Contenido
Introducción
El mito gnóstico
Jehová y no Yahveh
Los eones y el Pleroma
Barbelo
El Eterno femenino
La Creación, el amanecer del Día Cósmico
Los diez principios del ser humano
El Ser y el Yo
Elementos esenciales de la cosmovisión gnóstica
El conocimiento gnóstico y la revelación
Los principios religiosos
Introducción
En la parte I de este Tema: La cosmovisión gnóstica, se hizo una introducción acerca de lo que es una cosmovisión, se hizo una breve contextualización acerca de lo que podría ser la cosmovisión del lector y se explicaron los principios universales de las diferentes cosmovisiones, así como las leyes universales, en particular la ley de Evolución e Involución, hasta formular una descripción general de la cosmovisión gnóstica. Se abordaron los temas de multidimensionalidad del espacio, la divinidad suprema, los diferentes cosmos, entre ellos el macrocosmos y el microcosmos, hasta concluir en el estudio de los elohim.
Una cosmovisión, es una concepción del mundo, una interpretación del origen del Universo y del ser humano, de su razón de ser y de las leyes que rigen tanto al espacio infinito, como a la humanidad y demás seres. La cosmovisión gnóstica se fundamenta en los principios universales de las cosmovisiones de las grandes civilizaciones antiguas surgidas en Egipto, Mesopotamia, Grecia, China; así como las de los pueblos originarios de América. Es holística, transdisciplinar y multidimensional. Para estudiar y entender la cosmovisión gnóstica, se requiere conocer muchos más aspectos. Algunos de esos contenidos, son abordados brevemente en esta publicación.
El mito gnóstico
Los mitos, son narraciones alegóricas tradicionales y maravillosas ubicadas en tiempos remotos. Son protagonizados por fuerzas sobrenaturales o seres divinos. Por su medio se explican fenómenos o acontecimientos extraordinarios, como el origen del cosmos, los seres divinos y grandes acontecimientos de la humanidad. Uno de los mitos más antiguos es el Mito Solar. En el caso de la cosmovisión gnóstica, Samael Aun Weor, establece que los “caracteres que especifican claramente al Mito gnóstico y que mutuamente se complementan entre sí son los siguientes:
- Divinidad Suprema.
- Emanación y caída pleromática.
- Demiurgo arquitecto.
- Neuma en el mundo.
- Dualismo
- Salvador.
- Retorno.
La Divinidad suprema gnóstica es caracterizable como Agnostos Theos, el Espacio abstracto absoluto. El Dios ignorado o desconocido. La Realidad una de la cual emanan los elohim en la aurora de cualquier creación universal. Recuérdese que Paranishpana es el Summum bonum, lo Absoluto, y por lo tanto, lo mismo que Paranirvana. Más tarde, todo cuanto al parecer existe en este Universo vendrá a tener real existencia en el estado de Paranishpana”.
Jehová y no Yahveh
El santo Tetragrámaton, son cuatro letras hebreas Iod (Jod), He, Vau, He (I-H-W-H) que se usan en sustitución del nombre de Dios.
Incuestionablemente, las facultades de cognición humana jamás podrían pasar más allá del Imperio cósmico del Logos macho-hembra, del Demiurgo creador, el Ejército de la Voz (el Verbo). Jah-Hovah, el Padre-Madre secreto de cada uno de nos, es el auténtico Jehová.
Jod, como letra hebrea, es el membrum virile (el principio masculino). Eve, Heve, Eva, lo mismo que Hebe, la diosa griega de la juventud y la novia olímpica de Heracles, es el yoni, el cáliz divino, el Eterno femenino.
El divino rabí de Galilea, en vez de rendir culto al Jehová antropomórfico de la judería, adoró a su divino Macho-Hembra (Jah-Hovah), el Padre-Madre interior. El bendito, crucificado en el monte de las Calaveras, clamó con gran voz diciendo: «-Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu.» Ram-Io, Isis, su Divina madre Kundalini, le acompañó en el víacrucis.
Todas las naciones tienen a su primer Dios o dioses como andróginos. No podía ser de otro modo puesto que consideraban a sus lejanos progenitores primitivos, a sus antecesores de doble sexo, como seres divinos y dioses santos, lo mismo que hacen hoy los chinos.
