Gnosis

Gnosis es la síntesis de todos los conocimientos necesarios para llegar a la divinidad. Por ello, usualmente, en diccionarios y enciclopedias se afirma que el gnosticismo es un conjunto de doctrinas filosófico-religiosas, mezcla de creencias cristianas con principios del platonismo, de las tradiciones judías, caldeas y orientales, así como de elementos esotéricos.

Sin embargo, investigaciones más profundas van más lejos. Por ejemplo, Henry Durvill en su libro Los misterios iniciáticos, cita una frase de Hermes Trismegisto, el tres veces grande dios Ibis de Thot:

“Buscad un piloto que os encamine hacia las puertas de la Gnosis, donde refulge la deslumbradora luz, limpia de tinieblas, donde nadie se embriaga, donde todos son sobrios y vuelven sus miradas hacia el que quiere ser contemplado, el inaudito, el inefable, invisible para los ojos de la carne, visible para la inteligencia y el corazón”.

Hermes Trismegisto, el hombre dios, un sabio egipcio y guía espiritual de los faraones egipcios, cuyos nombres se asocian a los dioses Dyehuty, Tot y Hermes o Mercurio. Para Durvill, Hermes Trismegisto ejerce su influencia, en torno del siglo XXV A.C. A Hermes Trismegisto se le atribuye haber legado a la humanidad la ciencia de la Alquimia y el sistema de ciencias metafísicas, conocido como Hermetismo. Se le atribuye el libro La Tabla de Esmeralda y el Corpus Hermeticum. La atribución de “Tres veces grande”, solo se le puede conferir a un ser humano que después de alcanzar el Nacimiento segundo, logra la Auto realización íntima del Ser y alcanza la legítima inmortalidad y la auténtica Resurrección de los muertos, por lo que se convierte en tres veces grande. Hermes o Mercurio nos da la clave para transmutar los metales viles en el oro puro del Espíritu, la transmutación alquímica del plomo en oro, que se equipara al milagro de Jesús, en las bodas de Caná, al transmutar el ens seminis, las aguas de la vida, en el vino de luz del alquimista previo compromiso de huir de la fornicación.

Durvill refiriéndose a las antiguas iniciaciones y a los estudios gnósticos, afirma: “Los tiempos de la iniciación se extinguieron siglos antes de la Era Cristiana. Los adeptos se retiraron, como ocurrió en la Asiria, reintegrándose a los lugares de su origen, en la región norte del Indostán. Otros iniciados de inferior categoría salieron de Memphis para llevar a Grecia la luz del esoterismo. En Alejandría existieron también algunas agrupaciones y durante la Edad Media, desde Alejandría y el Asia Menor vienen a Europa los adeptos de Gnosis, y del Hermetismo”.

Helena Petronila Blavatsky en La clave de la Teosofía explica que: “Pitágoras denominaba a su Gnosis “el conocimiento de las cosas que son” o h gnwçiç onpwu, y reserva esos conocimientos sólo para sus discípulos, que habían jurado guardar el secreto; para aquellos que podían asimilarse ese alimento mental y hallar en él satisfacción; a los que juramentaba para guardar el secreto y el silencio”.

Gnosis es el conocimiento de uno mismo. Es el conocimiento de nuestros propios límites y posibilidades. El conocimiento de quiénes somos, de dónde vinimos y hacia dónde vamos.

Para Annie Besant, en su obra: Los Misterios, “el fondo y esencia de la enseñanza, que pone al individuo en posesión de la Gnosis o conocimiento real, el saber místico que substituye la creencia por el conocimiento y permite decir al hombre con toda certeza: «Yo conozco las cosas de los mundos superfísicos», esta enseñanza era en todas partes única e idéntica, y aunque difiriesen los cultos externos, lo que constituía la entraña, el culto interno y fondo de los Misterios era semejante en todos”.

Gnosis, es un conocimiento dinámico, liberador y transformador. El gnóstico, al conocerse, diferencia plenamente entre su Ego y su Esencia maravillosa o chispa divina. En el proceso de conocerse, libera y desarrolla su Esencia o fracción de alma, despertando la conciencia. Al mismo tiempo, descubre su Ego (los defectos de carácter) o elementos indeseables de conducta, lo comprende y mediante un trabajo psicológico; pero de una escuela de Psicología en particular, una escuela que enseñe a liberarse del Ego y a despertar conciencia, una Psicología Gnóstica que dé los métodos y procedimientos para encaminar un esfuerzo serio, que, si cuenta además con el auxilio de lo divinal, gradualmente logra eliminar esos elementos indeseables de conducta.

El conocimiento de uno mismo se denomina: autognosis. Es un tipo de conocimiento que se obtiene a través de la observación íntima. Los filósofos griegos de la antigüedad se referían a él con la frase: gnosce te ipsum. «Conócete y conocerás el Universo y a los dioses» y que se encontraba grabado en el pórtico del templo de Apolo, en Delfos. Entre los Diálogos de Platón, en el primer Alcibiades, se lee: “Así, mi querido Alcibiades, sigue mis consejos, y obedece al precepto que está escrito en el frontispicio del templo de Delfos: Conócete á ti mismo”.

Todo el proceso de autoconocerse, se realiza en la vida diaria, pero también a través de la experiencia mística directa. Este tipo de experiencias permiten acceder a otros tipos de conocimiento, ajenos al que se obtiene mediante la razón. La imaginación, la inspiración, la intuición, la auto reflexión evidente del Ser, la meditación y la experiencia en los mundos superiores de conciencia llevan al estudiante gnóstico a la autognosis.

Uno de los grandes investigadores contemporáneos de la  Gnosis histórica, Henri Charles Puech, afirma que: «De manera más especial, en los sistemas religiosos de los que constituye el fondo, la Gnosis aparece como un conocimiento que trae consigo y procura por sí mismo la salvación, una ciencia liberadora o salvadora, un saber que es en sí y por sí mismo salvación. Se llama o puede llamarse gnosticismo -y también gnosis- a toda doctrina o actitud religiosa fundada sobre la teoría o la experiencia de la obtención de la salvación mediante el conocimiento.» (Tomado de En torno a la Gnosis)

Elaine Pagels, otra autoridad mundial en el estudio de la Cosmovisión gnóstica,  en su obra: “Los evangelios gnósticos” establece claramente la diferencia entre  qué es Gnosis y qué no lo es:

“Aquellos que dicen no conocer nada sobre la realidad última se les denomina «agnósticos» (literalmente: «que no conocen»), a la persona que sí afirma conocer tales cosas se le llama «gnóstica» («conocedora»). Pero gnosis no significa principalmente conocimiento racional. La lengua griega establece una distinción entre el conocimiento científico o reflexivo («él conoce o sabe matemáticas») y el conocimiento a través de la observación o la experiencia («él me conoce»), que es la gnosis. Tal como la utilizan los gnósticos, podríamos traducirla por «intuición», porque gnosis entraña un proceso intuitivo de conocerse a uno mismo. Y conocerse a uno mismo, decían ellos, es conocer la naturaleza y el destino humanos. Según el maestro gnóstico Teodoro, que escribía en Asia Menor hacia 140-160, el gnóstico es aquel que ha llegado a entender «quiénes éramos y en qué nos hemos convertido; dónde estábamos… hacia dónde nos apresuramos; de qué se nos está librando; qué es el nacimiento y qué es el renacimiento. Sin embargo, conocerse a uno mismo, en el nivel más profundo, es al mismo tiempo conocer a Dios; este es el secreto de la gnosis”.

Puech, da una explicación similar, cuando expone que “El idioma griego conocía muy bien los términos de gignóskein (conocer) y de gnosis (conocimiento), y en ciertos contextos filosóficos (platónicos o pitagóricos), estas expresiones podían designar el conocimiento verdadero (por oposición a la doxa, conocimiento aproximativo, dudoso, ilusorio) de los seres (onta) o incluso de Dios. Pero no se las empleaba «técnicamente» e implicaban siempre un proceso dialéctico y discursivo del espíritu, proceso que puede desembocar en una intuición, pero que sigue estando fundado sobre una especulación de orden humano…” Explica, además Puech que “El término de gnosis empleado por separado no basta en griego: exige o sobreentiendo un genitivo que designe el objeto de la «gnosis». Este objeto, en los textos más explícitos, es «Dios»”. Explica además que la Gnosis, es “un conocimiento que, una vez dado, es inmediato y absoluto, trascendente con relación a la simple fe (pistis), conocimiento de la Vida y de la Luz que es él mismo Vida y Luz, conocimiento en una palabra, que es visión, revelación y gracia, «carisma» (kharisma), verdad absoluta aprehendida por un acto místico o confiada mediante un hieróslogos, apocalipsis de visionario o iniciación mistérica”. Para Puech, las revelaciones llevadas a las doctrinas gnósticas “se ofrecen como descubiertas en éxtasis”; es decir, en el vacío iluminador, en la iluminación o conciencia objetiva.

Pagels, cita a “Otro maestro gnóstico, Monoimo, -quien dice- “abandonad la búsqueda de Dios y la creación y otros asuntos de parecida índole. Buscadle tomándoos a vosotros mismos como punto de partida. Averiguad quién hay dentro de vosotros que se adueña de todo y dice: “mi Dios, mi mente, mi pensamiento, mi alma, mi cuerpo”. Averiguad las fuentes del pesar, del gozo, del amor, del odio… Si investigáis cuidadosamente estas cuestiones, las encontraréis en vosotros mismos”.

Stephan A. Hoeller, en su libro: Jung Gnóstico y los Siete Sermones a los muertos da la siguiente definición de la Gnosis: “conocimiento espiritual al que se accede a través de la intuición”, que está en correspondencia con la definición que da el DRAE: «Conocimiento absoluto e intuitivo, especialmente de la divinidad».

En relación con los gnósticos, Hoeller, expone además que: “no eran miembros de una secta ni de una nueva religión, como afirmaban sus detractores, sino personas que compartían una cierta actitud frente a la vida. Puede decirse que esta actitud consistía en la convicción de que el conocimiento personal, directo y absoluto de las auténticas verdades de la existencia es accesible a los seres humanos y, más aún, que la adquisición de dicho conocimiento siempre debe constituir la realización suprema de la vida humana”.

“Este conocimiento, o Gnosis, no era racional ni científico, ni siquiera era considerado como un conocimiento filosófico de la verdad, sino como un saber que surgía en el corazón de una forma intuitiva y misteriosa y, por ello, en al menos uno de los textos gnósticos (el Evangelio de la verdad) es denominado Gnosis Kardias, el conocimiento del corazón”.

“Evidentemente se trata de un concepto religioso que es a la vez sumamente psicológico, ya que el significado y el propósito de la vida no es ni la fe –con su énfasis en la certeza ciega de la existencia de Dios y su igualmente ciega represión- ni las buenas obras, sino el discernimiento y la transformación interior, para decirlo en pocas palabras, un proceso psicológico profundo”.

Philip Gardiner en su libro: Gnosis el Secreto del templo de Salomón revelado, dice lo siguiente:

“Son muchas las personas que no comprenden lo que significa la palabra gnosis; otras creen que significa simplemente conocimiento, y lo dejan ahí. Sin embargo, existe un significado más profundo. Es una palabra que da origen al título de gnóstico, o alguien que tiene un conocimiento especial. La verdadera definición del término gnosis es la experiencia mística directa de lo Divino en el yo. Es la realización de nuestra verdadera naturaleza, y no se puede discernir mediante un dogma o una doctrina intelectual, sino sólo a través de la experiencia”.

David Grez en su versión de Los Evangelios Gnósticos afirma lo siguiente: “el nombre lo tomaron de la palabra gnosis, vocablo griego que significa conocimiento. Este término había sido ya empleado por diversas corrientes de la filosofía griega, sobre todo por los platónicos y los pitagóricos. Con esta expresión designaban ellos al conocimiento verdadero de la esencia de algo, por oposición al conocimiento de las apariencias de las cosas, sometido a los vaivenes del cambio. Es decir que el término gnosis exige un objeto al que referirse. Ese objeto en la mayoría de los textos gnósticos es Dios”.

“La gnosis, sería pues, el conocimiento de Dios o de alguna propiedad de Dios, pero se trata de un conocimiento inmediato y absoluto, es decir, que es recibido a la manera de una revelación o una visión, sin necesidad de sucesivas y progresivas deducciones del entendimiento. Por tanto, es un conocimiento muy alejado de la manera racional y cartesiana a la que los europeos modernos estamos acostumbrados”.

Más adelante dice: “los gnósticos creían en la posibilidad de alcanzar un conocimiento completo de la verdad mediante un despertar o una revelación inmediata, que ampliaría sus capacidades de comprensión hasta límites insospechados…”

En la biblioteca virtual de Google, se encuentra una obra de Francine Cuidaut: El nacimiento del cristianismo y del gnosticismo, publicada por ediciones Akal. De Torrejón de Ardoz, Madrid. El autor cita a Orígenes, Clemente e Ireneo; para quienes la palabra Gnosis, designa al cristianismo auténtico. Explica también que la Gnosis, “implica, como indica su nombre, un conocimiento que se quiere salvador y que revela a los iniciados el secreto de su origen y los medios para alcanzarlo”. Además aclara que: “Para empezar, el gnóstico conoce mediante una revelación. Él no cree, pues la fe es inferior al conocimiento, y su gnosis, «el conocimiento de la grandeza inefable es por sí sola la redención perfecta». Cita a Clemente de Alejandría, en su obra Extractos de Teódoto, explicando que el gnóstico sabe: “Quiénes éramos y en quiénes nos hemos convertido, dónde estábamos y adónde hemos sido arrojados, hacia dónde nos apresuramos y de dónde somos redimidos, qué es la generación y la regeneración”.

Cuidaut, cita inmediatamente a Monoimo, del que ya se mencionó a través de Pagels, quien a través de Hipólito, en Revelación de todas las herejías, volumen VIII, expresa con palabras un tanto distintas, lo ya apuntado: “Renuncia a buscar a dios y a buscar la creación y las otras cosas análogas: búscalo partiendo de ti mismo y advierte quién en ti, sin que te des cuenta, se apropia de toda cosa y dice: “Mi Dios, mi espíritu, mi pensamiento, mi alma, mi cuerpo”. Aprende de dónde viene la pena y la alegría, el amor y el odio, de dónde, que uno venga sin quererlo, que uno ame sin quererlo. Si buscas exactamente estas cosas, las encontrarás en ti mismo”.