En efecto, la concepción artificiosa de un Jehová antropomórfico, exclusivista, independiente de su misma obra, sentado allá arriba en su trono de tiranía y despotismo, lanzando rayos y truenos contra este triste hormiguero humano, es el resultado de la ignorancia, mera idolatría intelectual. Esta concepción errónea de la verdad, desafortunadamente se ha apoderado tanto del filósofo occidental como del religioso afiliado a cualquier secta desprovista completamente de los elementos gnósticos.
Lo que los gnósticos de todos los tiempos han rechazado no es al Dios desconocido, Uno y siempre presente en la Naturaleza, o en la Naturaleza «in abscondito», sino al Dios del dogma ortodoxo, a la espantosa deidad vengativa de la ley del talión (ojo por ojo y diente por diente). Muchos pensadores ateos se han atrevido a afirmar que no es Dios quien creo al ser humano; sino que fueron las personas, quienes se inventaron a Dios. En parte, su razonamiento es correcto. Fueron las humanas criaturas quienes crearon al falso dios o que adoran a falsos dioses.
En la cosmovisión gnóstica, se hace también plena diferenciación entre Jehová y Yahveh. Yahveh, no tiene relación alguna con el nombre oculto de Dios y el santo Tetragramatón, las cuatro letras hebreas Iod, He, Vau, He (I-H-W-H) para designar el nombre de Dios. A este respecto, Samael Aun Weor, en su obra: “El Matrimonio Perfecto” cita a Saturnino de Antioquía, “el gran cabalista, dice que Yahveh es un ángel caído, el genio del mal, el diablo. Yahveh es un demonio terriblemente perverso. Yahveh es aquel demonio que tentó a Cristo en el desierto y que lo llevó a la montaña para decirle: “Todos estos reinos del mundo serán tuyos si te arrodillas y me adoras”. Yahveh llamó al pueblo judío “mi pueblo predilecto”; en referencia al capítulo IV, versículo 6 del Evangelio de Lucas, que en la Vulgata latina, se lee: Et ait illi: Tibi dabo potestatem hanc universam, et gloriam illorum: quia mihi tradita sunt, et cui volo do illa.
Los eones y el Pleroma
En los diccionarios, se hallarán referencias a los eones, como la siguiente: Cada uno de los seres eternos, emanados de la unidad divina, que colman el intervalo entre la material y el espíritu, poniéndolos en relación. En Wikipedia se lee que un eón es cada una de las inteligencias eternas o entes divinos, de un sexo u otro, que en conjunto integran la plenitud de la divinidad suprema, de la cual emanan. Están dispuestos en una jerarquía descendente que llega hasta la materia. Los eones son emanaciones de lo Divinal incognoscible e inmanifestado. El término: eones, se refiere por un lado a los seres celestiales, los cosmocratores o elohim creadores; pero también a regiones celestiales.
José Montserrat Torrents, en su versión de “El Evangelio de Judas”, explica que: “Para designar de modo genérico a las entidades o personificaciones del Mundo Superior Espiritual, los gnósticos de todas las ramas adoptaron el término griego «eón» (aion). En este significado, y en los más usuales de «periodo de tiempo» y de «eternidad», los gnósticos no difieren de los escritos filosófico-religiosos de su tiempo. Entre los gnósticos, «eón» se contrapone al mundo inferior”. Explica además que este uso conceptual tiene su origen en un texto del Platón (Montserrat, 107)
Samael Aun Weor, explica en el capítulo titulado: “Antropología Gnóstica de su obra: “La Doctrina secreta de Anáhuac, que: “El mito gnóstico de Valentín, que en forma específica nos muestra a los treinta eones pleromáticos surgiendo misteriosos de entre el Espacio abstracto absoluto por emanaciones sucesivas y ordenadas en parejas perfectas, puede y debe servir como arquetipo modelo de un mito monista que en forma más o menos manifiesta se encuentra presente en todo sistema gnóstico definido”. En Pistis Sophia develada, explica además el maestro que los eones emanan resplandecientes del Pro-Padre. El Avatar de Acuario, también explica que los treinta eones surgen en la aurora de la creación y son los cosmocratores o elohim creadores.
El concepto de eones como regiones cósmicas o cielos se refiere a los doce eones y en especial, al eón trece, que corresponde a la región más profunda del Espacio Abstracto Absoluto, el Ain. En el Nuevo Testamento, en la Biblia, constantemente se hace referencia al “reino de los cielos” (en plural, indicando que son varios). Pablo en la segunda de Corintios habla del tercer cielo, cuando dice: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”. (2 Co 12:2). Dante Alighieri describe detalladamente nueve cielos y los mayas hablan de trece cielos. Los trece cielos de la cosmovisión maya, son los 13 eones o regiones celestiales.
Los primeros nueve cielos se corresponden con cada uno de los planetas, según el orden del antiguo sistema de clasificación astronómica: Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Cada uno de esos cielos es la morada de una categoría especial de seres divinos, según la clasificación angélica. El orden es el siguiente: ángeles, arcángeles y principados; constituyen la primera triada. Potestades, virtudes y dominaciones; corresponden a la segunda triada. Tronos, querubines y serafines a la última y más alta triada. El ascenso a cada uno de los doce cielos, se corresponde con los doce trabajos de Hércules. Los tres cielos que se encuentran en lo más alto, corresponden a las tres regiones del Ain Soph.
Según Henri Charles Puech, en su obra: En torno a la Gnosis, el conjunto de emanaciones divinas forma el Pleroma. El Pleroma es el mundo divino, la morada de la luz.
El mundo divinal, el ámbito glorioso del Pleroma, surgió directamente de la Luz negativa, de la existencia negativa. Finalmente, el Nous, Espíritu o Neuma, contiene en sí mismo infinitas posibilidades susceptibles de desarrollo durante la manifestación. Entre los límites extraordinarios del Ser y del no Ser de la filosofía se ha producido la multiplicidad o caída. El mito gnóstico de la caída de Sophia (la divina sabiduría) alegoriza solemnemente a este terrible trastorno en el seno del Pleroma.
Barbelo
La primera emanación del Agnostos Theos o Espacio Abstracto Absoluto, el primer eón, es Barbelo, el desdoblamiento de la unidad en dualidad, en el aspecto femenino. El santo afirmar emana al santo negar, el aspecto femenino de la divinidad: Dios Madre. Barbelo aparece recurrentemente en la literatura gnóstica cristiana primitiva. Por tal motivo es motivo de análisis por parte de diferentes estudiosos del Gnosticismo histórico. En el Evangelio de los egipcios[1], Barbelo es reconocido como el eterno femenino, la madre inefable: “El segundo poder la Madre, la virginal barbelón…” (Los Evangelios Apócrifos, 119)
«En el Evangelio de Judas, Judas dice a Jesús: Tú has venido del inmortal eón de Barbeló»” (Montserrat, 40). El autor citado, expone además que “los textos designan a Barbeló «madre» y hablan de la «matriz» de Barbeló, que es fecundada por la luz del Espíritu…” (Monteserrat, 41)
En el capítulo 3 del libro secreto de Juan, se encuentran muchas evidencias del atributo femenino de Barbelo. El trato reverente a una divinidad femenina, la asociación al agua, a la virginidad, el gran vientre; son muy claros. Así se lee: “1 Porque el Perfecto se contempla a sí mismo en la luz que lo rodea. Este es el manantial del agua de vida que produce todos los mundos de todas las clases. 2 El Perfecto contempla su imagen, la ve en el manantial del espíritu y se enamora del agua luminosa. Este es el manantial de agua pura, luminosa, que rodea al Perfecto. Es el Pensamiento hecho activo, y la que apareció en presencia del Padre en luz brillante salió. 4 Ella es el primer poder: ella precedió a todo y salió de la mente del Padre como el Pensamiento Anterior de todo. 5 Su luz se parece a la luz del Padre; como el poder perfecto, ella es la imagen del perfecto e invisible Espíritu virgen. 6 Ella es el primer poder, la gloria, Barbelo, la gloria perfecta entre los mundos, la gloria emergente. 7 Ella glorificó y alabó al Espíritu virgen, porque había salido a través del Espíritu. 8 Ella es el primer Pensamiento, la imagen del Espíritu. Ella se convirtió en el vientre universal, porque ella lo precede todo, el Padre común, la primera Humanidad, el Espíritu Santo, el varón triple, el poder triple, el andrógino con tres nombres, el reino eterno entre los seres invisibles, el primero en salir”.