Para Francisco García Bazán, en su obra: Sobre el gnosticismo y los gnósticos, “la palabra “conocimiento” (gr. gnôsis, copto, soouen) utilizada entre los gnósticos de los primeros tiempos cristianos, se refiere al conocimiento confinado en sí mismo, o sea, entendido absolutamente. En esta acepción propia, el conocimiento es saber directo, inmediato y revelado por tradición. Es decir, libre de los velos que le pongan obstáculos (la expectativa, el olvido o el error) y de los intermediarios basados en los medios sentimentales o racionales que lo hacen un fin mediato y lo debilitan cognoscitivamente (el deseo, el querer, el juicio y el razonamiento deductivo e inductivo), además, adquirido tradicionalmente”.

En forma similar, García Bazán, en su obra Gnosis, la Esencia del Dualismo Mágico, explica que “gnóstico es el que posee la gnosis. Y la gnosis es un conocimiento. Pero este conocimiento escapa a los normales análisis racionalistas. El correlato de este conocimiento es el Sí-Mismo: la intimidad infinita o espiritual de la persona, que es lo verdadero y simple. Se conoce al Sí-Mismo como objeto de conocimiento, pero el Sí-Mismo sólo es cognoscible por él mismo; el Sí-Mismo, por lo tanto, se auto-conoce en la gnosis, es sujeto y objeto de conocimiento, porque es una misma cosa lo que conoce y lo conocido, conocer y conocerse. Pero, aclaremos, no es que el hombre sea el Sí-Mismo, o que lo más aparente de lo que se suele llamar el hombre, la unidad psico-física, sea el Sí-Mismo, sino que éste, según tales sentidos, es algo totalmente diferente del hombre. Tampoco es correcta la declaración inversa, a saber, que el Sí-Mismo sea el hombre y que, por lo tanto, al conocerse el Sí-Mismo sea el hombre el que se conoce a sí mismo. No: el Sí-Mismo se conoce a sí y esta auto-gnosis es la gnosis”.

“El hombre, lo repetimos, como lo enfocan las ciencias y como lo tiende a idealizar la antropología ingenua del creyente común, puede ser que se experimente y que se conozca, hasta ignoramos qué entresijos humanos, pero este conocimiento, bien lo llamemos de su yo, de su intimidad o de su individualidad, es un conocimiento que tendrá que ver todo lo que se quiera con los más finos análisis de los instrumentos sensoriales, psicológicos, racionales o de la imaginación reproductora, pero que nada tiene que ver con el conocimiento gnóstico. Y porque la gnosis tiene este carácter peculiar que hemos señalado, se dice que es revelación y no conocimiento, o que es conocimiento revelado”.

«Efectivamente, no existe posibilidad humana de aceptación, afectividad o cognoscibilidad que pueda alcanzar la gnosis. El auto-conocimiento del Sí-Mismo es extra y supra-humano. Es un conocimiento supra-consciente que depende de sí, que nada tiene que ver con lo humano, que pertenece a otra esfera de ser. El hiato que existe entre el Sí-Mismo y el hombre es infranqueable y por eso el pneuma se re-conoce, y este reconocerse es un acto autónomo para el que la razón, el sentimiento o la voluntad, como facultades psíquicas, resultan ineficaces”.

“Ahora bien, tampoco este conocimiento revelado es idéntico a la fe, aunque ésta se mueva en el ámbito espiritual; y lo será menos cuando la experiencia de fe, fenómeno común en nuestros días y antes, tiende a confundirse con la creencia y con el mismo lenguaje religioso que ha generado. Pero ambas experiencias, aunque diversas y jerárquicamente diferentes, pueden aproximarse, si se tiene en cuenta que la fe es obra de la gracia y que ésta posee una autonomía propia que depende sólo de lo sobrenatural. Y si la revelación gnóstica se basa en la auto-gnosis, hemos de afirmar también que su forma de conocimiento ha de ser inmediata, directa o intuitiva, ajena, por lo tanto, a la menguada forma racional deductiva y mucho más a la experiencia y ensamble de datos sensoriales”.

Al llegar a este punto la discusión, es importante hacer algunas aclaraciones semánticas. En este sentido, Samael Aun Weor, explica en el capítulo titulado: Antropología Gnóstica, de su obra: La doctrina secreta de Anáhuac, lo siguiente: “Incuestionablemente, el conocimiento gnóstico escapa siempre a los normales análisis del racionalismo subjetivo. El correlato de este conocimiento es la intimidad infinita de la persona, el Ser. La razón de ser del Ser es el mismo Ser. Solo el Ser puede conocerse a sí mismo. El Ser, por lo tanto, se auto conoce en la Gnosis. El Ser, revaluándose y conociéndose a sí mismo, es la auto-gnosis. Indubitablemente, esta última, en sí misma, es la Gnosis. El auto-conocimiento de Ser es un movimiento supra-racional que depende de Él, que nada tiene que ver con el intelectualismo. El abismo que existe entre el Ser y el Yo es infranqueable y, por esto, el Pneuma, el Espíritu, se reconoce y este reconocerse es un acto autónomo para el que la razón subjetiva del mamífero intelectual resulta ineficaz, insuficiente, terriblemente pobre. Auto-conocimiento, auto-gnosis, implica la aniquilación del Yo como trabajo previo, urgente, impostergable. El Yo, el Ego, está compuesto por sumas y restas de elementos subjetivos, inhumanos, bestiales, que incuestionablemente tienen un principio y un fin”.

“La Esencia, la Conciencia, embutida, embotellada, enfrascada entre los diversos elementos que constituyen el mí mismo, el Ego, desafortunadamente se procesa dolorosamente en virtud de su propio condicionamiento. Disolviendo al Yo, la Esencia, la Conciencia, despierta, se ilumina, se libera, entonces deviene como consecuencia o corolario el auto-conocimiento, la auto-gnosis. Indubitablemente, la revelación legítima tiene sus basamentos irrefutables, irrebatibles, en la auto-gnosis. La revelación gnóstica es siempre inmediata, directa, intuitiva; excluye radicalmente a las operaciones intelectuales de tipo subjetivo y nada tiene que ver con la experiencia y ensamble de datos fundamentalmente sensoriales. La inteligencia o nous en su sentido gnoseológico, si bien es cierto que puede servir de basamento a la intelección iluminada, se niega rotundamente a caer en el vano intelectualismo. Resultan palmarías y evidentes las características ontológicas, pneumáticas y espirituales de nous (inteligencia)».

«En nombre de la verdad declaro solemnemente que el Ser es la única real existencia, ante cuya transparencia inefable y terriblemente divina eso que llamamos Yo, Ego, mí mismo, sí mismo, es meramente tinieblas exteriores, llanto y crujir de dientes. La auto-gnosis o reconocimiento auto gnóstico del Ser, dada la vertiente antropológica del Pneuma o Espíritu, resulta algo decididamente salvador. Conocerse a sí mismo es haber logrado la identificación con su propio Ser divinal. Saberse idéntico con su propio Pneuma o Espíritu, experimentar directamente la identificación entre lo conocido y lo cognoscente, es eso que podemos y debemos definir como auto-gnosis».

«Ostensiblemente, esta develación extraordinaria nos invita a morir en sí mismos a fin de que el Ser se manifieste en nosotros. Por el contrario, alejarse del Ser, continuar como Ego dentro de la herejía de la separatividad, significa condenarse a la involución sumergida de los mundos infiernos. Esta reflexión evidente nos conduce al tema de la «libre elección» gnóstica. Incuestionablemente, el gnóstico serio es un elegido a posteriori. La gnóstica experiencia permite al sincero devoto saberse y auto realizarse íntegramente. Entiéndase por Auto-realización el armonioso desarrollo de todas las infinitas posibilidades humanas”.

Con justa razón, Marvin Meyer y Willis Barnstone, en la Introducción a su obra La Biblia Gnóstica, publicada por Shambala, afirman que: “Los humanos en este mundo están encarcelados, dormidos, borrachos, caídos, ignorantes. Necesitan encontrarse a sí mismos, ser liberados, despertados, tornarse sobrios, levantarse y alcanzar la iluminación. En otras palabras, necesitan regresar a la gnosis”. En la misma Introducción, afirman que: “En otras palabras, el llamado al conocimiento es el despertar de la conciencia, desde adentro y afuera, de «lo que es, lo que era, y lo que está por venir. “Es una visión. Es gnosis”.

Meyer y Barnstone, explican que: “El término gnóstico se deriva de la antigua palabra griega gnosis, «conocimiento». Gnosis es una palabra común en griego, y puede designar diferentes tipos del conocimiento. A veces, como en los textos sagrados incluidos en este volumen, la gnosis significa conocimiento personal o místico. Entendido de esta manera, la gnosis puede significar conocimiento, es decir, el conocimiento como conocimiento personal de uno mismo u otra persona o incluso Dios, o puede significar la penetración, es decir, el conocimiento como conocimiento inmediato de verdades profundas. Estas formas de entender la gnosis son no mutuamente excluyentes, ya que el conocimiento puede implicar la conciencia inmediata de uno mismo o de otro, en una unión personal o comunión que proporciona una visión profunda de la verdadera naturaleza de todo. Como ya lo hemos hecho notar… La gnosis buscada por los autores de estos textos es apenas conocimiento ordinario. Un texto de la biblioteca Nag Hammadi, La Exégesis sobre el alma, declara que la restauración del alma a un estado de plenitud ««no se debe a las frases de rutina ni a las habilidades profesionales o al aprendizaje de libros». En efecto, los místicos comúnmente han enfatizado, en muchos libros, que el conocimiento místico no se puede lograr simplemente leyendo libros”.

Otros textos describen este tipo de gnosis haciendo una lista de preguntas que deben abordarse si se quiere aclarar por el conocimiento. En el Libro secreto de Juan, el Salvador o Revelador anuncia que ella o él enseñará «lo que es, lo que fue y lo que está por venir», y en el Libro de Thomas el revelador ordena, «Examínese y entienda quién tú eres, cómo existes y cómo llegarás a ser». Para alcanzar este conocimiento, convertirse en un gnóstico, es conocerse a sí mismo, a Dios y a todo. O, en las palabras de la máxima del antiguo centro oracular dedicado a Apolo en Delphos, Grecia, una máxima citada con frecuencia en los textos de este volumen: gnothi Sauton, «conócete a ti mismo». De acuerdo con muchos de estos textos sagrados, conocerse verdaderamente es alcanzar este conocimiento místico y alcanzar este conocimiento místico es conocerse a uno mismo de verdad. El conocimiento gnóstico, entonces, se basa en la experiencia mística vivida, en el conocimiento de toda la línea de tiempo del mundo, pasado, presente y futuro, y en el conocimiento de sí; de dónde venimos, quiénes somos, a dónde vamos y del viaje del alma”.

El Coloquio de Mesina

En 1966, del 13 al 18 de abril, en la ciudad de Mesina, Italia, se realizó el Coloquio internacional sobre los orígenes del gnosticismo o Coloquio de Mesina. Según las fuentes oficiales del Coloquio y que se encuentran fácilmente en la web, “fue una reunión de eruditos y expertos académicos en Gnosticismo que tuvo lugar en la Universidad de la ciudad de Mesina, Italia, con el propósito de examinar la cuestión de los orígenes del gnosticismo desde el punto de vista de la historia de las religiones. También se procuró definir y consensuar el núcleo esencial de las doctrinas gnósticas del cristianismo primitivo”. Cuidaut dice al respecto que “La variedad de enfoques en este terreno y la imprecisión del vocabulario utilizado pusieron de relieve la necesidad de clarificar la terminología mediante un doble método: histórico y tipológicos. Tal fue la meta que se impuso el primer gran Congreso Internacional de Mesina en 1966”, que, desde nuestro punto de vista, bien podría equipararse al Concilio de Nicea en el año 300, ya que en el Coloquio de Mesina, se reconoce oficialmente en el mundo académico la importancia de los sistemas gnósticos.

Francisco García Bazán, en su obra Gnosis, la Esencia del Dualismo Mágico, refiriéndose al Coloquio, explica que “un grupo de ilustres y experimentados especialistas en Gnosis fue encargado de proponer con exactitud el significado correspondiente a las palabras «gnosis»«gnosticismo»«pre-gnosticismo»«proto-gnosticismo» y «gnóstico», el que se pudiera generalizar como científicamente válido y aceptable como consenso del Congreso. Aunque las caracterizaciones logradas no fueron totalmente aceptadas por todos los asistentes”.

“En la realización del Coloquio cooperaron la Asociación Internacional para la Historia de las religiones y la Sociedad italiana de la historia de las religiones y ayudaron financieramente, el Ministerio italiano de Instrucción Pública y la Universidad de Mesina. La organización del Coloquio y la edición de las ponencias que en él se presentaron, se realizó bajo la dirección del Profesor Ugo Bianchi de la Universidad de Mesina. Asistieron 69 expertos de diversas nacionalidades, entre otros H.J. Drijvers, Hans Jonas, Ugo Bianchi, Jean Daniélou y A.F.J. Klijn. Se trataron 43 ponencias y otras 15 fueron enviadas por participantes (como Gilles Quispel) que no asistieron personalmente. Fue aprobado y enviado a la Unesco un voto concerniente a la urgencia de la publicación definitiva de todos los textos de los manuscritos de Nag Hammadi confeccionado por un comité formado por los profesores T. Säve-Söderbergh, M. Krause y J.M. Robinson”.

“Los participantes en el Coloquio internacional sobre los orígenes del gnosticismo propusieron, con el fin de evitar su uso indiferenciado, delimitar exactamente el significado de los términos «gnosis» y «gnosticismo», de tal modo que el término gnosis quedaría reservado para significar «Conocimiento de los misterios divinos reservados a una élite» y gnosticismo designaría «un cierto grupo de sistemas del siglo II d.C. que todos están de acuerdo en designar de este modo».