También se lee en dicho libro que Barbelo pidió al Espíritu virgen que le diera conocimiento anterior, inmortalidad, vita eterna, verdad y se las concedió (Gerz, 124). En los tres primeros versos del capítulo 4 se lee que “El Padre penetró a Barbelo con una mirada, con la luz pura, brillante, que rodea al Espíritu invisible. Barbelo concibió, y el Padre produjo un rayo de luz que se parecía a la luz bendita más no era tan brillante. Este rayo de luz era el Vástago único del Padre común que había salido, y el único retoño y el Vástago único del Padre, la luz pura” (Gerz, 125)
Entre las notas de El Evangelio de Judas, editado por Rodolphe Kasser, Marvin Meyer y Gregor Wurst; con traducción de Domingo Almendros y publicado por National Geografic, se hace un comentario al siguiente pasaje del Evangelio: “En los textos séticos Barbelo es la divina Madre de todos, de quien muchas veces se dice que es la Providencia (pronoia) del Padre, el Ser infinito El nombre Barbelo parece basado en una forma del Tetragrámaton, el sagrado nombre de cuatro letras de Dios en el judaísmo, y aparentemente viene del hebreo, tal vez “Dios (superlativo El) en (b-) cuatro (arb(a)”.
Más adelante, en las páginas 129 y 130 del mismo Evangelio, en el capítulo titulado: La conexión gnóstica, Marvin Meyer, explica: «La frase “el reino [o eón] inmortal de Barbelo” es frecuente en los textos séticos. Se refiere al reino superior de la divinidad más allá de este mundo, y está asociada con la figura divina de Barbelo, un personaje destacado de los textos séticos, donde asume el papel de nuestra madre en los cielos».
Barbelo es la primera emanación del Espacio Abstracto Absoluto, el “reino inmortal” y el principio femenino supremo. Es la Prakriti, la Madre Divina, la Diosa, el Eterno Femenino, la sustancia primordial de la Naturaleza, que da origen a las tres gunas o manifestaciones de la Naturaleza. Samael Aun Weor, en el capítulo de Virgo de su obra: “Tratado esotérico de Astrología Hermética”, explica que: “Cuando llega la Gran Noche, el Universo deja de existir, se disuelve entre el seno de la Prakriti. Explica también el maestro que: “Todo Cosmos nace de la Prakriti y se disuelve en la Prakriti. Todo mundo es una bola de fuego que se enciende y se apaga entre el seno de la Prakriti. Todo nace de la Prakriti, todo vuelve a la Prakriti. Ella es la Gran Madre”.
El Avatar de la Era de Acuario, explica además que: “Durante el Gran Pralaya (Noche Cósmica), la Prakriti es unitotal, íntegra. En la manifestación, en el Mahamvantara (Día Cósmico), la Prakriti se diferencia en tres aspectos cósmicos. Los tres aspectos de la Prakriti durante la manifestación, son: primero, el del Espacio infinito; segundo, el de la Naturaleza; tercero, el del hombre”. La Prakriti en su estado inmanifestado es Barbelo o mejor dijéramos, “la morada de Barbelo”, “la morada de luz”, “el océano de luz increada”, “el océano de la gran luz”, como lo explica el Kalki Avatar en Pistis Sophia develada.
Samael Aun Weor, en Pistis Sophia develada, explica que “Las grandes emanaciones de Barbelos, la Morada de la Luz, no pueden ser jamás comprendidas por la luz intelectual”.
El Eterno femenino
El principio femenino eterno y universal se encuentra presente en toda la Creación. Desde el seno del Pleroma, en la región de Barbelo, como en la Naturaleza y en el microcosmos, la segunda fuerza de la Naturaleza está presente. Ella es el Eterno Femenino, la Diosa, la Madre divina, en el espacio infinito; la Madre divina en la Naturaleza; la Madre divina en el ser humano. Estas son las tres madres; las tres Marías del Cristianismo, tal como se lee en los Evangelios: “Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole, entre las cuales estaban María Magdalena, María la Madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo”. (Mt 27:55-56) “También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé”. (Mr15:40) “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas y María Magdalena”. (Jn 19:25) El misterio de las Tres Marías aparece también en el Evangelio de Felipe, en el que se lee: “Había tres Mariames que caminaban todo el tiempo con el Amo: su madre, su hermana y la Magdalena, ella que es llamada su pareja. Así su verdadera Madre, Hermana y Pareja, también se llama «Mariam»”.