Willis Barnstone y Marvin Meyer, en la Introducción a su obra La Biblia Gnóstica, refiriéndose al Coloquio afirman que: “Los estudiosos de las religiones antiguas y tardías han intentado ordenar a través de los problemas de definición y taxonomía para alcanzar cierta claridad con respecto a la gnosis y el gnosticismo. En 1966 muchos de los principales estudiosos de la gnosis se reunieron en una conferencia internacional en Messina, Italia, y produjeron un conjunto de declaraciones que están destinadas a definir la gnosis y el gnosticismo. Gnosis, ellos la definen como «conocimiento de los misterios divinos reservados para una élite», y esto es un término de amplia aplicación. Por otro lado, el gnosticismo es «coherente serie de características que se pueden resumir en la idea de una chispa divina en el hombre, derivada del reino divino, caída en este mundo del destino, nacimiento y muerte, y que necesita ser despertada por la contraparte divina de sí para finalmente ser reintegrado». El gnosticismo es, por lo tanto, un movimiento religioso representado por grupos religiosos que surgieron en el siglo II  de la EC y después, especialmente dentro del contexto del Cristianismo, grupos como los seguidores de Basilides y Valentinos, dos cristianos particularmente significativos maestros de la religión gnóstica.

En relación con la definición acordada en el Coloquio, los gnósticos contemporáneos, la reconocemos como correcta, válida y aplicable en todo momento. Es la utilizada por el Presidente fundador de las instituciones gnósticas contemporáneas, en el capítulo titulado: Antropología Gnóstica, de su obra La Doctrina secreta de Anahuac. Es similar también, a la que da José Motserrat Torrents en su versión de El Evangelio de Judas, publicado por Edaf. Según Torrents, en sentido estricto: Gnosis, significa: «Conocimiento religioso reservado a una élite». En sentido estrictísimo: «Un determinado grupo de sistemas judíos y cristianos antiguos». Torrents, contextualiza además los acuerdos del Coloquio de Mesina y explica que: «Los dos últimos sentidos se ajustan a las definiciones desciptivas acoradadas en un Coloquio de especialistas reunidos en mesina en 1966. A pesar de las reticencias de ciertos historiadores, siempre reacios a someterse a la disciplina de las terminologías pactadas, no veo motivo alguno para apartarme de las delimitaciones tan laboriosamente acordadas hace cuatro decenios».

“En el documento conclusivo del Coloquio de Mesina se señalaron, junto con las anteriores, otras definiciones descriptivas como hipótesis de trabajo”:

1.- El gnosticismo de las sectas del siglo II, implica una serie coherente de características que pueden resumirse en la concepción de la presencia en el hombre de una chispa divina, que proviene del mundo divino, que ha caído en este mundo sometido al destino, al nacimiento y a la muerte, y que tiene que ser despertada por la contraparte divina del ser humano-su intimidad infinita o espiritual para ser finalmente reintegrada -en el reino de lo divino, lugar de donde procede-.

2.- El tipo de gnosis que implica el gnosticismo está condicionado por un cierto número de fundamentos ontológicos, teológicos y antropológicos. Desde esta perspectiva no toda gnosis es gnosticismo, tan sólo aquella que implica, la idea de una connaturalidad divina de la chispa que debe ser reanimada y reintegrada; esta gnosis del gnosticismo implica la identidad divina del cognoscente (el gnóstico), de lo conocido (la substancia divina de su Ser Intimo trascendente) y del medio por el cual conoce (la gnosis como facultad divina implícita que debe ser despertada y actualizada).

García Bazán, amplía estas conclusiones, indicando que “Sólo las doctrinas gnósticas que incluyan los fundamentos mitológicos, teológicos y antropológicos dichos, forman parte del gnosticismo. Y esta connaturalidad de la partícula pneumática con lo divino hace que la gnosis del gnosticismo sobreentienda la identidad del cognoscente, de lo conocido y del medio del conocimiento, es decir, la gnosis, que como facultad superior implícita debe ser actualizada. Esta gnosis es una revelación-tradición. Debe tenerse en cuenta la existencia en esta designación de formas de pensamiento contemporáneas a los grandes sistemas gnósticos cristianos y que presentan ciertas similitudes con la doctrina y escuelas del gnosticismo: el hermetismo, ciertos neoplatónicos, etc., que también deben ser examinadas y clasificadas”

3.- El pensamiento «pregnóstico» es aquel que presenta caracteres que pueden ser identificados exteriormente con los sistemas gnósticos, pero estando esos rasgos integrados en una concepción, en su conjunto, ajena al gnosticismo. Pensamiento que no es y es gnóstico y esta dualidad quedaría expresada con el vocablo “pregnóstico”.

4.- Lo «protognóstico» tendría como término de denotación a todo sistema gnóstico incipiente o germinal, es decir, movimientos espirituales que están impregnados por una actitud similar a la que caracteriza a los sistemas gnósticos consagrados.

En la obra de García Bazán, se encuentra información relativa a los conceptos: gnóstico y gnostizante, que a continuación se transcriben:

e) El adjetivo «gnóstico» puede aplicarse tanto a concepciones que se vinculan a la gnosis como al gnosticismo. En realidad, stricto sensu, su significación tiene mayor parentesco con gnosis que con gnosticismo, pues, como veremos, éste contiene a aquella como su aspecto fundamental, y aquel lo que hace es determinarla en movimientos históricos que encierran ciertos caracteres fijos. La ambigüedad del término, por consiguiente, es intransferible y sólo el contexto literario puede facilitar su significado exacto.

f) Queda finalmente por tratar el término «gnostizante». Éste se encuentra bastante próximo por su significación a «pre-gnóstico», ya que el vocablo hace referencia a rasgos que poseen analogía con el gnosticismo, pero integrados en un sistema no gnóstico. Preferimos usar el adjetivo «pre-gnóstico» para aquellos casos que se presentan como anteriores a los grandes sistemas del siglo II y siguientes, y «gnostizante» para los contemporáneos y posteriores.

Como lo aclara el Kalki Avatar, el término gnostizante, «se relaciona con aspectos intrínsecos que poseen cierta similitud con el Gnosticismo Universal, pero integrados en una corriente no definida como Gnosis». En cierta medida, tal como lo afirman algunas escuelas gnósticas, el término puede referirse a una labor de enseñanza tendente a promover la Gnosis. Sin embargo, en nuestra comprensión del término, en este caso, esa labor no se realiza explícitamente como gnóstica, sino más bien en un contexto más abierto y libre asociado al ecumenismo y principios de inter espiritualidad, holismo, transdisciplinariedad, mística, despertar espiritual, meditación, búsqueda de la verdad, liberación espiritual, diálogo interreligioso, religión comparada, rescate de cosmovisiones antiguas; entre otros.

El concepto ha sido utilizado por diferentes autores, como Xavier Alegre en su disertación sobre “El concepto de salvación en las Odas de Salomón: contribución al estudio de una soteriología gnostizante y sus posibles relaciones con el cuarto evangelio”, por Domingo Muñoz León, en su obra: “Palabra y gloria Excursus en la Biblia y en la literatura intertestamentaria”, Sofía Torallas Tovar en su obra: Gramática de copto sahídico y por Henri Charles Puech, en su obra: En torno a la Gnosis, para citar algunos estudiosos que han usado el término.

4 Influencia y legado del Coloquio

“A pesar del tiempo transcurrido desde su realización y de que algunas de sus conclusiones y modo de abordar el fenómeno gnóstico han sido contempladas desde nuevas perspectivas – es necesario reseñar que en el momento de la realización del Coloquio, no habían sido traducidos todavía la mayor parte de los Códices de Nag Hammadi-. El Coloquio de Mesina es un referente en la historia del estudio y análisis académico del gnosticismo de lo primeros siglos del cristianismo”.

Universalidad de la Gnosis

El más exaltado gnóstico del mundo contemporáneo: Samael Aun Weor, afirma que: Como quiera que los estudios gnósticos han progresado extraordinariamente en estos últimos tiempos, ninguna persona culta caería hoy, como antaño, en el error simplista de hacer surgir a las corrientes gnósticas de alguna exclusiva latitud espiritual. La palabra «Gnosticismo» encierra dentro de su estructura gramatical la idea de sistemas o corrientes dedicadas al logro de la Gnosis en el ser humano». Y esta conquista va más allá en el tiempo del siglo II de la era Cristiana y más allá también del entorno de las culturas que florecieron por esa época en torno del mar Mediterráneo..

«Si bien es cierto que debemos tener en cuenta en cualquier sistema gnóstico sus elementos helenísticos orientales, incluyendo Persia, Mesopotamia, Siria, India, Palestina, Egipto, etc., nunca deberíamos ignorar a los principios gnósticos perceptibles en los sublimes cultos religiosos de los nahoas, toltecas, aztecas, zapotecas, mayas, chibchas, incas, quechuas, etc., etc., etc., de Indo América».

Montserrat Torrents, en relación con ese hermoso legado del Coloquio y los componentes ontológicos de la Gnosis, es decir, los que conciernen directamente al Ser, resalta que: «El documento conclusivo del Coloquio de Messina, describe de este modo el mencionado componente: La concepción de la presencia en el hombre de una centella divina, que proviene del mundo divino, que ha caído a este mundo sometido al destino, al nacimiento y a la muerte, y que tiene que ser despertada por la contraparte divina del Yo para ser finalmente reintegrada». Que constituye elemento primordial en la Cosmovisión Gnóstica, al plantear la realidad que el ser humano actual, la humanidad mecánica, no posee Alma, sino solamente una fracción de la misma. Una chispa divina o Esencia maravillosa, que mediante el camino, la didáctica propuesta en la historia de Pistis Sophia, quien busca la verdad y la encuentra, se hace libre al realizar dentro de sí el misterio del «salvador salvado», realizando enormes transformaciones íntimas, en pareja, en castidad, eliminando al querido Ego, despertando conciencia y auto realizándose a fondo. De esta manera, la Gnosis se hace vida en quien encuentra la verdad, al iniciar el proceso de auto descubrimiento y despertar de la conciencia. Por tal razón, el Quinto de los Siete afirma: «Hablando muy francamente y sin ambages diremos: La Gnosis es un funcionalismo muy natural de la conciencia, una Philosophia perennis et universalis«. La Gnosis es eterna y universal.

En este sentido, Cuidaut del que ya se han realizado referencias en párrafos anteriores, cita a F.C. Baur, de quien afirma “es sin duda el verdadero fundador de la investigación sobre la gnosis”, quien presenta el estudio de la Gnosis “no como una herejía, sino como una nueva religión, como una síntesis de fuerzas religiosas paganas anteriores al Cristianismo… como una interpretación alegórica del N.T.” “Para Baur, la gnosis es el punto de partida de una filosofía religiosa cristiana cuyo punto culminante serían los trabajos de Hegel”. Cita también a W. Bousset, un exégeta del N.T. para quien “los mitos de la salvación en el gnosticismo no provienen del cristianismo, sino que son anteriores”.

Más adelante, se apoya en R. Reitzenstein, quien “escruta el pensamiento oriental para poder llegar a comprender mejor el cristianismo. Nos revela nuevas fuentes, en particular el Canto de la perla (que se encuentra en los Hechos de Tomás). Lo ve como un texto capital para la comprensión de la gnosis, y descubre en él el mito del «salvador-salvado». La gnosis hunde sus raíces en Oriente y lleva en su seno el misterio redentor iranio, que se origina en Persia y encuentra su forma más pura en el maniqueísmo y en el mandeísmo, y cuyo centro es la identidad entre Dios y el alma.

García Bazán, en su obra: Sobre el gnosticismo y los gnósticos, plantea que: “La gnosis es una revelación-tradición, y hay en los grandes sistemas gnósticos cristianos similitudes con la doctrina y escuelas representadas por el Hermetismo, algunos neoplatónicos y escritores cristianos alejandrinos”. En su obra: La Gnosis eterna, explica que: “La palabra «gnosis» significa conocimiento. Deriva de una antigua etimología indoeuropea, jñd, también presente en el sustantivo sánscrito jñâna, con un significado idéntico: el conocimiento en sí mismo. Es decir, el saber directo e inmediato, despojado tanto de los velos que lo obstaculizan (el error, o el olvido), como de los intermediarios que lo fracturan y lo debilitan (el juicio y la razón). De acuerdo con este sentido, primero la gnosis posee una especificidad que la distingue de los fenómenos cognoscitivos que derivan de la percepción sensible y el raciocinio, pero asimismo una universalidad que la emparenta con el tipo de conocimiento que se origina en la intelección (nóesis) platónica, la intuición (anubhâva) del hinduismo y, en general, las corrientes metafísicas y religiosas que basan la fuente del conocimiento en la revelación profunda, la experiencia directa de lo que es real, es decir, lo verdadero e inmutable; o bien, gnosis es la tradición comunitaria que se inspira en estas raíces”.

La Gnosis Cristiana

La Gnosis cristiana, más específicamente, la gnosis ligada al Cristianismo primitivo, se encuentra en los Evangelios gnósticos. Algunos Evangelios gnósticos son: el Evangelio de María Magdalena, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y el Evangelio de Judas. La mayoría de los Evangelios gnósticos, forman parte de la gran Biblioteca gnóstica Copta del museo de El Cairo o Biblioteca de Nag Hammadi, declara Patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO.

Sin embargo, al escudriñar el Antiguo Testamento y los evangelios canónicos, es posible encontrar referencias a la Gnosis, como es el caso del Evangelio de Juan. “Si me conocieses, también a mi padre conocerías; y desde ahora le conoces y le has visto” (Jn 14:7). “El espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero ustedes le conocen, porque mora con ustedes y estará en ustedes” (Jn 14:17). “Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste” (Jn 17:25).

En el libro de Oseas se lee: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento. Porque tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; porque has olvidado la instrucción de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos”.

En Mateo 11, “Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.  Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”.

En el Evangelio de Lucas se explica por qué las palabras de Jesús  a sus discípulos fueron gnósticas y el resto de la humanidad recibió solo alegorías o parábolas: “Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? Y él dijo: A ustedes les es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan”. (Lc 8:9,10)

Pablo, quien traslada el Evangelio de la Gnosis Cristiana entre los gentiles, dice en la Epístola a los Colosenses: “para que se consuelen sus corazones, instruidos en caridad y para toda la riqueza de la plenitud de la inteligencia, en conocimiento del misterio de Dios Padre y Cristo; en quien están todos los tesoros de la sabiduría y ciencia ocultos” (Col 2:2-3, Septuaginta)

El Buda Maitreya, en su obra El Matrimonio perfecto, explica que: “Ya está definitivamente comprobado que Jesús, el Cristo fue gnóstico. El Salvador del mundo fue miembro activo de la casta de los esenios, místicos que jamás se cortaban el cabello ni la barba. La Iglesia Gnóstica es la auténtica Iglesia primitiva cristiana cuyo primer Pontífice fue el iniciado gnóstico llamado Pedro. A ella perteneció Pablo de Tarso. Este fue nazareno. Los nazarenos fueron otra secta gnóstica…”

“Nosotros francamente hemos tomado la resolución de hacer conocer públicamente la raíz del Cristianismo: el Gnosticismo. Esta es la Iglesia Cristiana Primitiva. A esta Iglesia Gnóstica perteneció el Patriarca Basílides, célebre alquimista que dejó un libro de plomo con siete páginas, el cual según dice el Maestro Krumm Heller, se conserva en el museo de Kircher en el Vaticano. Este libro no puede ser entendido por los arqueólogos porque es un libro de ciencia oculta. Basílides fue discípulo de San Matías…”

“A la Iglesia Gnóstica Católica Cristiana Primitiva pertenecieron santos como Saturnino de Antioquía, célebre cabalista. Simón el Mago, quien se desvió lamentablemente. Carpócrates, que fundó varios conventos gnósticos en España, Marción de Ponto, Santo Tomás, Valentín. El gran maestro de Misterios mayores llamado San Agustín. Tertuliano, San Ambrosio, Irenio, Hipólito, Epifanio, Clemente de Alexandría, Marcos, el gran gnóstico, que cuidó de la Santa Unción Gnóstica, y nos dejó enseñanzas extraordinarias sobre el camino de las fuerzas sexuales a través de las doce puertas zodiacales del organismo humano. Gnósticos fueron también: Cerdón, Empédocles, San Jerónimo y muchos otros santos de la Antigua Iglesia Gnóstica”.

La obra monumental de la Gnosis es el: Pistis Sophia, el libro de la sabiduría poder, que permite elevarse al ser humano de una simple creencia, hacia la real sabiduría.

En la Enciclopedia Práctica Jackson, volumen V, se lee lo siguiente “El término se deriva de gnosis (conocimiento), ello es, el propósito de elevarse desde la fe (pistis), en la autoridad de Dios y de la Iglesia, hasta un saber racional de las cosas divinas. La filosofía de la gnosis se vincula al neoplatonismo. Dios produce por emanación, una serie de seres intermedios llamados eones. Entre Dios y la materia sitúan los gnósticos el mundo. La emanación de los eones en serie descendente se recorre nuevamente en línea ascendente hasta llevar a la salvación. La creación del mundo y la redención del hombre son hechos naturales”. En dicha Enciclopedia se cita a gnósticos de la época del Cristianismo primitivo: Marción, Apeles, Basílides, Manes, Clemente de Alejandría, Orígenes. De este último se lee lo siguiente: “Orígenes fue el filósofo más grande de la época inicial de la Patrística. Su obra: De los Principios constituye la primera suma teológica”.

Arnoldo Krumm Heller, Huiracocha, en su obra: La Iglesia Gnóstica explica que: “Así como en todas la religiones existe un libro sagrado o Biblia o conjunto de todas las enseñanzas y doctrinas que integra cada una, del mismo modo, los gnósticos, dentro de nuestra Iglesia, disponemos también de un libro santo, y con algunas referencias sobre él quisiere comenzar con mi estudio, advirtiendo, desde luego que para comprender los diferentes autores, hay que considerar la época y el sentido esotérico de en que fueron escritos”.

“Lo que es el Talmud para los semitas, el Bhagavad−Gita para los budistas, el Corán para los musulmanes y la Biblia para los Cristianos, es para nosotros la Pistis sophia. Veamos, pues, en síntesis, lo que acerca de ella dice un historiador y veremos que Pistis es n libro y entidad espiritual a la vez”.

“Se trata, del libro cumbre de todas las doctrinas gnósticas, el cual fue publicado en latín el año 1851 por Schwartze y Petermann, con arreglo a un código del museo de Londres, llamado Askeniano, cuya vejez se remonta al siglo III, aunque algunos opinen que al Siglo V. (Opus Gnosticum Valentino adjudicatum est Códice manuscripto Cóptico Londinensi descripsit et latine vertit M.G.Schwartze”).

“El original griego de esta obra, que sirvió de base en los primeros siglos, no ha podido ser hallado. Sólo se tiene el texto Sahídico, que es una traducción al Copto del Manuscrito Primitivo. El Papiro Copto, en cambio, fue encontrado en Egipto sin que nada pueda atestiguar si el Original Griego fue compuesto, asimismo, en este Pueblo. En lo que sí concuerdan todos los Críticos, es en que está Obra proviene de algunas de las múltiples Escuelas o Sociedades Gnósticas Primitivas, creyéndose más bien que pertenecería a los Ophitas”.

“Se divide en 148 Capítulos y en cuatro grandes partes o libros. El primero y el cuarto, no llevan inscripción alguna, mientras que el segundo es encabezado por este título: Segundo Libro de la Pistis Sophia. Lleva también un rótulo al final que dice: Parte de los Volúmenes del Salvador”.

 Gracias a la Gran obra realizada por el Verbo de Dios y otros precursores, la Gnosis contemporánea se ha difundido en gran parte del mundo. Por otro lado: el descubrimiento de la biblioteca de Nag Hammadi y otros códices gnósticos, entre ellos, los códices de Oxirrinco ampliaron la difusión de la Gnosis y el horizonte gnóstico se ensanchó hasta permitirnos comprender que la Gnosis es eterna y universal.

La gran difusión que provocó el Código Da Vinci de Dan Brown y la revaloración de María Magdalena como la gran Apóstol del Señor y a la vez, en su representación de esposa-sacerdotisa confirma la importancia de la sexualidad sagrada en todas las antiguas religiones. Otro movimiento gnóstico de gran importancia en la Edad Media ha resurgido: El Catarismo, la religión de “los puros”, de manera que a medida que pasa el tiempo, en la actualidad, resurgen corrientes gnósticas en el seno de todas las grandes religiones.

 

 

Urim y Tummim las piedras del oráculo en la Biblia

En los estudios gnósticos, resulta de especial interés el estudio del Arte ciencia de los oráculos ya que por sus diferentes métodos de predicción, se  puede acceder a la Gnosis o «conocimiento intuitivo de las cosas divinas» o conocimiento de Dios mediante una «visión», «revelación», «gracia», «carisma» o aprehensión de una verdad mediante la experiencia mística. Este es el caso de uno de los métodos de predicción o consulta poco conocidos y que utilizaban profetas, reyes y rabinos hebreos. Otro es el método del goral o goralot; del que se hace un estudio aparte.

En el Antiguo Testamento, específicamente en Éxodo, en todo el capítulo 28, se hace referencia a un antiquísimo método de oráculo, predicción o consulta a la divinidad para discernir la voluntad divina: la consulta a la divinidad medinte las piedras de Urim y Tummim. En la versión hebrea del Éxodo (Shemot) o segundo libro del Pentateuco o Toráh (Torá), se lee: “Y harás el pectoral de juicio, labor de entretejedor, como la labor del efod lo habrás de hacer: de oro, de púrpura violácea, de púrpura escarlata, de carmesí y de lino fino de hilo torzal lo habrás de hacer. Cuadrado habrá de ser, plegado. Un palmo de longitud y un palmo de anchura (Ex 28: 15-16) Y portará Aharon los nombres de los hijos de Israel en el pectoral de juicio, sobre su corazón, al entrar él al Santuario, por remembranza ante Adonai, siempre. Y pondrás en el pectoral de juicio los Urim y los Tummim y estarán sobre el corazón de Aharon al entrar él ante Adonai y portará Aharon el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón, ante Adonai, siempre”. (Ex 28:29-30)

Urim y Tumim se traducen generalmente como luces y perfecciones y de manera más amplia se refiere a las piedras de la revelación y la verdad. Los vocablos se asemejan a los babilónicos urtu y tamitu que significan oráculo e instrucción.

Según la tradición rabínica, se dice que los Urim y Tumim iluminaban la palabra y por su medio salía la perfección de las palabras. El Exégeta hebreo Rashban dijo acerca de las piedras de Urim y Tumim: “Si a las naciones paganas sus oráculos les hablaban a través de un espíritu impuro y de magia, salvando las enormes diferencias, la santidad puede expresarse”. (Toráh, 269)

El procedimiento de consulta permitía tomar decisiones sobre la base de preguntas específicas, que permitieran una respuesta afirmativa o negativa, un sí o un no. Según se entiende, las piedras brillaban o no y en tal sentido se obtenía la respuesta. Si brillaban la respuesta era afirmativa; si daban sombra o permanecían opacas, la respuesta era negativa. En alguna medida como consultar a los dados o a la moneda y obtener la respuesta según dé cara o cruz (escudo) o como ocurre con el I Ching. Por ese motivo, se lee en el Salmo 80: “Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos”. (Sal 80:3). En tal sentido, la consulta de los Urim y los Tumim se clasifica dentro del tipo de arte ciencia de predicción denominada cleromancia.

El sumo sacerdote usaba estas piedras para averiguar cuál era la voluntad de Dios con respecto a asuntos de dudosa posibilidad, que tenían que ver con el bienestar de la nación. Así se lee en Números: “Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él; y lo pondrás delante del sacerdote Eleazar, y delante de toda la congregación; y le darás el cargo en presencia de ellos. Y pondrás de tu dignidad sobre él, para que toda la congregación de los hijos de Israel le obedezca. Él se pondrá delante del sacerdote Eleazar, y le consultará por el juicio del Urim delante de Jehová; por el dicho de él saldrán, y por el dicho de él entrarán, él y todos los hijos de Israel con él, y toda la congregación”. (Nm 27:18-21). Asimismo, en Levítico, se lee que “Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua. Y puso sobre él la túnica, y le ciñó con el cinto; le vistió después el manto, y puso sobre él el efod, y lo ciñó con el cinto del efod, y lo ajustó con él. Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y los Tumim”. (Lev 8:6-8). En Nehemías, hay otro versículo alusivo a los Urim y Tumin: “Y les dijo el gobernador que no comiesen de las cosas más santas, hasta que hubiese sacerdote con Urim y Tumim”. (Neh 7:65).

En el primer libro de Samuel, se hace referencia implícita a la consulta a la divinidad mediante este tipo de oráculo. Así se lee que Saúl hizo consulta a Jehová “Da suerte perfecta. Y la suerte cayó sobre Jonatán y Saúl, y el pueblo salió libre. Y Saúl dijo: Echad suertes entre mí y Jonatán mi hijo. Y la suerte cayó sobre Jonatán (1 S 14:41-42). Como también David “Y dijo David: Jehová Dios de Israel, tu siervo tiene entendido que Saúl trata de venir contra Keila, a destruir la ciudad por causa mía. ¿Me entregarán los vecinos de Keila en sus manos? ¿Descenderá _Saúl, como ha oído tu siervo? Jehová Dios de Israel, te ruego que lo declares a tu siervo. Y Jehová dijo: Sí, descenderá”. (I S 23:10-11). “Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas”. (I S 28:6)

Al igual que con otros oráculos, se requería de preparación espiritual especial para recibir la respuesta, es decir, elevados estados de conciencia, intuición y clarividencia. En este sentido, es importante ampliar la explicación acerca de los oráculos usados antiguamente por los profetas, rabinos y reyes registrados en el Tanaj o Antiguo Testamento. Todos ellos usaban las piedras del Urim y Tumin, además de la Cábala de predicción, interpretando el significado astral de los números y formas geométricas, así como la interpretación onírica (los sueños proféticos, altamente simbólicos) y la Gnosis o conocimiento por intuición y revelación. Además, como se infiere en el versículo ya anotado de Nehemías, el oficiante debía comer cosas santas y habría de ser una persona piadosa: “A Leví dijo: Tu Tumim y tu Urim sean para tu varón piadoso”. (Dt 33:8)

En el capítulo titulado Pkude, en El Zohar, se lee: “R. Abba era un visitante frecuente de R. Simeon. Una vez le dijo: Respecto de los Urim y Tumim que se debían poner en el pectoral, hemos aprendido que se los llamaba Urim (luces) porque sus palabras eran una clara y directa respuesta que se les dirigía; y Tumimtamim, perfecto, completo— porque sus palabras se cumplían a la perfección. Y bien, parece que hubiera algo más por conocer acerca de este recóndito asunto. R. Simeon dijo: Seguramente es así. El pectoral y el efod corresponden a los Urim y Tumim, y estos, a su vez, a las filacterias (te f ilim) y al lazo de las filacterias. li. Simeon citó aqui el versículo: «Y verás mi espalda, mas mi rostro no será visto» 3985. Dijo: Esto significa que el Santo, Bendito Sea, hizo que Moisés viera el lazo de las filacterias, pero no las filacterias mismas. «Mi rostro» señala las filacterias que contienen el sublime misterio del Nombre Divino, mientras que «mi espalda» incluye el misterio contenido en el lazo de las filacterias. Como saben los Compañeros, el primero designa el brillante espejo, y el segundo designa el espejo opaco. Así, en correspondencia, Urim significa las palabras iluminadas, mientras que Tumim señala las palabras en su cumplimiento. La misma correlación mística se encuentra entre «voz» y «lenguaje»: pues la voz ilumina al lenguaje a pronunciarse, mientras que el lenguaje trae el acabamiento de la palabra, y los dos están indisolublemente fusionados entre sí. Concluyo: El pectoral y el efod corresponden, así, respectivamente, al «rostro» y a la «espalda», siendo los dos uno e inseparable”.(Zohar, pp 889-.890)

Más adelante, se lee: “está escrito: «y pondrás dentro del pectoral del juicio el Urim y el Tumim». El término Urim (literalmente, luz, iluminación) significa el espejo luminoso, que consistía en cl grabado del Nombre Divino compuesto de cuarenta y dos letras por las que el mundo fue creado; mientras que el Tumirn consistía del no luminoso espejo hecho del Nombre Divino según se manifiesta en las veintidós letras. La combinación de ambos se llama Urim y Tumim. Observad que por el poder de estas letras hundidas, las otras letras, es decir, las letras levantadas formaban los nombres de las tribus, ya iluminados, ya oscurecidos. Las letras del Nombre Divino abarcan el misterio de la Tora, y todos los mundos son una proyección del misterio de estas letras”. (ibid, 898)

Un pasaje muy interesante del Zohar, relativo a los Urim y Tummin, hace referencia a la necesidad del matrimonio para todo sacerdote. “A un sacerdote que no tiene mujer le está prohibido efectuar el servicio, como está escrito, «Y el hará expiación por sí y por su casa». R. Isaac dijo que la razón es que la Schejina no mora con uno que no es casado, y el, sacerdote en especial debe ser uno con quien mora la Schejina. Junto con la Scheiina se posa sobre los sacerdotes Teced (Gracia) Y se los llama Jasidim, (dotados de gracia), v como tales corresponde que bendigan al pueblo. Asi la Escritura dice: «Y tus santos (jasi= lita) te bendecirán»: también «Tus Tumin v tus Urim estarán con tu santo (jasid)». (op. Cit 1067)

En este sentido es oportuno hacer una aclaración importante. En el Cristianismo y Judaísmo se advierte de no consultar con adivinos; pero no se dice lo contrario de la consulta con profetas. Así, en Zacarías, se lee: «Porque las imágenes han hablado vanidad, y los adivinos han visto mentira, y han hablado sueños vanos, en vano consuelan. Por lo cual se fueron ellos como ovejas, y fueron humillados porque no tuvieron pastor». (Vers. 2. Cap. 10. ZACARÍAS).