La gran Diosa, venerada desde la cultura megalítica entre el paleolítico y el neolítico tiene múltiples representaciones, rostros y nombres. Ella es la Tierra, la Luna, Venus, la madre Naturaleza, la abuela, la madre y la esposa. De esta manera María, la madre de Jesús, es la misma Isis, Juno, Deméter, Ceres, Maía, etc., la Madre Cósmica o Kundalini (Fuego Sexual) del cual nace el Cristo Cósmico siempre. La María Magdalena es la misma Salambo, Matra, Ishtar, Astarté, Afrodita y Venus con la cual tenemos que practicar Magia Sexual para despertar el fuego. Otras formas de representar a las Tres Marías, a los tres aspectos de la Prakriti, de la Madre Divina, se encuentran en las figuras de la abuela, la madre y la esposa. En la mujer, es ella misma en su papel de abuela, madre e hija o madre, esposa e hija. Así aparece entonces, la figura de santa Ana, la madre de María en la tradición cristiana, como también la abuela Ixmucané, en la tradición maya.
La Creación, el amanecer del Día Cósmico
En el capítulo 1 y titulado: El Niño Sol del Mensaje de Navidad 1966-67, el Avatar de la síntesis, explica que: “En el amanecer del gran día cósmico, el Primer Logos, el Padre, dijo al Tercer Logos, el Espíritu Santo: «Id, fecundad a mi esposa, la materia caótica, la gran Madre, para que surja la vida; empero, tu verás.» Así habló el Padre, y el Tercer Logos se inclinó reverente, amanecía la aurora de la Creación. En los siete templos del Caos trabajaron los cosmocratores, el ejército de los constructores de la aurora, la hueste de los elohim, el Tercer Logos”.
“Tres fuerzas son indispensables para toda creación; la fuerza positiva, la fuerza negativa y la fuerza neutra. Ante el altar del templo un Elohim se polarizó en forma masculina, positiva, y el otro en forma femenina, negativa. La planta baja del templo, el coro de los Elohim, representó la forma neutra. Este orden de las tres fuerzas quedó así establecido en cada uno de los siete templos del caos primitivo. Cantaba el divino varón, cantaba la divina mujer, cantaba el coro de los Elohim”.
Ya se explicó en el apartado correspondiente que Elohim es una palabra plural y que significa “dioses y diosas”, es decir, que en el primer versículo de Bereshit (Génesis) en la Torá, cuando se lee: “En el comienzo creó Elohim los cielos y la tierra”; se refiere a los cosmocratores a los eones de la Creación en el seno del Pleroma. A este respecto, Dion Fortune, en su obra La Cábala Mística, explica lo siguiente: “El ser humano tiene que adorar tanto a diosas como a dioses. Boaz y Yakin son ambos pilares del Templo, pero solo de su unión nace el equilibrio. Una religión sin diosas está a mitad del camino del completo ateísmo. En la palabra Elojim (Elohim) encontramos la clave verdadera. Elojim se traduce como «Dios» en las versiones autorizadas y revisadas de la Biblia. En realidad debería traducirse «diosas y dioses», pues es un nombre femenino con una terminación plural masculina. Este es un hecho incontrovertible, al menos desde el punto de vista lingüístico; y es de presumir que los varios autores que integran los libros de la Biblia sabían bien lo que decían, y no usaron esa forma peculiar y única sin muy buenas razones. «Y el Espíritu de los principios masculino y femenino se cernía sobre la superficie de lo informe, y la Creación tuvo lugar».
“Toda la liturgia de los siete templos fue cantada y la gran Palabra hizo fecundo el vientre de la gran Madre Divina. «En, el Principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de la que ha sido hecho fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». El Verbo hizo fecundas las aguas de la vida, y el Universo en su estado germinal surgió espléndido en la Aurora. El Espíritu Santo fecundó a la gran Madre y nació el Cristo. El segundo Logos es siempre hijo de la Virgen madre”.
“Ella es siempre virgen antes del parto, en el parto y después del parto. Ella es María, Isis, Adonia, Isoberta, Rea, Cibeles, etc. Ella es el caos primitivo, la sustancia primordial, la materia prima de la gran Obra. El Cristo Cósmico es el ejército de la gran Palabra y nace siempre en los mundos y es crucificado en cada uno de ellos para que todos los seres tengan vida y la tengan en abundancia”.