Es imprescindible hacer diferenciación entre los adivinos y los profetas. Eliphas Levi, dice lo siguiente: «Adivino viene de la palabra divinaris, divinus, que significa ejercer la divinidad». Pero se le olvidó al Abate Alfonso Luis Constant la partícula A, que precede a la palabra divino. Sin embargo, la Gramática dice lo siguiente: A, preposición que denota separación, alejamiento, Vg. Teo, significa Dios, pero si le anteponemos la partícula A, formamos la palabra ATEO, con el que denominamos al que no cree en Dios. Adivino, representa precisamente lo contrario de lo divino, es decir, lo diabólico. Apolítico, significa un individuo no político. Si leemos la Biblia cuidadosamente, no encontramos una sola palabra a favor de los adivinos.

Cuando el rey Nabucodonosor mandó a llamar magos, astrólogos, adivinos y encantadores para que le adivinaran el sueño de la estatua, no hubo un solo adivino que revelase al rey este arcano, solo un profeta de Dios respondió delante del rey y dijo. «El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos, ni adivinos, lo pueden enseñar al rey». «Mas hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y Él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer al cabo de días».  Esto es textual del capítulo segundo del Libro de Daniel, e invita a meditar Daniel el profeta del Dios vivo, fue el único que pudo revelarle el sueño a Nabucodonosor.

Los adivinos son videntes tenebrosos, son magos negros o en todo caso médiums, charlatanes o farsantes. Los profetas son videntes de la luz, son magos blancos. Los adivinos ven las imágenes del abismo, y sueñan sueños del abismo, con los cuales pronostican acontecimientos que pueden fallar, porque no todas las veces cristalizan en el mundo físico las imágenes tenebrosas del abismo. Las escenas tenebrosas del abismo, son realmente en el abismo, pero no siempre cristalizan en el mundo físico. Los profetas son videntes de la luz, varones y mujeres de Dios iluminados por el Espíritu Santo, y sus pronósticos son exactos porque sus glándulas pineal y pituitaria están totalmente iluminadas por el fuego sagrado.

Los chelas de la fraternidad blanca son aprendices, son discípulos de los profetas, y por ello pueden servir de mensajeros de los profetas, y hablar palabra de los santos Maestros a los hombres. Para ser profeta se necesita recibir el Espíritu Santo. Empero, los discípulos de la Logia Blanca, que viven conforme al sendero óctuple del Budismo (recto sentir, recto pensar, recto actuar, entre otros); son fieles al Cristo y viven en castidad; son mensajeros de los profetas y discípulos de los profetas.

El arte ciencia de los oráculos

“que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad

lo que aún no era hecho; que digo: 

Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”

(Is 46:10)

Un oráculo es un pronóstico o predicción de algo que ocurrirá en el futuro. Es una respuesta de la divinidad dada por sacerdotes, sacerdotisas, pitias o pitonisas (sacerdotisas de Apolo), canalizadores, profetas o expertos. Estos sirven de mediadores entre el consultante y la divinidad (el Ser, el Íntimo, Chesed, Atman, el Padre interno, Dios en nosotros) mediante la intuición o voz del corazón.

La persona que sirve de intermediaria, ya sea sacerdote o sacerdotisa, pitia o pitonisa, sibila, profeta, gurú, guía espiritual o simplemente una persona con conocimientos prácticos relativos a las claves del oráculo; ha desarrollado las tres formas de conocimiento interior, como lo son la imaginación creadora, la inspiración y la intuición. La Teomancia, el don de la profecía a través de los auténticos oráculos y métodos de predicción permitidos por la divinidad, constituye motivo de aprendizaje, reflexión y práctica en los estudios gnósticos. El don de la profecía mediante la interpretación de oráculos, forma parte de los principios y vida cotidiana en la cosmovisión gnóstica y constituye una amalgama de arte y ciencia esotéricas, una sabia combinación holística y transdisciplinar de saberes.

La interpretación de oráculos, no debe confundirse con el trabajo de adivinadores, prestidigitadores o magos de espectáculo o con médiums y personas que para dar sus respuestas consultan a los ídolos del Antiguo Testamento, al Ego o entidades negativas del submundo o bajo mundo astral. En toda la historia ha habido también adivinaciones de este tipo, como las que realizaban los habitantes de Siria y de Judea mediante sacrificios humanos repugnantes; auténticos trabajos de magia negra

En la antigüedad varios pueblos, entre ellos, los griegos y romanos buscaban la respuesta de la divinidad ante una consulta, generalmente, a través de un intermediario y en un lugar sagrado. Fue famoso el oráculo de Apolo en Delfos, el de la Sibila de Cumas, el de Heliópolis y el de Amón Ra en el oasis de Siwa, en el antiguo Egipto. Hay múltiples y variados oráculos. Incluso animales, plantas o piedras, pueden servir de intermediarios, como una bastante curiosa y singular en la actualidad descrita por Jesús Iglesias Janeiro, en su Cábala de predicción, acerca de los cocodrilos, en las islas del lago Victoria Nyanza. Platón, menciona a los oráculos en varios de sus Diálogos. Así, en el Fedro, pone en labios de Sócrates que “los sacerdotes del santuario de Júpiter en ‘Dodona’ decían que los primeros oráculos salieron de una encina”. En dicho diálogo, el gran sabio, hace mención al oráculo de Ammón. Platón en La República, cita el oráculo dado al último rey de Lidia, Creso: escapa a lo largo del Hermo pedregoso sin miedo a que alguno le llame cobarde.

 Platón, vuelve a citar el oráculo de Ammón, en el Segundo Alcibíades, en relación con una consulta que hicieran los atenienses, quienes no entendían por qué los lacedemonios (espartanos), siempre les vencían en batalla, a pesar que los atenienses frecuentemente ofrecían a los dioses grandes procesiones, ofrendas y sacrificios. Sócrates, narra y explica ampliamente la respuesta breve del oráculo: “He aquí lo que Ammón responde a los atenienses: que estima más las bendiciones de los lacedemonios que todos los sacrificios de los atenienses. El profeta no dijo más. Por estas bendiciones de los lacedemonios entendía, a mi juicio, sus oraciones, que en efecto difieren de las de los demás pueblos; porque todos los otros griegos, ya ofrezcan toros con sus cuernos dorados, o ya consagren ricas ofrendas, piden en sus oraciones todo lo que les sugieren las pasiones, sin averiguar si son bienes o males. Pero los dioses que oyen sus blasfemias, no agradecen sus procesiones ni sus sacrificios suntuosos. Se necesita, a mi parecer, mucha precaución y mucha atención para saber lo que se debe decir y lo que se debe callar. En Homero encontrarás un ejemplo semejante al precedente: Mientras construían un fuerte, dice, los troyanos ofrecían a los inmortales grandes hecatombes, y los vientos llevaban de la Tierra al Cielo un olor agradable; y sin embargo los dioses se negaron a gustarlo, porque tenían aversión a la ciudad sagrada de Troya, a Príamo y al pueblo de este rey hábil en el manejo de la lanza. Y así, en vano era hacer sacrificios y ofrecer dones a los dioses, que les aborrecían; porque no es posible, dada la naturaleza de los dioses, dejarse corromper por presentes como un codicioso usurero; y seriamos unos insensatos, si pretendiéramos por este medio hacernos más agradables a sus ojos que los lacedemonios”.

Son muchas las referencias históricas en los distintos pueblos, en los que se habla de un anuncio, un destino manifiesto, una nabia, profecía u oráculo de algo que acontecerá, de ciertos signos que aparecerán en determinado momento. Tal es el caso de la peregrinación mexica y el oráculo de Aztlán, en el que se encontrarán con el águila sobre el nopal, devorando una serpiente.

La tradición esotérica relativa a los oráculos es antiquísima. Samael Aun Weor, en su obra Curso Zodiacal, explica que: “En la Atlántida existieron siete oráculos importantes en el mundo físico, donde los hombres estudiaban la sabiduría de las estrellas y consultaban a los dioses siderales. Los guardianes de esos misterios eran grandes iniciados. En el oráculo de Marte se enseñaba el ocultismo marciano; en el oráculo de Júpiter, la religión jupiteriana; en el oráculo de Venus, las artes, sabiduría venusina; en el oráculo de Saturno, la sabiduría de Saturno; en el oráculo de la Luna, el ocultismo lunar; en el oráculo de Mercurio, la sabiduría mercuriana; y en el oráculo solar, nuestra sabiduría gnóstica. Los antiguos sacerdotes enseñaban a sus discípulos a interpretar las señales del firmamento; esas señales se interpretan basándonos en la ley de las analogías filosóficas”.

Es frecuente el lenguaje simbólico, alegórico, en clave, de los oráculos para que quien “tenga el entendimiento, que entienda”. Es mediante el lenguaje de la intuición, de la Gnosis Kardias, la Gnosis del corazón, que se expresan e interpretan los oráculos. En este sentido, Pedro Ouspensky, en su obra Un Nuevo modelo del Universo cita a Oswald Wirth, quien en su libro Le Symbolisme Hermetique, habla del lenguaje de los símbolos de una manera muy interesante:

“Un símbolo puede estudiarse siempre desde un número infinito de puntos de vista, y cada pensador tiene el derecho de descubrir en el símbolo un significado nuevo de acuerdo con la lógica de sus propias concepciones. En realidad la finalidad de los símbolos es la de despertar ideas que duermen en nuestra conciencia. Despiertan un pensamiento por medio de la sugestión y hacen que la verdad que se encuentra oculta en lo profundo de nuestro espíritu salga a la luz. Para que los símbolos puedan hablar, es esencial que tengamos en nosotros mismos los gérmenes de las ideas, cuya revelación constituye la misión de los símbolos. Pero no es posible ninguno revelación si la mente se encuentra vacía, estéril e inerte. “Por esta razón los símbolos no llegan a todo el mundo, no pueden hablar a todas las gentes. Rehúyen especialmente a las mentes que se precian de ser positivas y que basan su razonamiento solo en inertes formulas científicas y dogmáticas. La utilidad práctica de estas fórmulas no puede discutirse, pero desde el punto de vista filosófico son la expresión solo del pensamiento estático, artificialmente limitado, inmóvil a tal grado, que parece estar muerto en comparación con el pensamiento vivo, indefinido, complejo y móvil, que se refleja en los símbolos. “Queda perfectamente claro que los símbolos no han sido creados para expresar aquello a lo que se llama verdades científicas. “Por su propia naturaleza los símbolos deben permanecer elásticos, vagos y ambiguos, como los designios de un oráculo. Su papel es descubrir misterios, dejando a la mente toda su libertad”.

Volviendo a la predicción mediante la consulta a la encina y a las piedras, el ocultista francés Alphonse Louis Constant, más conocido como el abate Constant o Eliphas Levi, en su obra: El libro de los esplendores, cita al sueco Emanuel Swedenborg, “ese místico admirable, sostenía que el Universo es, en realidad, un hombre inmenso, con cabellos luminosos, brazos y piernas estrelladas; que este hombre está hecho tan inmenso y tan brillante que ningún ojo humano puede verle. Aun en nuestros días, los mormones se imaginan que el Universo es limitado, y que Dios, bajo la forma de un hombre gigantesco que ocupa el centro, está sentado sobre una colosal Urim-Thumin, es decir, sobre dos piedras talladas en innumerables facetas, en las que ve reflejarse cuánto pasa en los mundos. En tal sentido no son más progresivas que los escandinavos, quienes sientan a Odín sobre una encina, por cuyo tronco una ardilla sube y baja sin cesar para decirle al oído cuánto ocurre en el Universo”.

Respecto de las piedras que funcionan como oráculo, el Kalki Avatar, en su obra Las tres montañas, anota lo siguiente: “Incuestionablemente las «piedras animadas» que en la antigua Arcadia modificaron radicalmente la forma de pensar del sabio Pausanias (historiador y geógrafo griego), pueden ser clasificadas en dos clases: ophites y siderites, la «piedra-serpiente» y la «piedra-estrella». Eusebio, especialmente, nunca se separaba de sus ophites que llevaba en su seno, y recibía oráculos de ellas, proferidos por una vocecita que se parecía a un tenue silbido. Arnobio cuenta que siempre que encontraba una piedra de estas, no dejaba de dirigirle alguna pregunta que ella contestaba con una vocecita clara y aguda”.

El Presidente fundador de las instituciones gnósticas, amplía la explicación de las “piedras parlantes”, en su obra Mensaje de Navidad 1968-69, La Magia de las runas: “En los antiguos tiempos existieron gigantescas piedras que andaban, hablaban, pronunciaban oráculos y hasta cantaban. La “piedra de Cristo”, la “roca espiritual” que, seguía a Israel, escrito está que se convirtió en Jupiterlapis devorado por su padre Saturno bajo la forma de un pedernal. Si no hubieran existido gigantes que moviesen rocas tan colosales, jamás hubieran tenido realidad, un Stonehenge, un Carnac (Bretaña), y otras semejantes construcciones ciclópeas. Si en los tiempos idos, no hubieran existido sobre la faz de la Tierra, la verdadera y legítima ciencia mágica, jamás hubiera habido tantos testimonios de piedras, «oraculares y parlantes». En un poema atribuido a Orfeo, estas piedras son divididas en ophites y siderites, la «piedra-serpiente» y «piedra-estrella».

La ophites es áspera, dura, pesada, negra, y tiene el don del habla; cuando uno va a tirarla, produce un sonido semejante al grito de un niño. Por medio de esta piedra fue como Heleno predijo la ruina de Troya, su querida patria”.

“Antiquísimos documentos sagrados afirman que Eusebio jamás en la vida se separaba de sus ophites y que recibía oráculos de ellas, proferidos por una vocecita que se a un tenue silbido, el mismo que escuchó Elías o Elijah después del terremoto en la boca de la cueva. La famosa piedra de Westminster era llamada Laifail, la «piedra parlante » y solo elevaba su voz para nombrar al rey que debía ser elegido. Esa piedra tenía una inscripción borrada ahora por el polvo de los siglos que decía: ni fallat fatum, scoti quocumque locatum invenient lapidem, regnasse tenenturibiden. Suidas, habla de un hombre, que podía distinguir de una ojeada, las piedras inanimadas de las que estaban dotadas de movimiento. Plinio menciona piedras que se apartaban cuando una mano se aproximaba a ellas. Las piedras monstruosas de Stonehenge eran llamadas antiguamente chior-gaur o el “baile de los gigantes”.

“Varios autores muy eruditos hablando sobre las ruinas de Stonehenge, Carnac y West Hoadley, dan informes maravillosos sobre este asunto tan especial. En esas regiones se encuentran inmensos monolitos, pesando algunos sobre 500 000 kilogramos. Fueron los “gigantes” de los antiguos tiempos quienes pudieron un día levantar esas moles, colocarlas en forma simétrica perfecta, y asentarlas con tan maravilloso equilibrio que parece que apenas tocan el suelo, y que aun cuando el contacto más ligero de un dedo las pone, en movimiento, resistirían, sin embargo, la fuerza de veinte hombres que intentasen desplazarlas. Fueron “gigantes” los que transportaron las piedras para la construcción de las pirámides de Egipto. La “piedra oscilante”, fue un medio de adivinación usado por los gigantes, pero ¿por qué oscilan? Las más enormes de ellas son, evidentemente, reliquias de los atlantes; las más pequeñas, como las “rocas de Brimham”, son piedras giratorias en su cúspide, son copias de los lithoi más antiguos”.

Los escritos clásicos abundan en referencias a los oráculos. Así, en la tragedia de Sófocles: Edipo rey, se lee el siguiente canto: “¡Oh dulce oráculo de Zeus! ¿Con qué espíritu has llegado desde Pito, la rica en oro, a la ilustre Tebas? Mi ánimo está tenso por el miedo, temblando de espanto, ¡oh Dios, a quien se le dirigen agudos gritos, Delios, sanador! Por ti estoy lleno de temor. ¿Qué obligación de nuevo me vas a imponer, bien inmediatamente después del transcurrir de los años? Dímelo, ¡oh hija de la áurea esperanza, palabra inmortal! Sabido es que el oráculo de Apolo anunció la tragedia de Edipo, quien mataría a su padre y se casaría con su madre. De esa cuenta, la ciudad fue castigada con un extraño karma y resultó sacudida por una peste. Edipo envía a su cuñado, Creonte a consultar “a la morada Pítica de Febo, a fin de que se enterara de lo que tengo que hacer o decir para proteger esta ciudad.” Es decir, lo envió a consultar al oráculo de Apolo en Delfos.

En labios de Creonte, se escucha la respuesta del oráculo: “Diré las palabras que escuché de parte del dios. El soberano Febo nos ordenó, claramente, arrojar de la región una mancilla que existe en esta tierra y no mantenerla para que llegue a ser irremediable… Con el destierro o liberando un antiguo asesinato con otro, puesto que esta sangre es la que está sacudiendo la ciudad”. El oráculo manda entonces castigar al asesino de Layo, el anterior rey. Piden al clarividente Tiresias que devele el misterio. Tiresias le explica a Edipo que el mismo soberano es el azote impuro de esa tierra, por ser el asesino del rey anterior y porque. ha estado conviviendo muy vergonzosamente, sin advertirlo, con los que le son más queridos.

Yocasta, madre y esposa de Edipo le narra el oráculo que fue revelado a Layo, su primer esposo y la forma en que le dieron muerte: “Una vez le llegó a Layo un oráculo -no diré que del propio Febo, sino de sus servidores- que decía que tendría el destino de morir a manos del hijo que naciera de mí y de él. Sin embargo, a él, al menos según el rumor, unos bandoleros extranjeros le mataron en una encrucijada de tres caminos. Por otra parte, no habían pasado tres días desde el nacimiento del niño cuando Layo, después de atarle juntas las articulaciones de los pies, le arrojó, por la acción de otros, a un monte infranqueable”.

Edipo, narra a la vez, su propia historia y cómo, huyendo del oráculo, vino a cumplir el destino manifiesto. “Mi padre era Pólibo, corintio, y mi madre Mérope, doria. Era considerado yo como el más importante de los ciudadanos de allí hasta que me sobrevino el siguiente suceso, digno de admirar, pero, sin embargo, no proporcionado al ardor que puse en ello. He aquí que en un banquete, un hombre saturado de bebida, refiriéndose a mí, dice, en plena embriaguez, que yo era un falso hijo de mi padre. Yo, disgustado, a duras penas me pude contener a lo largo del día, pero, al siguiente, fui junto a mi padre y mi madre y les pregunté. Ellos llevaron a mal la injuria de aquel que había dejado escapar estas palabras. Yo me alegré con su reacción; no obstante, eso me atormentaba sin cesar, pues me había calado hondo. Sin que mis padres lo supieran, me dirigí a Delfos, y Febo me despidió sin atenderme en aquello por lo que llegué, sino que se manifestó anunciándome, infortunado de mí, terribles y desgraciadas calamidades: que estaba fijado que yo tendría que unirme a mi madre y que traería al mundo una descendencia insoportable de ver para los hombres y que yo sería asesino del padre que me había engendrado. Después de oír esto, calculando a partir de allí la posición de la región corintia por las estrellas, iba, huyendo de ella, adonde nunca viera cumplirse las atrocidades de mis funestos oráculos”.

“En mi caminar llego a ese lugar en donde tú afirmas que murió el rey. Y a ti, mujer, te revelaré la verdad. Cuando en mi viaje estaba cerca de ese triple camino, un heraldo y un hombre, cual tú describes, montado sobre un carro tirado por potros, me salieron al encuentro. El conductor y el mismo anciano me arrojaron violentamente fuera del camino. Yo, al que me había apartado, al conductor del carro, le golpeé movido por la cólera. Cuando el anciano ve desde el carro que me aproximo, apuntándome en medio de la cabeza, me golpea con la pica de doble punta. Y él no pagó por igual, sino que, inmediatamente, fue golpeado con el bastón por esta mano y, al punto, cae redondo de espaldas desde el carro. Maté a todos. Si alguna conexión hay entre Layo y este extranjero, ¿quién hay en este momento más infortunado que yo? ¿Qué hombre podría llegar a ser más odiado por los dioses, cuando no le es posible a ningún extranjero ni ciudadano recibirle en su casa ni dirigirle la palabra y hay que arrojarle de los hogares? Y nadie, sino yo, es quien ha lanzado sobre mí mismo tales maldiciones. Mancillo el lecho del muerto con mis manos, precisamente con las que le maté. ¿No soy yo, en verdad, un canalla? ¿No soy un completo impuro? Si debo salir desterrado, no me es posible en mi destierro ver a los míos ni pisar mi patria, a no ser que me vea forzado a unirme en matrimonio con mi madre y a matar a Pólibo, que me crio y engendró. ¿Acaso no sería cierto el razonamiento de quien lo juzgue como venido sobre mí de una cruel divinidad? ¡No, por cierto, oh sagrada majestad de los dioses, que no vea yo este día, sino que desaparezca de entre los mortales antes que ver que semejante deshonor impregnado de desgracia llega sobre mí!”

Entre los himnos homéricos, en el Himno a Apolo, se lee: “Tenga yo la cítara amiga y el curvado arco, y con mis oráculos revelaré a los hombres la verdadera voluntad de Zeus”.

De los oráculos caldeos, la ocultista y escritora inglesa Violet Mary Firth Evans; más conocida como Dion Fortune, en su obra: La sacerdotisa del mar, cita la siguiente frase: “así dicen los oráculos caldeos: «El hombre sabio mira hacia la Naturaleza y contempla en ella el rostro luminoso del Eterno, y la naturaleza humana —me contaba— es una parte de la Naturaleza, y se aprende bastante sobre ella, la Naturaleza y los dioses si lo estudias».

Platón, en la Apología de Sócrates narra que Jenofonte acudió a Delfos y se atrevió a preguntar a la pitia si habría en Atenas hombre más sabio que Sócrates, a lo que la pitia respondió que no había nadie más sabio. Muy oportuno resulta citar nuevamente a Platón, quien en el Primer Alcibiades, pone también en labios de Sócrates, las siguientes palabras acerca de Delfos y la Gnosis: “Así, mi querido Alcibiades, sigue mis consejos, y obedece al precepto que está escrito en el frontispicio del templo de Delfos: Conócete a ti mismo”. Frase que repite en el Protágoras: consagraron a Apolo, como primicias de su sabiduría, estas dos sentencias que están en boca de todo el mundo y que hicieron que se fijaran en la portada del templo de Delfos: Conócete a ti mismo y nada en demasía. ¿Por qué os he referido todo esto? Es para haceros ver que el carácter de la filosofía de los antiguos consistía en cierta brevedad lacónica. (Platón, 129)

 Virgilio, en la Narración de los viajes de Eneas, en el libro III de su Eneida, al narrar el éxodo de los sobrevivientes troyanos a la guerra con Grecia, en búsqueda de la tierra prometida, narra cómo Eneas y su tripulación en su viaje divisan la isla del oráculo de Delfos. “En medio del mar, se alza una frondosa isla, tierra sagrada, gratísima a la madre de las Nereidas y a Neptuno egeo; errante en otro tiempo por los mares de playa en playa, el dios flechador, compadecido, la fijó entre Micón y la alta Giaro, concediéndole que permaneciese inmoble y arrostrase el furor de los vientos. Allí vamos a parar, aquella apacible isla nos recibe, fatigados navegantes, en su seguro puerto. Ya desembarcados, saludamos con veneración la ciudad de Apolo, Anio, rey de aquellos pueblos y al mismo tiempo sacerdote de Febo, ceñidas las sienes de la real diadema y del sacro laurel, nos sale al encuentro y reconoce a su antiguo amigo Anquises; nos damos las manos en señal de hospitalidad y le seguimos a su palacio. Voy luego a adorar a Apolo en su templo, labrado de vetustas piedras. «Concédenos», le dije, «¡oh Timbreo! morada propia…»” (Virgilio, 35, 36)

 El Avatar de la Era de Acuario, en su obra Mensaje de Navidad 1968-69 –La magia de las runas, comenta la consulta que hicieran Eneas y los troyanos sobrevivientes a la guerra de Troya: “Reverendísimo lugar al que llegó Eneas: ¡Delos! Lugar de arcaicas leyendas hiperbóreas que se esconden como piedras preciosas en el fondo profundo de todas las edades. Y protestando en tierra, mordiendo el polvo de los siglos, invocó dentro del sagrado recinto a Apolo, el dios del fuego, suplicándole con su adolorido corazón que protegiera a la ciudad que iba a fundar, la segunda Pérgamo troyana. Dice la historia que este ínclito varón, consultó a Apolo sobre el lugar que le designaba para establecerse. Entonces la tierra tembló espantosamente. El héroe y su gente, agazapados y abrazados al suelo, poseídos de un misterioso temor, escuchó y escucharon todos, la terrible voz de Febo Apolo que decía «¡Fuertes descendientes de Dárdano! Para estableceros de modo perdurable habéis de buscar la tierra de donde sois originarios; la primera que os ha llevado en su seno. Ahí la estirpe de Eneas dominará todo el país, y los hijos de sus hijos, y los que nazcan de aquellos». Cuenta el épico líder, que después de escuchar el Oráculo de Apolo, lleno de preocupación, pensaba en cuál podía ser la tierra más remota de su origen…” Es entonces, cuando Anquises, su anciano padre confunde la profecía y los motiva para asentarse en Creta.

El Buda Maitreya comenta de esta manera, cómo tiempo después el héroe llegó  la correcta interpretación del oráculo: “En la mente de Eneas, furibunda, se desató la tempestad del pensamiento, y desesperado como un náufrago, agarrado a la roca cruel, pensó en regresar al santuario de Apolo, el Dios del Fuego, para consultar el oráculo nuevamente. Pero aquélla misma noche, en esas horas deliciosas en que el cuerpo duerme y el alma viaja por los mundos superiores fuera del organismo físico, se encontró Eneas con sus dioses penates; los genios tutelares de su familia, los jinas o ángeles de Troya. Y hablaron los señores de la llama: «No es necesario, hijo, que regreséis navegando a donde está el oráculo de Apolo, interpretasteis mal la profecía. Vuestra patria de origen no es Creta, sino Hesperia, la antigua tierra que ahora llaman Italia. De ahí salieron los antiguos fundadores de la raza de Troya, el héroe dárdano y su antepasado Jasio. Anda y relátale a tu padre esta noticia».

“Y sorprendido su padre recordó entonces a Casandra, la profetisa troyana, esa pobre mujer que había dicho lo mismo antes de la destrucción de la soberbia llión, y a quien nadie hizo caso pues Apolo la tenía castigada. Esa noble mujer que se llamaba Casandra, tan adorada y bendecida pagó un tipo de karma muy singular, por mal uso de sus divinales facultades en vidas anteriores. Y cuenta la leyenda de los siglos, que Eneas y su gente, sin perder más tiempo se hizo nuevamente a la mar, rumbo a las tierras del Lacio”. En la Eneida, se encuentran las siguientes palabras del anciano Anquises: “Hijo mío, trabajado por los adversos hados de Ilión, Casandra era la única que me presagiaba estos sucesos y ahora recuerdo que presagió a mi linaje la posesión de un imperio, al que unas veces daba el nombre de Hesperia, otras el de Italia; pero ¿quién habría de creer que los teucros irían a las playas de Hesperia? O ¿a quién entonces hacían fuera los vaticinios de Casandra? Rindámonos a Febo, y persuadidos de su oráculo, sigamos mejores rumbos”. (Virgilio, 38)

 Respecto de la relación entre Platón y los sacerdotes egipcios, Eliphas Levi, en su Historia de la magia, apunta lo siguiente: “La doctrina de Platón hizo época en la historia del género humano, pero él no la inventó, pues, comprendiendo que fuera de la religión la verdad no existe, acudió para consultar a los sacerdotes de Memfis y obtener la iniciación en sus Misterios. Incluso se le acredita un conocimiento de los libros sagrados judíos. En Egipto, su iniciación pudo ser solo imperfecta, porque los sacerdotes de entonces habían olvidado el significado prístino de los jeroglíficos, como lo indica la historia de aquel sacerdote que pasó tres días descifrando una inscripción hierática de la tumba de Alcmene, enviado por Agesilao, rey de Esparta. Cornufis, que sin duda era el más erudito de los hierofantes, consultó las viejas recopilaciones de signos y caracteres; al fin descubrió que la inscripción estaba hecha en la escritura de Protheus, que es el nombre griego del Libro de Thoth, consistente en jeroglificos móviles, capaces de variaciones tan numerosas como combinaciones posibles de caracteres, números y figuras elementales. Pero el Libro de Thot, al ser la clave de los oráculos y la obra elemental sobre ciencia, no hubiera implicado tan prolongada indagación antes de ser identificados sus signos, si Cornufis hubiese sido realmente experto en el arte sacerdotal. Otra prueba de que las verdades prístinas no eran claras en este período radica en el hecho de que los oráculos que registraban sus afirmaciones sobre el particular tenían un estilo que ya nadie entendía”.