Los diez principios del ser humano
En la cosmovisión gnóstica se reconoce que los diez sephirotes del Árbol de la Vida hebraica, se encuentran en el ser humano y constituyen diez principios inherentes a cada hombre y mujer. La relación entre el sistema de numeración decimal, los dedos de la mano, la búsqueda de alcanzar un punteo de 10 perfecto y la espiritualidad, es enorme. Esos diez principios constituyen, en su orden, la Trinidad en cada uno de nosotros, el Ser y sus dos almas (el alma divina y el alma humana) y los cuatro cuerpos: físico, vital, astral y mental.
La Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, en nosotros.
Debajo de la santísima Trinidad o Trimurti sagrada, se encuentra el septenario teosófico
El Ser, el Espíritu, Atman, Chesed, el Pneuma o Nous
El alma espiritual, alma divinal o alma femenina o alma conciencia. El budhi
El alma humana o alma masculina o alma voluntad. Manas superior o cuerpo de la voluntad
La mente o manas inferior
Las emociones, sentimientos y deseos; el cuerpo de deseos o cuerpo astral lunar en la mayoría de personas, el cuerpo kedsyano.
La vitalidad o cuerpo etérico
El cuerpo físico
Los antiguos rabinos hablan de los diez sephirotes de la Cábala: Keter, Chokmah, Binah, Chesed, Geburah, Tiphereth, Netzah, Hod, Jesod y Malkuth.
Keter es el Padre en nosotros, Chokmah es el Hijo en cada uno de nosotros, Binah, es el Espíritu Santo en nuestro interior. Es claro que la Santísima Trinidad no es ajena a las diferentes religiones antiguas. Así existe la Trimurti hindú: Brahma, Shiva y Visnú. En el antiguo Egipto se adoraba a Osiris, Isis y Horus y entre los mayas hay muchas formas trinitarias sagradas: Itzamná, Kukulkán y Chac o Ixchel son algunas representaciones. En la Naturaleza encontramos los polos positivo, negativo y neutro, en el hogar: papá, mamá, hijos. Por eso la representación de la Sagrada Familia.
A continuación de la Trinidad en nosotros viene lo que muchos denominan el Septenario teosófico integrado por un triángulo y el cuaternario inferior. Empecemos por listar el cuaternario inferior: cuerpo físico, la vitalidad, los deseos (emociones y sentimientos incluidos) y los pensamientos (la mente). Los siguientes principios son la voluntad, la conciencia y el Ser.
Algunas escuelas místicas al referirse al cuaternario inferior hablan de cuerpos espirituales. Los teósofos y yogas hablan del cuerpo de la vitalidad (vital o etérico), del cuerpo astral (o cuerpo de los deseos y las emociones), así como del cuerpo mental. En la literatura yogui y teosófica se usan nombres hindús un tanto extraños. Veamos por ejemplo lo que dice Helena Blavatsky:
Cuaternario.- El cuaternario, llamad o también cuaternario inferior, está constituido por los cuatro “principios” inferiores del hombre que forman su personalidad, a saber: el cuerpo denso o físico (sthûla zarîra), el doble etéreo o cuerpo astral (linga-zarîra), la vida o principio vital (prâna) y el centro de los deseos o pasiones animales (kâma-rûpa). –En otras clasificaciones se incluye entre los principios del cuaternario el manas inferior, o sea la inteligencia cerebral, la mente que tiende hacia abajo, al centro de los deseos y pasiones animales. Todos estos principios deben distinguirse del ternario o tríada superior imperecedera, que constituyen la individualidad, y son: el manas superior, el buddhi y el Âtman (o Yo supremo)”; que en la cosmovisión gnóstica, se denomina con más propiedad: El Ser y no yo supremo o yo superior.
Otras escuelas espirituales hacen una metáfora y relacionan al cuaternario, integrado por esos cuatro cuerpos inferiores, con un carruaje (el cuerpo físico), el caballo (el astral), el cochero (la mente) y el amo (la conciencia) que generalmente va dormido o distraído, es decir, tiene la conciencia dormida.