“Luego de regresar de Egipto, Platón viajó con Simmias hasta los confines de Caria donde unos hombres de Delos que le encontraron le rogaron que interpretase un oráculo de Apolo. Este oráculo declaraba que para terminar con las aflicciones de Grecia la piedra cúbica debía ser doblada. Se hizo un intento con una piedra del templo de Apolo; pero la tarea de doblarla por todos lados dio por resultado un poliedro de veinticinco caras; para restaurar la forma cúbica tenían que aumentar veintiséis veces el volumen original de la piedra, mediante un proceso de dobleces sucesivos. Platón envió emisarios al matemático Eudoxo, diciendo que el oráculo aconsejaba el estudio de la Geometría. Si este no entendió el hondo sentido del símbolo o desdeñó revelarlo a los ignorantes son cuestiones que deben quedar libradas a la conjetura; pero lo cierto es que la piedra cúbica y su multiplicación explica todos los secretos de los números sagrados, incluido el misterio del movimiento perpetuo, ocultado por los adeptos y perseguido por los necios bajo el nombre de cuadratura del círculo. Mediante esta aglomeración cúbica de veintiséis cubos en torno de un solo cubo central, el oráculo indicaba a los delios no solo los elementos de la Geometría sino también la clave de las armonías creadoras, explicada mediante la interrelación de las formas y los números”.

Acerca del oráculo de Apolo, Iglesias Janeiro, dice lo siguiente de la historia del último rey de Lidia y la conquista Persa: “Si Creso cruza el Halys será destruido un gran imperio” —contestó el oráculo cuando el rey de Lidia lo consultó acerca de si debía avanzar, contra Ciro. El oráculo se cumplió, aunque no en el sentido que supuso Creso, pues el imperio destruido fue el suyo”.

Acerca de la predicción como ciencia sagrada, Iglesias Janeiro explica lo siguiente: “Los datos más antiguos acerca de la predicción presentan esta ciencia como un atributo de la divinidad, que se manifiesta en los templos erigidos para ese objetivo cuando el fervor religioso de las multitudes que acudían a ellos para ese propósito hacía propicio el oráculo. Los medios empleados para emitir el augurio eran muy variados, existiendo el directo y el indirecto en el primer caso, manifestándolo la misma deidad, como dice Homero que ocurría en el Templo de Dolona, en el que el propio Zeus la pronunciaba, oyéndose su voz en el murmullo que producían las hojas de la encina sagrada que existía en su recinto; el indirecto tenía lugar a través de sacerdotes o sacerdotisas, a los que se consideraba inspirados por la gracia divina, unas veces por la preparación religiosa que habían recibido, y otras por virtud de nacimiento, emitiéndose, asimismo, por intermedio de animales, fenómenos de la Naturaleza o cosas inanimadas, por ejemplo, el silbido de una serpiente, el mugido de un toro, las columnas de humo que se formaban al arrojar incienso en el fuego sagrado o, cual ocurría en el templo de Venus, en Aphaca, arrojando diversos objetos al lago que rodeaba el oráculo y notando la forma en que sobrenadaban o se hundían”.

“Así como podía manifestarse el atributo divino a través de distintos medios, la solicitud del conocimiento que se deseaba obtener también se hacía de múltiples maneras. Es tradición que en los buenos tiempos del oráculo de Ammón, en que acudían grandes multitudes desde tierras lejanas en busca del consejo del dios, los sacerdotes iniciaban la marcha precedidos de una barca dorada, armada con múltiples páteras de plata que pendían a sus costados y seguidos de una numerosa comitiva de matronas y vírgenes, que cantaban himnos especiales para la ocasión y ejecutaban danzas sagradas. En otros templos, en cambio, la ceremonia era sumamente sencilla, reduciéndose en algunos a depositar la consulta por escrito y recibir la respuesta en igual forma. Aunque todos los oráculos tuvieron su época de esplendor, los que adquirieron mayor fama fueron los directos, esto es, aquellos en que la propia deidad daba al consultante la respuesta que este pedía. ¿En qué forma se producía el fenómeno? De múltiples maneras: unas veces moviéndose el brazo de la estatua que representaba al dios, otras declarando este de viva voz lo que se le solicitaba, algunas haciendo movimientos afirmativos o negativos con la cabeza, muchas moviendo uno o ambos ojos, las más combinando los gestos y los movimientos, y todas proporcionando una respuesta explícita a lo que se le pedía”.

“Es fama que Ammón, de viva voz declaró a los habitantes de Morea y de Apis que eran egipcios y no libios; de viva voz también advirtió a Mykerinos que solo viviría seis años, y de viva voz dijo Latona a Psamético que sería vengado por hombres de color bronce, todo ello cumplido a su tiempo. De viva voz, el mismo Ammón ordenó a Hatshopsuitus que enviase una expedición a reconocer la tierra de Puanit, y palabras pronunciadas de viva voz por dicha deidad son las que componen el augurio conservado en la estela encontrada en Karnack indicando a Tutmosis III las tierras que este faraón debía conquistar y las victorias que obtendría en sus luchas. Célebre es el veredicto dado por el mismo Ammón en el proceso que se siguió a Tutmosis por malversación de fondos mientras desempeñaba el cargo de tesorero real, esta vez, sin embargo, no de viva voz, sino por un movimiento de su brazo, escogiendo tres veces seguidas, en presencia del faraón y de los jueces, el escrito en que se declaraba la inocencia del acusado, inocencia que se comprobó más tarde al ser hallado el verdadero culpable. Por un movimiento del brazo de Ammón, se designaba también al nuevo soberano, para lo cual se reunían los hermanos reales en el templo de Yebel Barkal y desfilaban, uno a uno, ante el dios, siendo proclamado el que Ammón tocaba con su mano al pasar. Oráculos de respuesta directa se consideraban, asimismo, las inspiraciones por sueños, en las que el consultante hacia la petición a la deidad y esperaba que esta le diese la respuesta mientras dormía. De sueños, inspirados se servía Path para indicar a sus sacerdotes lo que debían hacer y revelarle el porvenir, y se dice que fue por virtud de una de esas inspiraciones que el sumo sacerdote de Ammón predijo la decadencia de Persia y la entrega, sin lucha, de Babilonia, detallando con riqueza de pormenores las conquistas de Alejandro y la época en que se efectuarían siglos más tarde”.

Iglesias Janeiro, explica más adelante que “Aunque en la actualidad los pueblos incultos que habitan en diversas regiones recurren al empleo de animales en la predicción, haciendo suponer que lo mismo debió ocurrir en tiempos lejanos a los que hoy son civilizados, los oráculos más famosos de Egipto, Persia, Grecia, México, Perú, Roma, etc., se servían únicamente de seres humanos, hombres unas veces, mujeres otras, en algunos casos una mujer como médium inspirado y un hombre como intérprete, casi en todos actuando en presencia del consultante, pero en cada uno después de una preparación especial”.

 Explica además Iglesias que “los oráculos estaban situados en lugares cuyo clima, topografía, orografía, geología, etc., eran propicios. El de Delfos, por ejemplo que fue uno de los más famosos en tiempos relativamente recientes, se hallaba en Krisa, al pie del monte Parnaso, sobre una fuente cuyas aguas despedían vapores que incitaban el delirio y muy cercano a una laguna de aguas corrompidas, que la leyenda consideraba antigua morada de Pitón, el dragón hembra, monstruo que diera a luz Hera un día de cólera y que asoló la comarca hasta que Apolo le dio muerte a fin de que, en agradecimiento, los hombres le levantasen un templo y le rindiesen culto. Teniendo esa fuente por estrado, y por trono el brocal de un profundo pozo sobre el que se apoyaba el trípode de la Pitonisa, rodeado todo ello por las aguas sagradas y recibiendo las emanaciones que subían de lo profundo del pozo, la joven que actuaba de augur preparaba su ánimo por medio de abluciones y purificaciones, machacando hojas de laurel, tomando agua de la fuente y sentándose en el trípode profético en estado extático, sin conocimiento de lo que hacía o decía, totalmente ajena a lo que ocurría a su rededor…”

Respecto de las características del oráculo de Delfos, Helena Petronila Blavatsky (HPB), explica en el tomo I de su obra Isis sin Velo que: “Según Plutarco, Jámblico, Lamprías y otros filósofos, las pitonisas eran jóvenes delicadamente sensibles, de costumbres puras y familia humilde, que estaban adscritas a su respectivo templo, donde se les destinaba habitación rigurosamente aislada del mundo, en la que solo podían entrar los sacerdotes y los videntes; de modo que la vida de las pitonisas superaba en ascetismo a la de las actuales monjas de clausura. Para ejercer su ministerio se sentaba la pitonisa en un trípode de bronce, colocado sobre una grieta del suelo que comunicaba con un subterráneo, en donde se quemaban ciertas drogas cuyos vapores subían por la grieta hasta envolver a la pitonisa en una atmósfera excitante que determinaba el frenesí mántico; y en tal estado daba el oráculo. También llamaban a la pitonisa ventrilocua vates o sea profetisa ventrílocua. (En el Glosario teosófico, se da la cita de Aristófanes, en Vœstas, I, reg. 28 y se explica que por esa razón es su voz de estómago).Los brahmanes colocaban la conciencia astral (yuch’) en el ombligo, y lo mismo creyeron Platón y otros filósofos. El versículo cuarto del segundo himno del Nâbhânedishtha dice así: “Oíd, ¡oh hijos de los dioses!, al que habla por su ombligo (nâbhâ) y os saluda en vuestras viviendas”. Muchos orientalistas convienen en que esta es una de las más antiguas creencias induistas. Los modernos fakires, lo mismo que los antiguos gimnósofos, concentran su pensamiento en el ombligo y permanecen inmóviles en la contemplación para identificarse con Átmân y unirse a la Divinidad”.

En el Glosario teosófico, se amplía la explicación con el siguiente texto: “Los autores antiguos situaban el alma del hombre (el manas inferior) o su conciencia personal, en la boca del estómago. Así encontramos en el verso cuarto del segundo himno nâbhânedichta de los Brahmanas: “Escuchad, ¡oh hijos de los dioses!, a uno que habla por el ombligo (nâba), porque os llama en vuestras moradas”. Este es un fenómeno de sonambulismo moderno. El ombligo era considerado en la antigüedad como “el círculo del sol”, el asiento de la divina luz interior. Por esto, el oráculo de Apolo estaba en Delphi, la ciudad de Delphus, matriz o vientre, así como el asiento del templo era denominado omphalos, ombligo. Como es bien sabido, un gran número de sujetos mesmerizados pueden leer cartas, oír, oler y ver por dicha parte de su cuerpo. Aun hoy día existe en la India (y también entre los parsis) la creencia de que los adeptos tienen en el ombligo llamas que aclaran para ellos todas las tinieblas y quitan el velo del mundo espiritual. Entre los zoroastrianos se les da el nombre de lámpara de Deshtur o “sumo sacerdote”, y entre los indos, “luz o esplendor del Dikchita (iniciado)”. Se explica además que Delfos, significaba útero u ombligo. Todos sus símbolos eran femeninos y de significación lunar.

De la literatura renacentista, es famoso el Oráculo manual y arte de la prudencia escrito por el jesuita Baltasar Gracián (1601 – 1658), que contiene 300 aforismos, de los cuales, el consultante puede formular una pregunta y mediante dados u otro procedimiento al azar, buscar la respuesta en el número correspondiente.

En la actualidad, muchas personas consultan sus decisiones leyendo al azar un versículo de la Biblia. Sin embargo, los antiguos rabinos, reyes y profetas hebreos disponían de varios sistemas de predicción, entre ellos, la interpretación de sueños, como es el caso de la interpretación de los sueños de Faraón, por parte de Josué y los de Nabuconodosor por parte de Daniel. Además usaban la Cábala, el Pectoral del juicio, junto con las dos piedras Urim y Tummim; así como los goralot. Asociado a la Cábala está el Tarot y sus arcanos mayores y menores. Otros pueblos, como los nórdicos desarrollaron la predicción mediante las runas, los chinos el I Ching y los mayas el tzité, entre otros.

 

Referencias

Blavatsky, Helena. Isis sin velo.T I.

Levi, Eliphas. El libro de los esplendores. México. Gómez Gómez hnos.

Levi, Eliphas. Historia de la magia. Buenos Aires. Kier. 1988.

Gracián, Baltasar, Oráculo manual y arte de la prudencia. México. Alamah clásicos. 2002.

Iglesias Janeiro, Julio, Cábala de predicción. Buenos Aires. Kier. 1984.

Platón. Diálogos. México. Porrúa. 1976.

Samael Aun Weor. Cuso Zodiacal. México. Rena Ser. 2010.

Samael Aun Weor. Magia rúnica. México. Rena Ser. 2010.

Samael Aun Weor. Las tres montañas. México. Rena Ser. 2009.

Virgilio. Eneida Geórgicas + Bucólicas. México. Porrúa. 1978.