Mucho se ha hablado en la literatura mística acerca del doble astral, el eidolon o “cuerpo fantasmal”. Y es que todos tenemos ese doble. Bueno: todos tenemos los 10 principios, pero en esencia y pocos los tienen plenamente desarrollados. Los grandes seres, los apóstoles, un Buda, un Moisés o Jesucristo; es claro que desarrollaron plenamente su septenario y quizá alguno o todos los principios superiores.
Pues bien: la mayoría de personas tenemos solo un cuerpo astral fantasmal y por eso casi nunca nos percatamos que lo poseemos. Cada vez que nos acostamos a dormir, ocurre una separación del “alma”, en realidad, del doble astral que se desprende del cuerpo físico. Al día siguiente llamamos a este fenómeno: soñar. Mientras vivimos, el cuerpo físico está conectado con el astral, mediante el hilo de la vida o cordón plateado. Es claro que aprender a desdoblarse conscientemente, requiere práctica y tenacidad. En forma similar dominar los viajes astrales requerirá de mucha dedicación y tiempo. Debemos aprender a utilizarlo y a desarrollarlo hasta convertirlo en un auténtico cuerpo astral o espiritual. Ese es el cuerpo de los ángeles al ser vistos por un ser humano.
La triada superior y que cita la Blavatsky: atman, budhi, manas (superior) en la nomenclatura rabínica, corresponden a: Chesed, geburah, tiphereth. En la terminología cristiana: Chesed es el Espíritu, el Ser. Tiphereth es el alma humana o alma voluntad. Lo que ocurre es que budhi también es el alma; pero el alma conciencia, el alma divina. Esta es una de las razones por las que en la tradición se habla de las almas gemelas. Una es masculina (tiphereth) y la otra es femenina (budhi).
El Ser y el Yo
El Ser es lo real, lo auténtico en nosotros. Es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. El Ser es nuestro propio Espíritu, el Pneuma de los gnósticos.
El abismo que existe entre el Ser y el Yo es infranqueable y, por esto, el Neuma, el Espíritu, se reconoce y este reconocerse es un acto autónomo para el que la razón subjetiva del mamífero intelectual resulta ineficaz, insuficiente, terriblemente pobre.
El yo es el conjunto de valores negativos en la psiquis del animal intelectual, mal llamado ser humano, la personificación de los defectos de carácter, la suma de elementos indeseables de conducta en nosotros, los elementos subjetivos de las percepciones, entidades energéticas sutiles. El Yo, el Ego, está compuesto por sumas y restas de elementos subjetivos, inhumanos, bestiales, que incuestionablemente tienen un principio y un fin. El yo es múltiple, es pluralizado. Cada defecto de carácter está personificado por un yo. Las grandes religiones y los libros sagrados de la humanidad, se han referido al Ego pluralizado en múltiples formas alegóricas. Ellos son los endemoniados ganaderos del Evangelio, aquellos que a la pregunta: ¿cómo te llamas?, responden: “Legión me llamo; porque somos muchos”. (Mr 5:9), son el ejército de familiares y amigos a los que tiene que enfrentarse Arjuna en el Bhagavad Gita, son los nobles de Ítaca a los que debe enfrentar Ulises en la Odisea, para liberar su palacio y rescatar a Penelope, son los infieles del Islam, los demonios rojos de Seth de la tradición egipcia. Están representados en el Goliat bíblico al que David debe vencer con una piedra, son los cuatrocientos surianos a los que vence Huitzilopochtli en la tradición azteca, los adversarios de Hunahpú e Ixbalamqué, en el Popol Wuj.
Auto-conocimiento, auto-gnosis, implica la aniquilación del Yo como trabajo previo, urgente, impostergable. Por ese motivo, en todas las tradiciones místicas y en todas las mitologías, el héroe debe vencer a sus enemigos, como le ocurre a Hércules, quien debe vencer a la Hydra de Lerna, el monstruo de muchas cabezas. El ego es la causa de la idolatría condenada tanto en el Antiguo Testamento, ya que provoca que las humanas criaturas, se le arrodillen, se esclavicen y rindan culto por encima y antes del Padre que está en secreto.
Elementos esenciales de la cosmovisión gnóstica
La palabra «Gnosticismo» encierra dentro de su estructura gramatical la idea de sistemas o corrientes dedicadas al estudio de la Gnosis. Este Gnosticismo implica una serie coherente, clara, precisa, de elementos fundamentales verificables mediante la experiencia mística directa:
La maldición, desde un punto de vista científico y filosófico.
El Adam y Eva del Génesis hebraico.
El pecado original y la salida del Paraíso.
El Misterio del Lucifer interior.
La muerte del mí mismo.
Los poderes creadores que divinizan.
La esencia del Salvator Salvandus.
Los Misterios sexuales.
El Cristo íntimo.
La Serpiente ígnea de nuestros mágicos poderes.
El descenso a los infiernos.
El regreso al Edén.
El don de Mefistófeles.
Solo las doctrinas gnósticas que impliquen los fundamentos ontológicos, teológicos y antropológicos arriba citados, forman parte del Gnosticismo auténtico y se enmarcan dentro de la cosmovisión gnóstica.
Establecidas estas aclaraciones semánticas, pasemos ahora a definir con entera claridad meridiana al Gnosticismo. El Gnosticismo es un proceso religioso muy íntimo, natural y profundo. Esoterismo auténtico de fondo, desenvolviéndose de instante en instante con vivencias místicas muy particulares, con Doctrina y ritos propios. Doctrina extraordinaria que fundamentalmente adopta la forma mítica y, a veces, mitológica. Liturgia mágica inefable con viva ilustración para la Conciencia superlativa del Ser.
El conocimiento gnóstico y la revelación
Gnosis es conocimiento, pero no cualquier conocimiento. Gnosis es la experiencia mística de lo divino en el Ser. El conocimiento al que aspira el gnóstico es el que devine de la auto-gnosis, es decir, el auto conocimiento, derivado de la experiencia. Pero esa experiencia, no es necesariamente cualquier experiencia. Por ejemplo, no es la experiencia derivada de años de práctica en determinado oficio o profesión. Es la experiencia del Ser, presente en el individuo despierto, en ausencia del yo, es la experiencia mística obtenida por imaginación e inspiración, como también por la “visita” a las dimensiones superiores del espacio. Todo ese tipo de experiencias místicas, se comprende a través de la intuición, es la revelación gnóstica. De allí que el Kalki Avatar afirme que: “El gnóstico esoterista acepta la revelación como procedente de seres divinos, las vidas manifestadas, pero jamás de la Vida Una no manifestable”.
Para mayor explicación de la afirmación del maestro, HPB en el tomo 1 de su obra La Doctrina Secreta afirma lo siguiente: El ocultista acepta la revelación como procedente de Seres divinos, si bien finitos, las Vidas manifestadas; pero jamás de la Vida Una no manifestable; si de aquellas Entidades llamadas Hombre Primordial, Dhyâni–Buddhas o Dhyân Chohans, los Rishi–Prajâpati de los indos, los elohim o hijos de Dios de los judíos, los Espíritus Planetarios de todas las naciones, los cuales han venido a ser Dioses para los hombres.
Los principios religiosos
En la cosmovisión gnóstica, se explica que todas las religiones tienen los mismos principios. Nosotros, los gnósticos, no estamos contra ninguna religión porque esto sería absurdo. Todas las religiones se necesitan. Todas las religiones son manifestaciones diversas de la Religión cósmica universal infinita. Lo grave, lo lamentable sería un pueblo sin religión. Creemos que todas las escuelas y sectas cumplen su misión enseñando, estudiando, discutiendo, etc. La Gnosis es la llama de donde salen todas las religiones, escuelas y creencias. La Gnosis es sabiduría y amor.
Los gnósticos no desdeñamos ni subestimamos ninguna religión. Todas las religiones son perlas preciosísimas engarzadas en el hilo de oro de la Divinidad. La cosmovisión gnóstica es asequible a las gentes de todas las religiones, escuelas, logias, sectas, órdenes, etc.
A través de la cosmovisión gnóstica, se comprende que la humanidad tiene a la disposición grandes tesoros. En el fondo de todas las religiones arcaicas se halla el principio Cristo, la búsqueda de la felicidad, el culto al amor, la clave suprema de la sexualidad sagrada o magia sexual y la eliminación de los elementos indeseables de conducta, el Ego y el anhelo por la liberación espiritual.
Continuará…
[1] David Gerz, Los Evangelios Gnósticos: Enseñanzas secretas de Jesús (Barcelona: Sirio, 2004), 119