La morada de Barbelo

En verdad os digo: Nada traje al mundo cuando vine a excepción de este fuego, esta agua, este vino y esta sangre. He traído el agua y el fuego de la región de la Luz de las Luces del Tesoro de la Luz; y he traído el vino y la sangre de la región de Barbelo. Y después mi padre me envió el espíritu santo en la forma de una paloma. (Pistis Sophia, cap 141,

En la Cosmovisión Gnóstica, uno de los conceptos que es preciso comprender con toda propiedad, es el de Barbelo. Barbelo aparece recurrentemente en la literatura gnóstica cristiana primitiva. Por tal motivo es motivo de análisis por parte de diferentes estudiosos de la Gnosis eterna y universal. Algunos investigadores, muchas veces, debido a que carecen de la vivencia propia de la Gnosis o que no se apoyan en fuentes complementarias provenientes del pensamiento holístico, no logran desentrañar plenamente su significado y otros conceptos gnósticos. Así ocurre con José Montserrat Torrents, quien es profesor de copto en la Universidad Autónoma de Barcelona. Torrents basado en los textos séticos o setianos “invita a adoptar un procedimiento puramente descriptivo de las gradaciones que los documentos setianos introducen para explicar el intervalo entre Dios y el mundo”[1].

Torrents, propone la categoría de estratos para referirse a los “grados de la «degradación de la divinidad de los setianos»” y distingue muchos estratos para explicar los textos. El primer estrato es el de “la absoluta trascendencia”, el “Espíritu Virginal”, es decir, conforme a la terminología gnóstica actual, el Agnostos Theos, el Espacio Abstracto Absoluto, Dios inmanifestado absoluto o simplemente El Inmanifestado, el Absoluto.

Los estudios gnósticos de todos los tiempos sostienen que Dios inmanifestado, se desdobla en Dios manifestado y a través de diversas emanaciones sucesivas crea o mejor dicho, recrea eternamente una serie de seres intermedios, los elohim, ángeles o dioses de todas las religiones y que en el Gnosticismo Universal reciben el nombre de eones. Estos seres intermedios divinales o eones, crean el Universo, la materia, la Tierra, los seres vivos incluido el ser humano.

La primera emanación del Agnostos Theos, es el primer eón, la morada de Barbelo. Surge por desdoblamiento de la unidad en dualidad. El santo afirmar emana al santo negar, el aspecto femenino de la divinidad: Dios Madre. Así se lee en el Evangelio de los egipcios[2], en el que Barbelo es reconocido como el eterno femenino, la madre inefable: “El segundo poder la Madre, la virginal barbelón…” (Los Evangelios Apócrifos, 119)

Según Montserrat Torrents, “El segundo estrato viene configurado por los eones superiores femeninos. El sujeto de este estrato recibe en casi todos los textos setianos un nombre femenino: Barbeló. «En el Evangelio de Judas, Judas dice a Jesús: Tú has venido del inmortal eón de Barbeló»” (Montserrat, 40). El autor citado, expone además que “los textos designan a Barbeló «madre» y hablan de la «matriz» de Barbeló, que es fecundada por la luz del Espíritu…” (Monteserrat, 41)

Sin embargo, Montserrat Torrents, en la explicación que da al comentario de Judas, en su versión del Evangelio de este apóstol: “Tú has venido del inmortal eón de Barbeló”, cree equivocadamente que Barbelo o Barbeló equivale al “Hijo”, es decir, al Cristo Cósmico. (Montserrat, 104)

En el capítulo 3 de El libro secreto de Juan, se lee: “1 «Porque el Perfecto se contempla a sí mismo en la luz que lo rodea. Éste es el manantial del agua de vida que produce todos los mundos de todas las clases. 2 El Perfecto contempla su imagen, la ve en el manantial del espíritu y se enamora del agua luminosa. Este es el manantial de agua pura, luminosa, que rodea al Perfecto. 3 Es el Pensamiento hecho activo, y la que apareció en presencia del Padre en luz brillante salió. 4 Ella es el primer poder: ella precedió a todo y salió de la mente del Padre como el Pensamiento Anterior de todo. 5 Su luz se parece a la luz del Padre; como el poder perfecto, ella es la imagen del perfecto e invisible Espíritu virgen. 6 Ella es el primer poder, la gloria, Barbelo, la gloria perfecta entre los mundos, la gloria emergente. 7 Ella glorificó y alabó al Espíritu virgen, porque había salido a través del Espíritu. 8 Ella es el primer Pensamiento, la imagen del Espíritu. Ella se convirtió en el vientre universal, porque ella lo precede todo, el Padre común, la primera Humanidad, el Espíritu Santo, el varón triple, el poder triple, el andrógino con tres nombres, el reino eterno entre los seres invisibles, el primero en salir”[3].

También se lee en dicho libro que Barbelo pidió al Espíritu virgen que le diera conocimiento anterior, inmortalidad, vita eterna, verdad y se las concedió (Gerz, 124). En los tres primeros versos del capítulo 4 se lee que “El Padre penetró a Barbelo con una mirada, con la luz pura, brillante, que rodea al Espíritu invisible. Barbelo concibió, y el Padre produjo un rayo de luz que se parecía a la luz bendita más no era tan brillante. Este rayo de luz era el Vástago único del Padre común que había salido, y el único retoño y el Vástago único del Padre, la luz pura” (Gerz, 125)

Para explicar el papel de Barbelo y los atributos de la divinidad femenina, aún inmanifestada, Elaine Pagels, profesora de religión en la Universidad de Princeton, hace el siguiente análisis: “Valentín, el maestro y poeta, parte de la premisa de que Dios es esencialmente indescriptible. Pero sugiere que la divinidad puede imaginarse como un cuerpo bivalente; consistente, por una parte, en el Inefable, el Profundo, el Padre Primero; y, por la otra, en la Gracia, el Silencio, el Vientre y la «Madre del Todo». Valentín hace el razonamiento de que el Silencio es el complemento apropiado del Padre, designando a aquél como femenino y a éste como masculino debido al género gramatical de las palabras griegas. Luego describe cómo el Silencio recibe, como en un vientre, la semilla de la Fuente Inefable; de ésta saca todas las emanaciones del ser divino, alineadas en parejas armoniosas de energías masculinas y femeninas”[4].

Los textos séticos, tienen origen setiano, uno de los grupos gnósticos de la época del Cristianismo primitivo, que según Elaine Pagels, “se decían hijos de Set, el tercer hijo de Adán y Eva”[5].  Entre los textos séticos, tal como lo explica Stephan Hoeller[6],  se encuentra el Evangelio de los egipcios, ya citado anteriormente.

Entre las notas de El Evangelio de Judas, editado por Rodolphe Kasser, Marvin Meyer y Gregor Wurst; con traducción de Domingo Almendros y publicado por National Geografic, se hace un comentario al siguiente pasaje del Evangelio: “Tú perteneces al reino inmortal de Barbelo”. “Admitir que Jesús viene del reino (o eón) inmortal de Barbelo es admitir, en términos séticos, que Jesús pertenece al divino reino celestial y es hijo de Dios. En los textos séticos Barbelo es la divina Madre de todos, de quien muchas veces se dice que es la Providencia (pronoia) del Padre, el Ser infinito El nombre Barbelo parece basado en una forma del Tetragrámaton, el sagrado nombre de cuatro letras de Dios en el judaísmo, y aparentemente viene del hebreo, tal vez “Dios (superlativo El) en (b-) cuatro (arb(a)”.

En la misma versión del Evangelio de Judas, en el capítulo titulado: La conexión gnóstica, Marvin Meyer, transcribe una frase de Judas dirigida a Jesús: “Sé quién eres y de dónde vienes. Tú perteneces al reino inmortal de Barbelo. Y yo no soy digno de pronunciar el nombre de quien te ha enviado. (Evangelio de Judas 35)”. Meyer, explica: «La frase “el reino [o eón] inmortal de Barbelo” es frecuente en los textos séticos. Se refiere al reino superior de la divinidad más allá de este mundo, y está asociada con la figura divina de Barbelo, un personaje destacado de los textos séticos, donde asume el papel de nuestra madre en los cielos»[7].

«El origen de Barbelo y de su nombre continúa sin estar aclarado, pero podría venir del inefable nombre de cuatro leras de Dios YHVH o Yahve usado en las Escrituras judías y en el judaísmo»[8]. De acuerdo con la cosmovisión gnóstica, Yahvé (Yahveh), no tiene nada que ver con YHVH, ni con Jehová o Iod-Heve el Demiurgo creador. Es oportuno aclarar lo dicho por Meyer en esta última cita, que Yahvé (Yahveh) tampoco tiene relación alguna con Barbelo. Para los gnósticos judíos, cristianos y contemporáneos, Yahvé (Yahveh) es demonio perverso, un mago negro.

Meyer continúa explicando que: «La palabra hebrea para “cuatro”, arba, puede designar el nombre sagrado, y el nombre de Arbelo puede estar derivado del hebreo mediante una expresión como “Dios (v. El) en (b-) cuatro (arb(a))”, es decir, Dios tal como se lo conoce por el nombre inefable». Líneas más adelante, Meyer explica que “Barbelo se convierte en el origen divino de la luz y la vida y la fuente —a menudo la Madre— del Niño divino en los textos séticos”[9].

Francisco García Bazán, en su versión de “El Evangelio de Judas” afirma que “el Señor viene de la Madre de la Vida, del Útero de Dios Padre”. En las notas correspondientes, explica que “Barbeló, es decir, be-arbá-elohá, en cuatro (letras) Dios, el Tetragrámaton o seno en silencio del Padre, de donde viene el Hijo, como lo expresa el arcaico himno-prólogo del Evangelio de Juan”[10]. En forma similar, Timothy Freke y Peter Gandy afirman que Barbelo es la primera emanación del Padre desconocido y que “se han avanzado varias etimologías para el nombre «Barbelo», incluida la sugerencia de que significa «en cuatro es Dios», obtenida de la tetraktys de los pitagóricos”[11]. Para Henri Charles Puech, la Madre es el pensamiento del Padre y la asocia con un doble aspecto, unas veces como Barbelo y otras como Sophia, ya sea como Entidad, virginal y trascendente o como Sophia caída[12]. Sin embargo, en la cosmovisión gnóstica, Sophia es hija de Barbelo, como se lee en el capítulo 137 de Pistis Sophia: “Y de nuevo hizo brotar otra fuerza de Pistis, la Sofía, hija de Barbelo”.

Barbelo es la primera emanación del Espacio Abstracto Absoluto, el “reino inmortal” y el principio femenino supremo. Es la Prakriti, la Madre Divina, la sustancia primordial de la Naturaleza. Samael Aun Weor, en el capítulo de Virgo de su obra: Tratado esotérico de Astrología Hermética”, explica que: “Cuando llega la gran noche, el Universo deja de existir, se disuelve entre el seno de la Prakriti. Explica también el maestro que: “Todo Cosmos nace de la Prakriti y se disuelve en la Prakriti. Todo mundo es una bola de fuego que se enciende y se apaga entre el seno de la Prakriti. Todo nace de la Prakriti, todo vuelve a la Prakriti. Ella es la Gran Madre”. El Avatar de la Era de Acuario, explica además que: “Durante el gran Pralaya (noche Cósmica), la Prakriti es unitotal, íntegra. En la manifestación, en el Mahamvantara (día Cósmico), la Prakriti se diferencia en tres aspectos cósmicos. Los tres aspectos de la Prakriti durante la manifestación, son: primero, el del Espacio infinito; segundo, el de la Naturaleza; tercero, el del hombre”. La Prakriti en su estado inmanifestado, es Barbelo o mejor dijéramos, “la morada de Barbelo”, “la morada de luz”, “el océano de la luz increada”, “el océano de la gran luz”, como lo explica el Kalki Avatar en Pistis Sophia develada.

Como se ha visto, en Pistis Sophía, el libro monumental de la Cosmovisión gnóstica, hay varias referencias a la morada de Barbelo. Así, se lee: “Y cuando volvió de lo alto hacia mí, le vertí de allí la primera fuerza que había recibido de Barbelo” (Pistis Sophía, cap 8, 39)

Cuando salió de Barbelo, se convirtió en cuerpo material para ti y proclamó la región de la verdad”. (Pistis Sophia, cap 61) «En verdad os digo: Nada traje al mundo cuando vine a excepción de este fuego, esta agua, este vino y esta sangre. He traído el agua y el fuego de la región de la Luz de las Luces del Tesoro de la Luz; y he traído el vino y la sangre de la región de Barbelo. Y después mi padre me envió el espíritu santo en la forma de una paloma.» (Pistis Sophia, cap 141). Este último texto coincide con el que aparece en la Misa gnóstica citando las palabras del Adorable al momento de bendecir la santa unción Gnóstica: “En verdad os digo que no he traído nada al mundo sino el fuego, el agua, el vino y la sangre de redención.He traído el fuego y el agua del lugar de la luz, de allí donde la luz se encuentra. Y he traído el vino y la sangre de la morada de Barbelo”. Más adelante se lee en la Misa: “La sangre me fue dada como símbolo del cuerpo humano, el que recibí en la morada de Barbelo, la gran fuerza del Dios universal”.

Finalmente, Samael Aun Weor, en Pistis Sophia develada, explica que “Las grandes emanaciones de Barbelos, la Morada de la Luz, no pueden ser jamás comprendidas por la luz intelectual”.

[1] José Montserrat Torrents, El Evangelio de Judas (Madrid: Edaf/Arca de sabiduría, 2006), 40

[2] David Gerz, Los Evangelios Gnósticos: Enseñanzas secretas de Jesús (Barcelona: Sirio, 2004), 119

[3] Fernando Klein, Los Evangelios Gnósticos (España: Alzmuzara/Espiritualidad, 2008), 124

[4] Elaine Pagels, Los evangelios gnósticos (Barcelona: Crítica/Biblioteca de bolsillo, 2005), 93

[5] Elaine Pagels, 62

[6] Stephan A. Hoeller, Jung y los evangelios perdidos  (Barcelona: Obelisco, 2005), 267

[7] Rodolphe Kasser, Marvin Meyer y Gregor Wurst (editores), El Evangelio de Judas (Barcelona: National Geographic Society/RBA Libros), 129, 130

[8] Rodolphe Kasser, Marvin Meyer y Gregor Wurst (editores), El Evangelio de Judas, 130

[9] Rodolphe Kasser, Marvin Meyer y Gregor Wurst, 130

[10] Francisco García Bazán (ed), El Evangelio de Judas (Madrid: Trotta/Pliegos de oriente, 2006), 20

[11] Timothy Freke y Peter Gandy, Jesús y la diosa perdida (Barcelona: Integral, 2006), 426

[12] Henri Charles Puech, En torno a la Gnosis (Madrid, Taurus, 1982), 200, 201